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Biodiversidad

Por qué dejar hojas bajo los árboles puede salvar miles de orugas

Un gesto tan simple como no limpiar el suelo de los jardines puede ayudar a mantener la biodiversidad y favorecer el ciclo natural de los insectos

Una oruga, fotografiada en una planta en un jardín de Pontevedra larazon

El otoño no solo trae hojas secas: también ofrece refugio a miles de pequeños habitantes del ecosistema. En muchos hogares y parques, el hábito de retirar rápidamente la hojarasca o usar sopladores para mantener el césped limpio ha acabado con espacios vitales para los insectos. Sin embargo, investigadores de la Universidad de Delaware aseguran que dejar una capa de hojas, ramas o vegetación natural bajo los árboles puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte para numerosas especies de orugas, mariposas y otros polinizadores.

Esta práctica, conocida como “soft landings” o “aterrizajes suaves”, busca recrear un suelo más natural bajo los árboles. En lugar de dejarlo desnudo o cubierto de césped ornamental, se recomienda permitir que las hojas caídas permanezcan, junto con plantas autóctonas que sirvan de abrigo y alimento a la fauna. Las orugas, explican los científicos, suelen caer de las ramas para enterrarse o resguardarse antes de iniciar su metamorfosis. Si el suelo está demasiado limpio o cubierto de materiales sintéticos, muchas no sobreviven a esa fase crítica de su ciclo vital.

El entomólogo Douglas Tallamy, responsable del estudio, subraya que este tipo de gestos cotidianos pueden tener un impacto enorme en la salud del ecosistema urbano. “Cuando eliminamos toda la vegetación bajo los árboles, destruimos el puente entre los insectos y las aves que dependen de ellos”, explica. Sin ese refugio, la cadena alimentaria se rompe y disminuye la presencia de aves insectívoras, mariposas y otros organismos esenciales para el equilibrio ambiental.

Además, las hojas caídas y la vegetación muerta no son sinónimo de suciedad, sino de fertilidad. Su descomposición natural enriquece el suelo, mejora su estructura y ayuda a retener la humedad, reduciendo la erosión y favoreciendo la salud de las raíces. Dejar ese manto vegetal también disminuye la necesidad de riego y evita el uso de fertilizantes artificiales, lo que convierte esta medida en una forma sencilla y sostenible de cuidar el entorno desde casa o desde cualquier jardín urbano.

Cada otoño, millones de orugas buscan discretamente un lugar donde esconderse para poder transformarse en mariposas durante la primavera siguiente. Permitir que el suelo bajo los árboles se mantenga cubierto de hojas, sin sopladores ni rastrillos, puede parecer un gesto menor, pero es una acción poderosa para fomentar la biodiversidad y devolver a la naturaleza un poco de espacio. En un momento en que la pérdida de insectos preocupa a los científicos de todo el mundo, los jardines domésticos pueden convertirse en pequeños santuarios que marquen la diferencia.