Boxeo

Made in Hell

Made in Hell
Made in Helllarazon

El otro día, en mi peregrinar semanal de compras por las tiendas de material pugilístico, y esta vez, en Charlie Made in Hell concretamente, me encuentro al entrar a dos amiguetes. Y aquí, no puedo dejar pasar la ocasión de comentar la nomenclatura de la tienda en cuestión, llamada Charlie por su fundador y me imagino que “Made in Hell”, porque la famosa marca de guantes se horneaba a fuego lento en el infierno de la puerta del Rock-ola ¡Qué duras las noches madrileñas de los ochenta!

Volvamos a la puerta de la tienda, que yo me pierdo fácil.

Lo bueno de ir a estos lugares, es que siempre te encuentras a alguien del sector que hace tiempo que no ves y puedes encadenar una retahíla de batallitas de esas que tanto nos gustan a los ex boxeadores.

En este caso, me encuentro a un boxeador en activo y a otro retirado hace tiempo. También me encuentro dos noticias, una buena y otra mala... y es que el mundo del encordado tiene estas cosas. Todo lo que sube baja, ying yang, el blanco y el negro, lo bueno y lo malo, que sí, que no, que tú me das, que yo te quito, asalto de gloria, asalto de miseria... Que lo más difícil de este deporte, más que el peso, más que los golpes, es mantenerse equilibrado, lógico, cabal, reflexionado o frío. A veces pienso que la dificultad de encontrar estabilidad en estos lares es más por el torrente de emociones que provoca este deporte que por el deporte en sí, vamos, como un amor loco, desquiciado, irrefrenable, tóxico, salvaje, inconsciente, de los que te pillan por sorpresa y que cuando acaba, te dejan una cosa clara: no sabes lo que quieres pero sabes firmemente lo que no quieres.

Total, que uno me dice que a pocas semanas de realizar su campeonato de Europa, una costilla malandrina lo vence antes del límite, que llevaba meses preparando la batalla y un mal gesto echa por tierra sus sueños continentales. Me cuenta que la suerte le ha sido esquiva este último año y un cúmulo de lesiones le tienen más tiempo del que debiera en el dique seco. Yo esgrimo mi verborrea para animarle, que esto son rachas y que la mala suerte venga junta y así luego se larga reunida. Aprovecho, desde aquí para mandarle un abrazote grande a este peso pluma de nombre futbolero, desearle muchísima suerte en su futura paternidad, que a mi Schuster siempre me ha caído muy bien, es otro de esos tipos que no lo tuvo fácil y gracias al deporte se nos hizo campeón no solo dentro del ring, sino también fuera de él.

La otra persona que arrecia en mis brazos esa mañana, más que amigo es hermano, a pesar de que no somos de hablarnos mucho y esa culpa es mía pues la verdad es que yo desapego mucho con el móvil y él al contrario, que su teléfono parece un apéndice incrustado en su brazo zurdo, porque zurdo es y a rabiar, con esa chulería que tenemos los siniestros al caminar y sobre todo al boxear. Con esa incomodidad al mirar de soslayo, que solo pueden hacer los púgiles con la guardia cambiada, con la sonrisa en la boca de saber que la mayoría de los boxeadores piensan que no deberíamos de existir y algunos entrenadores que no debiéramos nacer.

A lo que íbamos, sobre todo en el ring se tiene que ser un poco chulo. Porque el no tener miedo a ser golpeado y sobre todo la provocación manifiesta del que pone un cebo para que el otro pique, conlleva lo de tener miedo al miedo y solucionarlo con una respuesta en campeón. Porque hay gente que es triunfadora en la tarima y otros que lo son fuera, unos que miden su triunfo por los kos que atesoran y otros por la cantidad de amigos que tienen de verdad.

Yo a este zurdo de mote tigre y de origen Tetuán le tengo un cariño especial, ya no por como me trata a mi, que siempre fue un señor sino por como trata a los demás, pues esa sí es una buena vara de medir.

Persona que es como la conocí y posiblemente será como es, fue padre pronto como un servidor, y como los grandes algún fallo tiene que tener: ser madridista a fuego, pues es más blanco que el Santiago Bernabéu.

Y sí, me gusta hablar bien de un buen boxeador y de una mejor persona, que nuestras pugnas hemos tenido pero siempre hablando se entiende la gente. Que siempre recordaré, que fui su último sparring en una sala desvencijada, debajo de unas gradas de un pabellón del que no recuerdo el nombre, en Santander. Que él boxeando con una sola mano y con 10 kilos menos de peso hizo que me las viera y me las deseara para igualar la contienda ¡qué clase tenía el cabrón!

Me aprovecho de poder decir cosas buenas de un púgil que se lo merece, que desgraciadamente tenemos muy pocas ventanas al mundo donde poder hablar de la gente en este cadalso llamado boxeo. Pero a mí me gusta reivindicar a las buenas personas del pugilismo, en las pocas oportunidades que tenemos de reivindicarlo. Yo desde mi pequeño púlpito endemoniado le hago un homenaje a un amigo, a un hombre, a un boxeador y a una mejor persona: Manel Berdonce “el tigre de Tetuán”.

Sin ponerme meloso y abrazar azucarillos, este post se me vino a la cabeza justo el día que me enseñó la medalla al mérito deportivo que le entregó el ministro. Yo me imagino que ese galardón lo tendrán pocos y mucho menos gente del boxeo y estoy muy orgulloso de que mi brother pueda lucirlo con orgullo, y que sus hijos sepan que su padre dio todo por este deporte y siempre tendrá el premio que muchos le reconocemos. Así que, esa mañana de otoño cuando me acerqué a comprar guantes “Made in Hell” me lleve la alegría del día al compartir premio, conversación, bondades y algo de penuria.

Pero como me iba a sorprender ante tanta dualidad si voy a dejarme los dineros a la puerta del infierno. Y que no me falten los días donde ir a Charlie sea lo más parecido a un Congreso de Diputados de narices achatadas, nudillos irregulares y cejas tristes.

Porque amo mi deporte y a casi toda la gente que camina por el.

Nota: “a casi todos”