Ciudad Real
“El gran reto de la medicina regenerativa es que funcione en los pacientes”
Ángel Raya, director del Centro de Medicina Regenerativa de Barcelona
Ángel Raya (Ciudad Real, 1966) no titubea al confesar que para combinar la gestión y investigación a tiempo completo solo hace falta «echarle ganas». Raya estudia, entre otros, el mecanismo de regeneración de los peces cebra para reparar células infartadas. En la Fundación Ramón Areces ha explicado algunos de sus trabajos con células madre pluripotentes inducidas.
La medicina regenerativa tiene muchas aplicaciones potenciales, pero ¿cuáles son las realidades de este campo de estudio?
Los retos son muchos. El objetivo es desarrollar herramientas utilizables en la clínica a partir de todo lo que se ha desarrollado en investigación fundamental. En nuestro caso concreto –células madre con pluripotencia inducida (iPS), parecidas a las células madre embrionarias–, el gran reto es conseguir que funcione en el paciente lo que nos funciona en el laboratorio.
Ya se han logrado crear miniórganos como hígado, cerebro o riñón. ¿Podrán implantarse en humanos?
Los miniórganos son muy útiles para investigar en el laboratorio cómo se forma un órgano, ya que aportan información que no es accesible en un embrión humano. Puedes generar pequeños rudimentos de órganos y ver cómo se empiezan a formar. Eso complementa lo que puedes ver en animales y la información seguramente será utilizada en el futuro para generar órganos mejores. Pero en este momento no se habla de crear órganos que puedan ser implantados.
Se trata de herramientas de investigación...
Ahora mismo estamos en fases muy iniciales. Para implantárselo a un paciente habría que crear un macroórgano, y no vamos por ahí. Pero existe otro tipo de uso que sí genera células para la clínica. Como nuestra capacidad de crear tejidos en el laboratorio es limitada, utilizamos el propio órgano del paciente, implantamos mezclas de células con biomateriales y dejamos que sea el propio órgano el que las integre.
¿Eso tiene que ver con sus estudios sobre la regeneración del corazón del pez cebra?
Es una línea relacionada, pero distinta, con una aplicabilidad quizá mayor, pero también a más largo plazo. Se trata de entender por qué algunos organismos son capaces de regenerarse y los nuestros no. Aún no lo sabemos. Cuando lo sepamos, veremos si nosotros tenemos algo que los otros organismos no poseen, o nos falta algo que ellos sí tienen. Y veremos si eso se puede remediar.
Para enfermedades tan prevalentes como el alzhéimer, ¿se podrá hacer una reprogramación y reparar neuronas?
Es uno de los escenarios menos probables en enfermedades degenerativas difusas, que afectan a una gran cantidad de neuronas en un territorio muy extendido del cerebro. Es difícil generar nuevas neuronas y que estas establezcan conexiones funcionales. Hay otro tipo de estrategias que no intentan generar nuevas neuronas, sino conseguir que no se mueran las que todavía existen. No obstante, en enfermedades neurodegenerativas más enfocadas –que se producen en una sola zona del cerebro–, como el párkinson, sí hay equipos científicos que están pensando en cómo reponer esas neuronas perdidas. Aunque todavía queda mucho y los experimentos en animales no son de los que mejor funcionan.
En diciembre, la Agencia Europea del Medicamento recomendó la aprobación de un autotrasplante que regenera el ojo tras una lesión. ¿La legislación va de la mano de los logros en medicina regenerativa?
Depende del país, hay legislaciones más o menos permisivas. España es un país que no permite, pero no prohíbe. Cada caso se estudia y se aprueba o no en función de las ventajas y posibles beneficios y riesgos. En medicina regenerativa se regeneran células somáticas, no se toca la línea germinal, como ocurre con la polémica surgida con el embrión de tres padres. Ahí la ley es muy clara: no se puede modificar la línea germinal, no se puede crear un individuo transgénico. En eso tendrá que ponerse de acuerdo la sociedad.
En 2014 fue nombrado director del CMRB tras la dimisión de Juan Carlos Izpisúa. ¿Cómo se concilia la labor de gestión con la de la investigación?
Echándole más horas. Yo sigo teniendo mi laboratorio y mi grupo en el Instituto de Bioingeniería de Cataluña (IBEC). Con muchas ganas y durmiendo menos, claro. Y luego, con un equipo muy bueno, tanto en un sitio como en otro, que son capaces de ayudar y de llevar muchas cosas.
¿Cómo se gestiona la financiación en momentos de crisis?
Son tiempos difíciles para todos. En el caso de la medicina regenerativa hay una voluntad política porque los gestores se han dado cuenta de que es un tren que está llegando y que cuanto antes cojan, más ahorros va a suponer para la sanidad pública. Pero, efectivamente, hay restricciones presupuestarias y austeridad en todos los niveles, también en el de la investigación. Lo malo es que ahí, si cortas los niveles de financiación o no pones a disposición todos los fondos necesarios, todo se ralentiza. Se llegará, pero más despacio.
¿Podemos imaginar un futuro en el que todo se curará gracias a la medicina regenerativa?
No. Se podrán curar enfermedades degenerativas, pero no todas, probablemente. Lo que pasa es que estas patologías son ahora mismo las más prevalentes en la sociedad que tenemos. No solo alzhéimer o párkinson; también la insuficiencia cardiaca, que es la principal causa de enfermedad y muerte en nuestro país. Cualquier aportación en estos campos supone beneficios en el sistema sanitario, y también mejoras en la calidad de vida de los pacientes. Creo que lo más importante no es alargar la vida, sino que los últimos cinco o seis años con estas patologías se vivan con una calida razonable. De hecho, las estrategias en medicina regenerativa no buscan curar, son un parche.
Si tuviera que apostar por el próximo hallazgo en medicina regenerativa, ¿cuál sería?
Desde el punto de vista práctico, el primer ensayo clínico puesto en marcha en Japón sobre si es segura o no la utilización de las iPS en la retina. Es algo que sabemos que se va a producir.
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