Pediatría
«Afortunadamente, vemos morir a pocos niños, cada vez menos»
Lucía Galán Bertrand / Pediatra. No pasa de puntillas por el tema de las vacunas que tan bien defiende en redes sociales y confiesa que «no sería positivo obligar a los padres» a que vacunen como en Francia, que es «partidaria de incluir» la de la meningitis B en el calendario y que la evidencia científica nos dice que «la vacuna contra el VPH es ‘‘extremadamente segura’’».
- Presenta su tercer libro, «El viaje de tu vida» (Planeta). ¿Todas las historias personales que cuenta de pacientes tienen final feliz?
-Ya en el primer libro, «Lo mejor de nuestras vidas» hay dos capítulos donde los protagonistas, que son dos niños, fallecen. Es que esto ocurre, soy pediatra. Afortunadamente vemos morir a muy pocos niños, cada vez menos. A veces no hay finales felices.
-Pero parece que con tanta carga positiva en sus obras podría usted morir de optimismo.
-No, en absoluto; de hecho, en el libro se cuentan muchas miserias, fracasos, sombras, muchas penas, rupturas, duelo y pérdidas y errores. No son libros de autoayuda ni de «mister wonderful»; ni de la vida es bella: lo es, claro que sí, pero a veces es difícil. En «Eres una madre maravillosa» dedico un capítulo entero al optimismo y cómo educar a nuestros hijos en él. Las cosas hay que afrontarlas con valentía, con ganas, con fuerza y tirar para adelante.
-Uno de esos temas, quizá un poco tabú, es el de la muerte de un ser querido, ¿cómo debemos afrontarlo con nuestros hijos?
-Me toca muy de cerca porque hace unos meses mis hijos perdieron a su abuelita y aunque la enfermedad fue muy rápida, sí que me dio tiempo a tener conciencia plena del momento que iba a vivir con mis hijos y de prepararles. Creo que la muerte forma parte de la vida; a partir de los seis y siete años ya los niños lo entienden como algo irreversible. Esa persona ya no va a volver, ya no tienen fantasía. El mensaje que les transmití a mis hijos es que es muy doloroso perder a un ser tan querido, pero al final de todo el proceso tenemos que dar las gracias por todas las cosas bonitas que nos han dejado y quedarnos con los recuerdos maravillosos que nos van a hacer ser mejores personas. Con nuestros hijos podemos hablar de casi cualquier tema si elegimos las palabras adecuadas, el entorno y el momento.
-También se ha atrevido a hablar sobre temas como el divorcio, la fecundación in vitro, la discapacidad, el aborto...
-Escribir sobre el tema del divorcio fue un acto de valentía, porque había pasado un poco por encima en los otros dos libros, pero muchos de mis lectores me lo pedían. El 50% de las parejas terminan separadas o divorciadas. Creo que tenía que hacerlo, son mis aprendizajes tras unos cuantos años en este viaje junto con mis hijos. En ese capítulo cuento lo que a mí me hubiese gustado que me hubiesen contado cuando yo me miré a ese espejo y tomé esa decisión. Por otro lado, el capítulo que más me costó escribir y digerir fue el de Carol, «Cuando quejarse no es una opción». Se trata de una mujer que conocí en San Sebastián, que parece de fuera de este mundo. Tiene una discapacidad de más del 80%, una enfermedad neurodegenerativa, tiene 40 años, y vive en un cuerpecito de casi una anciana que se está apagando poco a poco; que tiene una niña preciosa que se llama Valentina; que nadie daba un duro ni por ella ni por su familia, y los ha sacado adelante con unos aprendizajes valiosísimos.
-En el libro hay 31 páginas sólo sobre la alimentación. ¿Qué pasa?
-Se nos ha ido un poco la pinza. De repente ha surgido una energía de «lo estoy haciendo fatal», «estamos envenenando a nuestros hijos». He escrito un capítulo que se llama «Alimentar a nuestros hijos. No es tan difícil», donde expongo toda la evidencia científica que tenemos hasta la fecha, verdades, mentiras y mitos. Los dos primeros años de nuestros hijos nos volvemos talibanes de la alimentación. Y entre los seis y los nueve tenemos una tasa de obesidad infantil de las más altas de Europa.
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