Extremadura

Salir adelante tras el fuego

Tras un incendio hay que analizar la zona para ver el tipo de suelo: si hay riesgo de erosión, requiere una intervención urgente antes de que las lluvias lo arrasen

Cualedro. En este municipio orensano 3.000 hectáreas de superficie forestal se vieron afectadas por el incendio que asoló la zona
Cualedro. En este municipio orensano 3.000 hectáreas de superficie forestal se vieron afectadas por el incendio que asoló la zonalarazon

Este verano los expertos en incendios forestales prácticamente no han tenido ni un día de descanso. Según el último parte del Ministerio de Agricultura, a 23 de agosto, ya eran más de 65.000 las hectáreas forestales calcinadas por las llamas, unas 23.000 hectáreas más que en 2014 (42.176,75 ha, un año de cierta tregua), aunque casi 20.000 menos que la media de los últimos diez años (83.588,60). Y a ellas hay que sumar las de los últimos días. En especial, el gran incendio forestal de Cualedro, en Orense, que finalmente afectó a 3.000 hectáreas. Aunque pueda parecer que es muy pronto aún para actuar en la zona, lo cierto es que hay que analizar el terreno cuanto antes, para saber si se debe o no esperar antes de que lleguen las primeras lluvias fuertes. «Hay muchos tipos de incendios, de tipos de suelos... Tras un incendio hay que ir a muestrear la zona a la semana para conocer qué tipo de suelo o de vegetación hay en la zona, y ver qué peligro de erosión hay», explica Juli Pausas, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en el Centro de Investigaciones sobre Desertificación.

«En la mayor parte de zona quemada no se puede ni se debe hacer nada al instante para acelerar la reforestación, pero hay partes en los que sí, en aquellas áreas con pérdida de suelo, zonas inclinadas, suelos arenosos... que requieren una intervención urgente antes de las lluvias fuertes de finales de agosto o principios de septiembre», destaca el investigador.

Basta con «proteger el suelo con paja y ramas para que cuando haya lluvia no se pierda arena y se erosione el suelo», añade. De lo contrario, el suelo se perderá y tras esta pérdida también se irá la posibilidad de que el bosque calcinado por las llamas se regenere. «Se trata sobre todo de suelos blandos arenosos y con pendiente. En cambio, en los suelos sobre rocas o pedregosos la erosión es muy pequeña», detalla Pausas.

Pero en otras zonas es mejor esperar un tiempo. Así, en aquellas zonas «donde hay una regeneración vegetal lenta pero no se pierde suelo, hay que esperar, ya que se pueden plantar árboles y arbustos pero no en el primer año, porque se tiene que dejar que responda la vegetación por sí sola para que se fije el suelo. Si se entra demasiado pronto, si se utilizan máquinas antes de dejar este tiempo de reposo, se daña el suelo y esto puede hacer que la regeneración natural sea más lenta. Además, este refuerzo es necesario sólo si el crecimiento vegetal natural es lento», incide.

No obstante, no todos los expertos opinan igual ni todos los casos son idénticos. Así, cabe recordar que al año siguiente de producirse el incendio de Guadalajara (que tuvo lugar el 16 de junio de 2005), diferentes expertos, como el catedrático de Selvicultura Rafael Serrada, afirmaron que no se debía haber empezado a trabajar tan tarde en la zona no erosionada.

En cuanto a la saca de madera quemada, «lo cierto es que desde el punto de vista ecológico no es óptimo, porque no sólo metes maquinaria y arrastras los troncos por la ladera, lo que genera erosión, sino que los troncos, aunque estén muertos, protegen el suelo de la erosión», explica el investigador del CIDE.

No obstante, no se puede generalizar. Y es que «hay casos en los que los troncos casi muertos, muy debilitados, pueden atraer insectos, y derivar en plagas», precisa el investigador del CSIC. Pero en cualquier caso, si se hace, siempre es recomendable utilizar la menor maquinaria posible, optando en todo caso por tractores autocargadores en lugar de skiders de arrastre y, si se pudiera, ayudándose de mulas para evitar hacer surcos.

