Jesús Fonseca
Sarrión: crónica de un procurador
Es el 2 de julio de 2015 y le tiemblan las piernas. Tiene en la mano una camiseta sudada que alguien acaba de quitarse. El Presidente de Castilla y León está a punto de entrar en el Hemiciclo de las Cortes, para la Sesión de Investidura. A sus puertas, atentamente vigilados, un centenar de trabajadores se manifiestan. Los han despedido. Llevan prendas reivindicativas. El protagonista de esta gacetilla se ha hecho con una.
Así recuerda José Sarrión Andaluz su llegada al Parlamento Regional, el día de su bautismo como Procurador de Izquierda Unida. Lo cuenta en Comunes el sol y el viento. Un libro cuidadosamente editado por la editorial Atrapasueñ@s, así con minúscula y arroba —cosas de rojos— con su imagen, puño en alto, que subtitula: «Crónicas de un Procurador en las Cortes de Castilla y León».
Es la primera sesión de esa legislatura. Sarrión lleva plantando cara al capitalismo desde que tenía 15 años y es astuto para colar panfletos y pegar carteles; sabe cómo dar la vuelta a una asamblea universitaria. Pero le impone —es un decir— la presencia del flamante presidente. Al final, se decide: baja los escalones del hemiciclo, se cuela entre las cámaras y entrega la camiseta sudada al socialdemócrata Herrera, que la recoge tan pancho. Con una sonrisa de oreja a oreja. El niño promete, ciertamente. En realidad, su objetivo es la implantación del comunismo en todo el orbe.
Chascarrillos aparte, lo cierto es que nadie se lo currará, a partir de ese día, en solitario y frente a todos, como este joven marxista serio y consecuente, en la defensa de los olvidados y de las causas perdidas. Sarrión tiene ideología y la defiende a capa y espada. Infelizmente para él, el comunismo, es decir, la dictadura del proletariado, se ha quedado en una fascinación.
Cuando se lo digo, me responde que es porque no se aplicó bien. Tararí que te vi... no caeré en el esfuerzo estéril de intentar convencerle de lo contrario. A mí, lo que me importa, es el buen hacer de un hombre rebosante de talento y capacidad. De ironía y de retranca, también. Capaz de trabajar hasta la extenuación por los otros. Completamente honrado. José Sarrión, alejado por ahora de la primera línea por el veredicto inapelable de las urnas, representa lo más cabal de la política. Lo más honesto y limpio. Y como, además, es sacrificado y buenísima gente, lo escribo hoy a los cuatro vientos, como una llama al viento.
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