Barcelona
Aritmética del amor imposible
Saverio Costanzo adapta la exitosa novela «La soledad de los números primos»
A los 26 años, Paolo Giordano, físico teórico que publica una novela con un título vagamente «emo», «La soledad de los números primos», gana el prestigioso premio Strega, vende más de un millón de ejemplares en Italia y se convierte en «best-seller» de prestigio. Estaba cantado que esta historia de amor contada a través de la magia triste de las matemáticas, y apagada por un estilo narrativo propio del Turín más neblinoso, aterrizaría en los cines para aprovechar el fulgor de su éxito sorpresa. Estrenada en la Mostra de Venecia de 2011, «La soledad de los números primos» fue recibida con uñas y dientes. Y eso que Saverio Costanzo, su director, trabajó codo con codo con Giordano y recibió desde el primer momento su beneplácito.
Desorientar al espectador
«Nunca voy a ver una película que esté basada en una novela que me ha gustado mucho», confiesa el director. «Has leído el libro, vas al cine y el acto tiene algo de voyeurismo, es un punto perverso. Por eso cambiamos la cronología del relato, que en la novela es lineal. Queríamos desorientar al espectador, que se enfrentara a la historia como si fuera nueva, despojarla de todo lo que tiene de racional para que fueran las emociones las que lo guiaran».
Costanzo ni siquiera estaba muy seguro de querer adaptar la novela. A Giordano (que acaba de publicar nuevo libro) le costó cuatro meses convencerle, tuvo que demostrarle que iba a aportar nuevos enfoques a la historia. «La novela empieza justo con las dos escenas que explican los traumas de Alice y Mattia, la primera esquiando y el segundo con su hermana gemela. Yo sabía que tenía que hacer lo contrario, crear un suspense que pudiera servir de apoyo moral al público». Ambos personajes se convierten, en manos de Costanzo, en cartas que, barajadas, se juntan y se separan por el tiempo. Almas predestinadas que se atraen y se repelen en un relato cortocircuitado.
«La soledad de los números primos» empieza como un auténtico «giallo» de Lucio Fulci o Michele Soavi. Costanzo utiliza una pieza inédita de los Goblin, compositores habituales de Dario Argento, para definir las tinieblas interiores de Alice y Mattia. «Lo más difícil era manejar todo el dolor que hay concentrado en la novela. Los códigos del cine de terror te ofrecen un filtro a menudo irónico para suavizar ese terrible dolor», aclara Costanzo. «Entre el dolor y el espectador existe el juego que el cine propone. Quería ser honesto, no me apetecía presentar todo ese sufrimiento en estado crudo, porque cuando el cine lo hace, creo que está chantajeando al público».
Cuando se publicó la novela, Giordano habló de sus personajes como representantes de una clase acomodada, unos jóvenes que no han recibido cariño de sus padres; que, ajenos a los afectos del mundo, no tienen la menor idea de cómo enfrentarse a él. Saverio Costanzo interpreta las palabras del escritor italiano desde una perspectiva política. ¿Estamos hablando, pues, de una película generacional? «Los personajes encarnan a la generación de los ochenta. Es decir, la generación sin ideologías, sin valores, contraria a toda revolución, que no creía en nada. El único campo político para esa generación era el cuerpo. Para expresar su desacuerdo con el mundo que los rodeaba destruían su cuerpo, se hacían daño. Por eso Alice es anoréxica y Mattia es bulímico: es su modo de rebelarse».
El detalle
DE BERLÍN A VENECIA
Saverio Costanzo (debajo) debutó en la dirección con «Private», de 2004. Tres años después estrenó «In memoria di me», que se presentó en Berlín. En 2010 compitió en Venecia con «La soledad de los números primos».
✕
Accede a tu cuenta para comentar