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A veces jugando, otras veces porque hemos perdido la paciencia... muchos padres o cuidadores zarandean a sus bebés más de lo que ellos mismos son conscientes. Zarandear o sacudir al bebé con brusquedad puede tener consecuencias graves para él, peores cuanto más pequeño es. Hay que ser conscientes de los peligros y mantener la calma.
Es obvio que nadie quiere hacer daño a su bebé, pero hay acciones que pensamos que son inofensivas y no lo son tanto. Hay momentos de frustración o desesperación porque no sabemos calmar a nuestro bebé y éste no deja de llorar. Nuestra falta de sueño, de descanso, de tranquilidad.... provoca en nosotros estrés, fatiga y descontrol, que en algunos casos puede llevar a tomar al bebé en brazos y zarandearlo para que se calle. Lejos de conseguir que se calme, empeoramos la situación. Zarandear o sacudir al bebé de forma brusca o violenta puede derivar en daños neurológicos, problemas de visión, fracturas costales, asfixia, e incluso el fallecimiento.
El zarandeo brusco provoca que la cabeza se mueva de forma violenta hacia delante y atrás o de lado a lado (dado que los músculos de su cuello no están aún lo suficientemente desarrollados para sujetar bien la cabeza), lo que implica que su pequeño y frágil cerebro es empujado contra el cráneo y choca con él. Esto provoca hematomas, hemorragias, daños en el cuello, en la médula espinal, en la retina o en otros huesos. Es lo que se conoce como el SINDROME DEL NIÑO ZARANDEADO y por desgracia es mucho más común de lo que parece.
Hay que tener especial precaución cuando los bebés son menores de un año, pero este síndrome puede afectar a niños de hasta 5 años. En ocasiones las consecuencias del zarandeo violento no se ven el momento, pero hay algunos síntomas que pueden ponerlo de relieve. Algunos de estos son:
- Irritabilidad
- Apariencia más pálida o azulada
- Convulsiones
- Vómitos
- Pérdida del apetito
- Letargo, mareos...
Así que ya sabéis... calma.Los bebés son muy frágiles, su musculatura no está todavía desarrollada y cualquier movimiento brusco que a nosotros nos parezca inofensivo para ellos puede resultar muy grave. No olvidemos que este tipo de zarandeos puede considerarse, dependiendo de su gravedad, como maltrato infantil.
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