Alimentación

Nuevo etiquetado

El próximo día 13 más de 28.000 empresas del sector de la alimentación y bebidas deberán cumplir las exigencias de la Unión Europea y adecuar sus etiquetas a la nueva legislación. Sin embargo, habrá que esperar a 2016 para que se indique la presencia de grasas trans

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Dejarse la vista a la hora de leer la cantidad de calorías que contiene, por ejemplo, un yogur o darle vueltas a un envase para descubrir si contiene lactosa o trazas de frutos secos tendrá los días contados para los consumidores a partir del próximo 13 de diciembre, fecha en la que se aplica el reglamento 1169/2011 que marcará qué información y cómo debe aparecer la información en las etiquetas de los productos envasados, lo que afectará a más de 28.000 empresas del sector alimentario español. Para Montserrat Prieto, directora del Departamento de Derecho Alimentario de la Federación de Industrias de la Alimentación y Bebidas (FIAB), «como patronal entendemos que este reglamento está pensado por y para el consumidor. Es muy importante porque el etiquetado es la herramienta fundamental y todo lo que mejore en ese sentido también va a ser beneficioso para la industria».

Origen y cualidades

Por su parte, José María Ferrer, jefe del Departamento de Legislación de Ainia Centro Tecnológico, añade que «al consumidor cada vez le preocupa más la composición, el origen y las cualidades nutricionales de los alimentos. Precisamente, por este motivo la UE ha decidido unificar la legislación existente hasta ahora en esta materia en un solo reglamento, que establezca las condiciones necesarias para que el etiquetado sea mucho más comprensible para los consumidores».

Una de las batallas que llevan años persiguiendo los profesionales de la salud es, precisamente, un etiquetado correcto y, sobre todo, comprensible. A este respecto, Concepción Maximiano Alonso, de la Asociación de Dietistas-Nutricionistas de Madrid (Addinma) y miembro de iNutralia, afirma que «los cambios siempre son positivos, si permiten que los consumidores estén mejor informados y haya transparencia en la información sobre los alimentos que comemos». Aunque si bien es cierto que las empresas han tenido un periodo de dos años para adaptarse a la nueva normativa, una de las novedades que aplaude el sector es que la letra de las etiquetas deberá ser más grande y legible. Por ejemplo, para los envases de más de 80 cm2 el tamaño mínimo de letra será de 1,2 mm de altura, y en los de tamaño inferior de 0,9 mm. A este respecto, Prieto sostiene que «desde la patronal insistimos en al información tiene que ir en un lugar destacado, legible, indeleble –que no se borre– y con un tamaño de letra que se puede ver y leer facilmente». Esta misma opinión la comparte Ferrer, quien añade que «puede parecer una nimiedad, pero aumentar el tamaño de la letra supone un hecho relevante para el consumidor». Otro aspecto similar que recoge el reglamento es que los posibles alérgenos deberán estar visibles y para ellos será necesario utilizar una tipografía diferente: color distinto, otro tipo de letra o que aparezca marcado en negrita. «Valoro de forma positiva que se ofrezca información clara a aquellas personas con alergias y/o intolerancias, que de un vistazo puedan detectar los posibles alérgenos que les afectan», afirma Maximiano.

En dos años

Las grasas son uno de los puntos de la etiqueta que el consumidor suele mirar. Hasta ahora sólo se debía indicar si la procedencia de las grasas era vegetal, animal o de grasas hidrogenadas. La nueva legislación obliga a detallar qué tipo de aceite contiene: si es de girasol, de oliva o de palma. La presencia de grasas trans seguirá sin tener que indicarse, a la espera de la resolución de 2016. En este caso, Ferrer sostiene que «lo deja un poco incompleto, al igual que sucede con las bebidas alcohólicas al no tener que detallar el listado de ingredientes».

Por su parte, Maximiano ve con buenos ojos que «se tenga que especificar el tipo de grasa vegetal que se use porque no es lo mismo un aceite de girasol que uno de palma. Sin embargo, no comprendo que tengamos que esperar hasta el 2016 para que se exprese obligatoriamente la cantidad de grasas trans de los productos, sobre todo por el daño que producen esas grasas en nuestro organismo».El término sal aparece como tal y no como sodio aunque, según Maximiano, «comprendo que el usuario lo entenderá, pero es una definición incorrecta. Lo que han contemplado es que, cuando un alimento sólo contenga “sal” debida exclusivamente al sodio presente de forma natural, pero cuando se haya añadido sal durante el proceso de transformación, o como resultado de la adición de ingredientes que contengan sal, por ejemplo, jamón, queso, aceitunas, anchoas, etc., no será posible utilizar la declaración». En líneas generales, Ferrer concluye que «tiene más luces que sombras y que todo es susceptible de mejora, pero hay que valorar en positivo todo el esfuerzo realizado». A menos de una semana de la entrada en vigor, según una encuesta realizada por Trace One, el 96 por ciento de las principales compañías del mercado de la alimentación y distribución española aseguran tener ya adaptadas a las nuevas obligaciones derivadas del reglamento 1169/2011 al menos la mitad de las etiquetas de sus productos.