Alzheimer

Un virus cerebral, detrás del alzheimer

El análisis de grandes conjuntos de datos de muestras cerebrales post mortem de personas con y sin enfermedad de Alzheimer ha revelado nueva evidencia.

El análisis de grandes conjuntos de datos de muestras cerebrales post mortem de personas con y sin enfermedad de Alzheimer ha revelado nueva evidencia. Foto: Reuters
El análisis de grandes conjuntos de datos de muestras cerebrales post mortem de personas con y sin enfermedad de Alzheimer ha revelado nueva evidencia. Foto: Reuterslarazon

Científicos de la Universidad de Arizona han identificado cepas del virus del herpes en las personas afectadas por esta enfermedad que, por el momento, no tiene cura

Es una de las enfermedades más devastadoras y desconocidas que existen. Afecta en España directamente a cerca de un millón de personas y de manera indirecta a millones de familiares y cuidadores. Y la ciencia sigue sin saber realmente qué la produce. El alzheimer continúa (100 años después de su descubrimiento) estando entre los grandes retos de la medicina, de esos sobre los que todavía hay más sombras que luces.

Y precisamente ayer se ha conocido un descubrimiento no exento de polémica que podría suponer una de esas luces que hacen falta. Un estudio publicado en la revista «Neuron» recoge las provocadoras teorías de un grupo de científicos de la Universidad de Arizona en las que se asegura que la presencia de un tipo concreto de virus en el organismo podría ser responsable de la aparición de la enfermedad.

En concreto los autores han identificado cepas del virus del herpes humano 6A y 7 que se expresan de manera especialmente abundante en los cerebros de personas afectadas con el mal. De hecho este virus está presente en los cerebros dañados en cantidades hasta dos veces superiores que en los cerebros sanos.

¿Quiere eso decir que el alzheimer es una enfermedad de origen viral? ¿Se ha abierto la puerta a una futura vacuna contra la enfermedad? Por desgracia, el estudio no permite ser tan optimista. Desde la década de los 80 del siglo pasado la ciencia ha tratado de encontrar alguna causa vírica o bacteriana a esta enfermedad sin cura. Y nunca hasta ahora se habían proporcionado pruebas más o menos sólidas de la presencia de un microorganismo sobreabundante en los cerebros dañados.

En concreto, en palabras de uno de los autores de la investigación, «los informes han demostrado que algunos pacientes con alzheimer han estado expuestos en algún momento de sus vidas a virus del herpes simple pero ahora hemos avanzado mostrando muestras indiscutibles de la presencia de otros virus del herpes de otras modalidades».

Para llegar a tal conclusión, los autores analizaron datos de ADN y ARN de 622 cerebros donados para la investigación que padecían enfermedad y de otros 322 que eran sanos. Utilizando herramientas de gestión informática de grandes datos compararon cuidadosamente las trazas genéticas de cada uno de esos cerebros. En realidad no esperaban encontrar un virus específico en los tejidos. Realmente trabajaban en la búsqueda de algún patrón común que diera pistas sobre el origen del mal.

La sorpresa llegó al encontrar restos genéticos abundantísimos de virus del Herpes en los cerebros enfermos. «Ahora queremos desarrollar una prueba de sangre, suero sanguíneo o líquido cefalorraquídeo para detectar pacientes con alzhéimer o deterioro cognitivo leve con HHV-6 o HHV-7 activo. El objetivo es tratarles con antivirales con la esperanza de desacelerar su alteración cognitiva», señala uno de los autores.

La implicación de los microorganismos y otros patógenos en la salud del cerebro es un tema recurrente en ciencia. Pero también muy polémico. Aún no se cuenta con evidencias suficientes para establecer una clara conexión causa-efecto.

Por eso es necesario seguir investigando en líneas como esta. Pero para los pacientes actuales, por desgracia, la investigación no supone mucho. Estamos lejos de saber si realmente esos virus son los únicos responsables de la enfermedad o si quiera si la protección contra ellos reduce el riesgo de padecerla.

Quién sabe, quizás este nuevo trabajo, aunque aún modesto, abra las puertas a una fértil y novedosa línea de investigación sobre uno de los asuntos aún más oscuros de la enfermedad de Alzheimer: sus causas.