A este ejemplo hay que sumar otro caso concreto. Así, «en el incendio de Sierra de Gata, en Extremadura, se tiene que sacar toda la madera quemada por el nematodo; lo exige, además, la legislación europea. Aunque se trata de un caso muy especial», asevera Pausas. El científico se refiere a un invasor hambriento de madera que es capaz de acabar con la vida de un árbol en un mes. Y en el caso del incendio, acabar con aquello que haya sobrevivido, que crezca y convertirse en una plaga. Su aliado, un gusano apoyado por un insecto vector que los lleva en su boca: el Bursaphelenchus xylophilus, un nematodo de entre 0,5 y 1 milímetro de tamaño causante del marchitamiento de los pinos, de ahí que se conozca como nematodo del pino, y que ya supuso en 2009 la tala de pinos en la zona de Sierra de Dios Padre, al norte de Cáceres, al detectarse un ejemplar arbóreo infectado en 2009.

Pero, como ha dicho el científico del CSIC, esta extracción completa es un caso específico. En general, tras esperar a ver si se regenera o no el terreno de forma natural, se puede optar por incluir especies rebrotadoras autóctonas, como encinas, alcornoques o castaños, por ejemplo, para que «si se quema la zona otra vez, que rebroten y sustituir pinares que no rebrotan, así no hace falta hacer grandes restauraciones en la zona», precisa Pausas.

Asimismo, en el caso de especies arbóreas con capacidad de brote se espera a que éste salga para después cortarlo y que surja más fuerte en la siguiente primavera. Pero si se procede primero a reforestar con semillas, los expertos recomiendan intentar despejar la zona para que éstas germinen, y si a los dos años se comprueba que no ha salido aún nada se procede a plantar, teniendo en cuenta qué bosques son menos vulnerables a los incendios y qué intereses tiene la población local. Y es que, como recuerdan en WWF, el 60% del total de incendios suceden en bosques homogéneos, monoespecíficos y abandonados, todo un cóctel incendiario. Los bosques rentables y diversos arden menos. Aunque, en cualquier caso, la mitad de las especies arbóreas se regenera de forma natural tras un incendio en general, aunque estas zonas tardan décadas y décadas en recobrar la belleza que tenían antes de las llamas, si es que la recuperan.

Restauración con drones y androides

La preocupación del hombre no se queda sólo en sus intentos por luchar contra el fuego, sino que también centra sus esfuerzos en el paso siguiente tras el desastre: la reforestación. Y también aquí las nuevas tecnologías en robótica demuestran su eficacia. Así nos encontramos con nuevas aplicaciones para las aeronaves no tripuladas o drones, como la de la empresa británica BioCarbon Engineering, que pretende utilizar estos vehículos para reducir los costes convencionales en un 15% y reforestar con mayor rapidez. Su objetivo es plantar hasta 1.000 millones de árboles al año. Los drones disparan semillas pregerminadas hasta enterrarlas en la superficie y éstas van envueltas en un hidrógeno rico en nutrientes que ayuda en las primeras etapas de crecimiento. Además, cuenta con una planificación previa basada en mapas en 3D de la zona a reforestar. Por otro lado, dos estudiantes canadienses de Ingeniería Eléctrica han lanzado el proyecto Treerover, un robot que se mueve gracias a sus cuatro ruedas y una batería. Con capacidad para diez árboles (están trabajando para aumentar el número), el ingenio dispone de un sistema de aire comprimido para realizar el agujero en la tierra y, tras la colocación, realiza un pequeño prensado para asegurar la sujeción. Aunque de momento el Treerover sólo se desplaza en línea recta, están implementando un GPS avanzado y un sistema de detección de objetos que le permitirá sortear obstáculos y seguir patrones de plantado más complejos.

Más cerca de contar con robots para apagar incendios

Las labores de extinción de incendios forestales son muy peligrosas, máxime si el fuego tiene varios frentes y las condiciones meteorológicas lo empeoran. Recientemente, la Marina de Estados Unidos, en colaboración con la Universidad Tecnológica de Virginia, anunció el diseño de Saffir, un robot de casi un metro y medio de altura ideado para apagar el fuego. Aunque se diseñó originalmente para poder actuar en los navíos, ya que puede abrir puertas y cuenta con sensores que detectan el fuego, también podría servir en algún caso extremo, si no este robot, otro androide para ayudar a los profesionales a apagar incendios o en aquellos fuegos en los que el riesgo sea más elevado si cabe que de costumbre al estar dirigido a través de un aparato similar a una consola.