Cambios climáticos
En 2016 se duplicarán los niveles de CO2 de la última glaciación del Cuaternario
En 2014 se ha vuelto a batir un récord de concentración atmosférica de CO2 al alcanzar 397,7 partes por millón, 1,7 ppm más que en 2013 y 4,6 más que en 2012. En 2016, la OMM estima que se superarán los 400 ppm. Sólo en lo que va de año se ha superado este techo simbólico entre mediados de febrero y mediados de julio
En 2014 se ha vuelto a batir un récord de concentración atmosférica de CO2 al alcanzar 397,7 partes por millón, 1,7 ppm más que en 2013 y 4,6 más que en 2012.
Esta semana la Organización Meteorológica Mundial (OMM) informaba de que se había vuelto a batir un récord de concentración atmosférica de CO2 al alcanzar en 2014 las 397,7 partes por millón (ppm). Pero ¿esto es mucho? Sí, 1,7 ppm más que en 2013 y 4, 6 más que en 2012, según los datos que dio entonces la OMM. Un incremento notorio, máxime cuando hace 55 años los aumentos anuales eran de 0,7 ppm. Por eso, desde la OMM estiman que pronto el promedio global será superior a 400 ppm, duplicando el CO2 de la última glaciación que hubo en el Cuaternario. Y es que si en la época preindustrial los niveles de CO2 se situaban en 280 ppm, durante la historia geológica su presencia fue muy superior a los niveles actuales. En el Jurásico, por ejemplo, la concentración de este gas era casi diez veces superior y a principios del Cámbrico todavía mucho más: 7.500 ppm. Sin embargo, los niveles de CO2 se están disparando hasta el punto de llegar a los niveles que había en el Plioceno, la última etapa del Terciario, cuando había una biodiversidad completamente diferente. De hecho, ahora estamos a punto de duplicar el CO2 de la última glaciación del Cuaternario, cuando había 200 ppm. Y lo cierto es que la tasa media de crecimiento anual se está incrementando notoriamente. Da buena prueba de ello el Observatorio de Mauna Loa, en Hawái, una estación de referencia a nivel mundial con el registro más largo de las mediciones directas de CO2 en la atmósfera (desde 1959).
Según los datos de este observatorio, entre 1959 y 1968, el incremento anual fue de 0,79 ppm de media; entre 1969 y 1978, de 1,22 ppm; entre 1979 y 1988, de 1,66 ppm; entre 1989 y 1998, de 1,47 ppm; entre 1999 y 2008, de 1,87 ppm, y finalmente entre 2009 y 2014, el incremento anual fue ya de 2,093 ppm. Es decir, que en 55 años hemos pasado de un incremento anual que no llegaba a 1 ppm a más de 2.
Por eso desde la OMM se hizo hincapié en que hay que reducir los niveles de emisiones, ya que «nos estamos adentrando en un terreno desconocido a una velocidad terrorífica», tal y como alertó Michel Jarraud, secretario general de la OMM.
«No podemos ver el CO2. Se trata de una amenaza invisible pero muy real, que trae consigo unas temperaturas mundiales más altas, un mayor número de fenómenos meteorológicos extremos, la fusión del hielo, el aumento del nivel del mar y el incremento de la acidez de los océanos. Esto está ocurriendo ahora», añadió Jarraud.
«Pronto el promedio global de CO2 será superior a 400 ppm», alertó. De hecho, la OMM estima que se superará este «techo simbólico» en 2016. Ya en 2014 la concentración atmosférica de CO2 superó este valor simbólico en primavera en el hemisferio norte. Es la época en la que la concentración de CO2 es más abundante. Pero, realmente, cuando por primera vez se cruzó la barrera de los 400 ppm a nivel mundial fue en primavera de 2015. En concreto, en el mes de marzo, tal y como publicó la Administración Nacional estadounidense Oceánica y Atmosférica (NOAA). «Era sólo cuestión de tiempo que llegásemos a un promedio de 400 ppm en todo el mundo. La quema de combustibles fósiles ha causado que las concentraciones de CO2 suban más de 120 ppm desde tiempos preindustriales. La mitad de ese aumento se ha producido desde 1980», informó la NOAA.
Pero ¿por qué se produce una mayor concentración en primavera? «Hay un ciclo estacional de CO2. Entre octubre y hasta mediados de mayo sube», afirma Pieter Tans, científico principal del efecto invernadero global de la Red de Referencia de este gas de la NOAA.
La explicación, tal y como ya dio en su día este científico, es que si se compara el mes de mayo con junio, hasta mediados de mayo siempre habrá una concentración mayor que en junio, porque es el punto más alto del ciclo estacional y, en cambio, en junio suele bajar debido a la mayor absorción de CO2 de las plantas durante la etapa de crecimiento.
Esto explica que «en mayo de 2012 se superasen justo por encima las 400 ppm, aunque únicamente en algunos lugares del Ártico. Después, en mayo de 2013 sólo se tocó este techo en el Observatorio de Hawái, mientras que en el Ártico estuvo con alrededor de 400 durante febrero y mayo. En 2014, los niveles de CO2 llegaron a 400 en el observatorio durante abril, mayo y junio, y en el Ártico durante diciembre de 2013 y junio de 2014, etcétera», precisa.
Estos datos explican que este experto de la NOAA ya estimase hace dos años que iban a poder superarse las 400 ppm a principios de 2015. Ahora bien, habría que esperar un tiempo para que el promedio anual superase las 400 ppm, ya que el Observatorio de Hawái obtiene los datos a una altitud de 3.400 metros, por lo que la concentración que mide no suele coincidir al 100% con la del promedio global que da la OMM.
Y en lo que va de 2015 ya ha habido meses en los que se han superado las 400 ppm. En concreto, según el registro del citado observatorio, entre mediados de febrero y mediados de julio se superaron las 400 ppm.
«400 es un numero simbólico, pero indica que no paramos de emitir», afirma Antonio Ruiz de Elvira, catedrático de Física de la Universidad de Alcalá de Henares. Es decir, que los esfuerzos hechos no han servido realmente por ser insuficientes.
Y aunque 400 ppm es tan sólo un techo simbólico, lo cierto es que, según el boletín de la OMM, «en un escenario en que haya el doble de concentración de dióxido de carbono que en la época preindustrial, de unos 280 a 560 ppm, el vapor de agua y las nubes causarían globalmente un incremento del calentamiento de la atmósfera casi tres veces superior al de los gases de efecto invernadero de larga duración» (léase el CO2, el metano o el óxido nitroso, resultantes de las actividades industriales, agrícolas y domésticas). Y es que, como ya dijo la OMM en relación con los efectos acumulativos de las emisiones pasadas, presentes y futuras, «las leyes de la física no son negociables».
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