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Los olvidados del Icomem: los trabajadores
Desde el blog «Médicos de Madrid» y otros medios o redes sociales que se sienten más o menos comprometidos con el desarrollo de los acontecimientos del Colegio de Médicos de Madrid, siempre hablamos de la nefasta gestión para la profesión médica, los escasos resultados que se obtienen para defender a los colegiados y lo extrañas que resultan algunas de las «operaciones» financieras y económicas que tienen lugar en esa casa. Queríamos dedicar este espacio a hablar de los olvidados, los trabajadores del Colegio. Y nos vamos a referir a «los clásicos», a los que están en plantilla, a los que tienen historia dentro de la institución; en resumen, a los que llevan años en esa casa y conocen sus entresijos y las filias y las fobias de los que han pasado por allí.
Algunos han visto muchas juntas directivas, otros, desde 2012, han sido despedidos tras años de trabajo en el Colegio y sin motivo, hasta tal punto que han debido ir a la conciliación por despido improcedente, que, por cierto, ha costado muchos miles de euros a los colegiados madrileños. (...)
No vamos a mencionar a los empleados de las empresas externas que pululan por el edificio porque no es el objetivo de esta entrada. Hay trabajadores en múltiples puestos: desde recepción, conserjería, departamento de colegiaciones, secretaría general, biblioteca... Y todos, dentro, saben cómo se comporta cada cual. No deja de ser una «gran casa»; si no recuerdo mal, la plantilla asciende a unos 42 trabajadores.
Yo, –y es mi visión particular (muy particular)– he visto que desde la aparición de esta Junta Directiva, los trabajadores han adoptado distintas posiciones. Los hay imparciales, es decir, lo mismo les da que «gobiernen» unos u otros, porque se limitan a hacer su trabajo. Los hay «pelotas», es decir, olvidan el concepto de lealtad a la institución y a los colegiados para acudir prontamente a la llamada de los que consideran son más poderosos, les pidan lo que les pidan. Los hay temerosos, que siguen aquello de «cuando veas las barbas de tu vecino...» y sabiendo que las irregularidades son notorias, prefieren mantener asegurado su puesto de trabajo y ceder ante determinadas presiones aunque se les lleven los demonios. Y los hay «comprometidos», aquellos que, conociendo profundamente la estructura y funcionamiento del Colegio, se ponen el mundo por montera y demuestran su lealtad en primer lugar a los colegiados (sus «jefes») y respetan profundamente las jerarquías, reconociendo la autoridad de la presidenta y como no podría ser de otra manera, acatando sus instrucciones.
En este último grupo incluyo a Marta. Por su grado de competencia profesional, por su larga historia dentro del colegio, por el afecto que hacia ella tienen los jubilados (fue la responsable de esa vocalía durante mucho tiempo) se puso, sin quererlo, «en el punto de mira de la presidenta», decepcionada ésta por las muestras de deslealtad de otras personas más cercanas a ella. Así pues, la propuso como su secretaria personal, obviamente con una mayor responsabilidad y carga de trabajo debido a la dedicación implícita que suponen las tareas de la presidencia...
Esta decisión de la presidenta fue respondida con la oposición del resto de miembros de la Junta Directiva (¿por qué?, no se sabe), y no solo se opusieron sino que decidieron ponerle un apercibimiento de sanción por la tremenda «falta» de acatar las órdenes de la Presidenta.
La trabajadora lo puso en manos de su abogado y llegaron a los tribunales; sin embargo, la jueza se negó a celebrar juicio e instó a que se conciliara entre ambas partes porque «no se puede sancionar a un trabajador por trabajar».
Pero la cosa no queda ahí, con el voto particular de la presidenta, que se opuso a semejante desatino, la trabajadora, Marta, fue sancionada con 15 días de permiso sin sueldo, lo que le fue notificado mientras disfrutaba de sus vacaciones de verano y antes de que tuviera tiempo de incorporarse.
Han pasado nueve meses desde la sanción que hicieron efectiva y el día 8 de junio, 10 minutos antes de entrar en el juzgado, el abogado contratado por los ocho de la Junta Directiva pone de manifiesto que «ya está autorizado para conciliar» y concilian.... pactándose el reintegro del salario que la trabajadora dejó de percibir durante ese periodo. Lo que no pudieron pactar fue el resarcimiento moral de los daños causados, obviamente...
Recordemos el «delito»: acatar las órdenes de la presidenta del colegio de médicos por parte de un trabajador a sueldo de la corporación. Recordemos también que hay otros trabajadores que acuden cada día a la calle Santa Isabel temerosos de que «si algo no gusta» se pueden ver en la picota como Marta, así que mejor, cabeza gacha y obediencia. Éste es el ambiente que se respira y cualquiera de nuestros lectores habituales se dará cuenta que este caso es uno más de los múltiples esperpentos que se producen en esa casa cada día.
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