"El bloc"
No es el vicio, es lo otro
"Reparten dinero público como en una partida de Monopoly jugada por desquiciados"
Andan harto enarbolados Beatriz Carrillo e Indalecio Gutiérrez, diputados en Cortes por las respectivas circunscripciones de Sevilla y Almería, por su señalamiento como comensales en cenas en las que se quebrantaban normas anti-covid como el toque de queda, con lo demodé que ha quedado ya eso. El pastor del Grupo Parlamentario Socialista, Patxi López, ha recordado que sentarse a una mesa no es lo mismo que corromperse, pero los dos parlamentarios –exigirán el tratamiento de cortesía que se dispensa en Italia a los de su calaña, «onorevole»– no desean involucración alguna, ni siquiera inocente, con Tito Berni y corte de putañeros. Es comprensible, aunque no del todo. Igual que ocurrió con nuestros autóctonos ERE, se confunde en el PSOE la moral pública con la decencia privada, justo al revés que Tom Sharpe en su desopilante novela «Vicios ancestrales». Francisco Javier Guerrero, el hombre que se autodefinió como jovial, murió en 2020 macerado en ginebra y trufado de tabaco rubio… pero sin condena firme alguna, porque su comportamiento caótico sólo atañía a él. Pese a palabras tan llamativas en los titulares como «cocaína» o «putas», lo realmente sustancial y lo penalmente relevante es que estos prendas, el canario de ahora y los andaluces de antes, reparten dinero público como en una partida de Monopoly jugada por desquiciados. Da igual cuánto coman o beban o lo que sea Carrillo y Gutiérrez, allá ellos con su colesterol y sus explicaciones en casa. Lo que urge saber es qué demonios tenían que ver, si es que algo tenían que ver, con la banda de corruptos y corrompedores que organizaban francachelas «sólo para socialistas». Menos golpes de pecho, que eso es cosa de orangutanes, y más detalle en la agenda de Sus Señorías.
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