Estados Unidos
La obesidad infantil son los padres
La tasa de obesidad infantil sigue aumentando mientras los pediatras emplazan a los adultos a implicarse en mejorar los hábitos alimentarios de sus hijos.
Cada nuevo estudio hace saltar las alarmas. Si en 2011 el porcentaje de niños con obesidad en nuestro país (19%) superó al de Estados Unidos (16%), históricamente muy por encima, hoy la población infantil española es una de las más obesas de Occidente, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Sin desestimar las elevadas cifras, la preocupación de la Asociación Española de Pediatría (AEP) se centra en la tendencia sostenida al alza. Desde que la obesidad infantil pasó a considerarse un problema de primer orden han realizado diversas campañas centradas en el tipo de alimentación que, a tenor de los resultados, han resultado estériles.
El foco de la acción debe cambiar: “La obesidad infantil no es un problema de niños, sino de la familia”, razona José Manuel Moreno,Coordinador de la Comisión de Nutrición de la AEP.
Falta de concienciación familiar
Moreno se ampara en el informe Aladino, elaborado por la Asociación Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN), para justificar los cargos que imputa a los padres. Según el mismo, el sobrepeso es especialmente numeroso en la franja de edad entre los 6 y los 11 años, con un 26% de casos. Es decir, a una edad en la es la familia quien tiene plena potestad sobre los hábitos del pequeño.
Su experiencia al frente de la Comisión de Nutrición, ha permitido a Moreno comprobar que, para empezar, en los padres hay un claro problema de percepción de la obesidad o el sobrepeso en sus hijos. “Te dicen que están fuertes, pero que están sanos”, explica. No en vano, la mayoría de menores que acuden a su consulta en relación a este problema es porque han sido derivados por el médico de cabecera o el pediatra, pero muy rara vez se trata de una preocupación directa del entorno familiar.
El hecho de que en los grupos de adolescentes “la cifra se estabilice e incluso, disminuya”, apunta Moreno, refuerza su idea de que la concienciación debe centrarse en los progenitores. “Debemos hacerles entender que si no atajan la situación a tiempo, después será más difícil perder peso y eso a la larga repercutirá sobre la salud de los más pequeños”, en forma de problemas cardiovasculares o diabetes, entre otras. A su juicio, hay algo esencial que no debe olvidarse: “La obesidad infantil engrosará mañana los porcentajes de obesidad adulta”.
Un mal espejo
“El niño no tiene que hacer dieta, sino llevar una alimentación saludable”. El coordinador de la Comisión de Nutrición de la AEP es vehemente al respecto. También cuando señala que con los más pequeños no funcionan los extremos: “Tan mala es la excesiva permisividad del ‘haz lo que quieras’ como el restrictivo ‘no te levantas de la mesa hasta que no te lo comas’”, tercia.
Moreno centra su atención en el descenso “indudable” de la actividad física de los más pequeños, que atribuye a dos factores. Por un lado, al elevado consumo de horas de pantalla que duplica el doble de lo recomendable por la AEP, dos horas diarias. Por otro, de nuevo, los padres. Además de dedicar menos horas a la cocina, cada vez son menos activos. Ir a comprar el periódico dando un paseo u optar por las escaleras siempre que sea posible, son dos ejemplos tan manidos como efectivos. “Al final, no es un problema sólo de lo que ingresas, sino también de lo que gastas”, argumenta el pediatra.
¿Afecta la crisis? “Casualmente, los alimentos más baratos son también los peores”, razona. Sin embargo, rechaza señalarla como una causa principal porque los datos de obesidad ya eran preocupantes antes de que llegara la crisis.
cuatro tips para alejar la obesidad:
1. Poner fin al ‘destierro alimenticio’. “Nada de comer sólo en su habitación. A la mesa nos sentamos todos”, señala el doctor Moreno en tono paternal. Las comidas son una ocasión idónea para la comunicación en familia. “El hecho de que haya platos para compartir, como puede ser una ensalada en el centro de la mesa, ayuda a marcar límites”, apunta el pediatra.
2. Un desayuno de rey. El mito de que para no aumentar de peso lo mejor es desayunar como un rey, comer como un príncipe y cenar como un mendigo, sigue plenamente vigente. En los últimos tiempos, el personal docente ha denunciado que los menores que acuden a clase sin desayunar van al alza. Eso se traduce después en somnolencia diurna, irritabilidad y falta de concentración.
3. Integrar el ejercicio. Más allá del deporte que el niño pueda practicar en su tiempo libre, es aconsejable plantearse en qué momentos puede tener actividad. El ejemplo típico es el de ir a la escuela andando.
4. Familiarizarse con el agua. Cada vez son más los pequeños que toman refresco a todas horas y en todas las comidas. Cuando lo que debiera ser una excepción se convierte en la norma, tenemos un problema. Lo dice el coordinador de la Comisión de Nutrición de la AEP: “Los refrescos no son para el día a día, el niño debe aprender a beber agua en el día a día”.
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