Redes sociales
El acoso en las redes, nadie está a salvo
Han sido cuatro días, quizá quede aún alguno más, pero no lo creo. Lo que yo he vivido no es nada comparado con lo que sufren a diario muchas personas, pero quiero contarlo, me apetece.
En los tiempos que corren todo el mundo está expuesto a las redes sociales y los periodistas más que nadie. Todo tu trabajo se analiza con lupa y me parece justo. Las críticas están ahí y hay que aceptarlas, no siempre vas a escribir el artículo perfecto.
Acepto esas críticas, los argumentos en contra, incluso a los que te llaman «periodista de mierda» o te tachan de ser un ejemplo de lo que es «el mal periodismo». Hay quien te llama «sectaria», «mezquina», «mentirosa»... o tilda tu reportaje de «basura periodística». Te acusan de no contrastar la información (por no dar la versión que ellos buscan) y de utilizar fuentes que ellos no consideran de fiar.
En toda mi carrera son muy pocas las veces que alguien se ha dirigido a mí en esos términos, pero sucede. Entonces tienes dos opciones: pasar del tema o contestar. Yo suelo optar por la segunda. No tengo problema en responder y debatir con quien sea.
Pero llega un día en el que te topas con el «enemigo equivocado». Dejas de ser la periodista que ha escrito ese artículo incómodo y te conviertes en un objetivo prioritario. Todo el rencor y el odio va dirigido contra ti. Comienzan a llegarte mensajes que poco o nada tienen que ver con lo que has escrito. Llega el insulto y la amenaza. Y cuantos más mejor. Porque lo que busca tu «enemigo» es el escarnio público, la humillación en la plaza del pueblo.
Y se te escapa de las manos, no sabes qué hacer. Mi primera reacción fue la de responder a los que me increpaban, pero entonces te das cuenta de que lo que quieren no es una explicación sino que implores su perdón. Ignorar que están ahí es otra opción, pero el martilleo es constante y llegan a ser muy, muy, muy insistentes. Indagan en tu perfil, buscan datos sobre ti con la esperanza de encontrar ese resorte que te haga saltar, que te desarme, que te haga daño.
Te llegas a plantear que a lo mejor tienen razón y te has pasado, que quizá no debías haber escrito ese artículo, que no lo has hecho bien. Dudas de ti misma. Se te encoge el estómago porque no estás acostumbrada a que la gente hable así de ti, no lo entiendes.
Acosar sale gratis
Pero según pasan los días el estómago deja de encogerse, esos mensajes cargados de odio y resentimiento dejan de tener efecto y comienzas a darte cuenta de que esto va más allá de la información que hayas escrito. Se trata de ataques gratuitos que no llevan a ninguna parte.
Mi salida no ha sido otra que la indiferencia, es así de simple. La de las personas que sufren acoso a diario es más complicada. Y no hablo de personajes famosos o polémicos. Basta con echar un vistazo a programas como «Cazadores de Trolls» para ver que nadie está a salvo en las redes sociales. Hay gente capaz de cualquier cosa para hacer daño.
Se trata de un problema grave y su solución, por tanto, es difícil. En la medida de lo posible hay que denunciar, pero entiendo que habrá gente sometida a tal presión que no tenga ni fuerzas. Otros no tendrán medios o buscarán su propia vía de escape.
De vez en cuando oyes noticias como la de los «ciberpatrulleros» de Bélgica, unos jóvenes de entre 18 y 35 años, que han sido reclutados para luchar contra la intimidación y el acoso en Internet. Alemania se planteó incluso sancionar a Facebook con multas millonarias si en menos de 24 horas no borraba los mensajes que promuevan el odio. Y mientras tu te preguntas si estas medidas se quedan cortas, otros las critican duramente amparándose en la libertad de expresión. Es su alegato para justificar el odio, los insultos, las amenazas y el acoso... da que pensar. ¿Será una batalla perdida de antemano?
Quiero terminar diciendo que en estos días también hubo gente que me dio las gracias (desde el anonimato o en privado) porque ese «enemigo equivocado» que yo me busqué es el suyo también. Siempre aceptaré las críticas por duras que sean, pero los insultos y las ofensas gratuitas, jamás.
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