Atentados del 11-S
11-S y el Estado
Por Carlos Navarro Ahicart
El pasado domingo conmemoramos el 15º aniversario de los ataques terroristas contra el World Trade Center de Nueva York y el Pentágono del 11 de septiembre de 2001. Quince años de uno de los mayores desastres en la historia del mundo moderno y, más concretamente, de Occidente. Voy a omitir la parte de las teorías conspirativas sobre si fue Al-Qaeda, Bush o los Illuminati quienes provocaron este atentado, ya que no creo que sea tarea mía rebuscar entre los escasos informes de la inteligencia estadounidense y los múltiples libros de intelectuales varios hablando del tema para no llegar, finalmente, a ninguna conclusión clara y sincera.
Lo que sí sabemos que es cierto e irrefutable es que ese 11 de septiembre de hace quince años murió algo más que una vergonzosa cantidad de inocentes. También murió una parte importante de la libertad. Y no solo de la de los americanos, no: de la de todo el mundo. Los líderes mundiales se envolvieron en sus respectivas banderas bajo la falsa premisa de garantizar la “seguridad” de sus pueblos, promoviendo una serie de políticas liberticidas y de mensajes aparentemente patrióticos que conmovieron y repugnaron a partes iguales.
No es casualidad esa reacción por parte de aquellos que embadurnan de aceite los engranajes del Estado. De hecho, no es más que la respuesta esperable de quienes han estado llevando países enteros a la guerra contra otros con burdas excusas que, en muchos casos, ocultaban intereses políticos y económicos propios.
Poco diferencia a estos grandes estatistas de los monarcas absolutistas de siglos pasados, que no dudaban en decretar levas masivas para que hasta el más débil de los campesinos del reino tomase su arma y se enfrentase a la muerte en el campo de batalla por los intereses de su soberano, creyendo, ingenuamente, que luchaba por su patria y por defender a los suyos.
Ningún individuo tiene la necesidad de dejar su vida atrás para armarse, pertrecharse y lanzarse como un kamikaze a la primera zona de guerra que su gobernante de turno considere “hostil”. Ningún individuo tiene la necesidad de luchar por algo que no sea su seguridad personal o la de su propiedad, y mucho menos “por su país” o “por la patria”, que son, al fin y al cabo, construcciones sociales e instrumentos de control muy bien utilizados por la clase política para conseguir que la masa derrame su sangre para lograr sus objetivos.
Es por ello que la gente debe darse cuenta de que el enemigo es algo más abstracto de lo que puede parecer a primera vista. El terrorismo es un enemigo, por descontado. A nadie se le ocurriría eximir de culpa a quienes realizan masacres indiscriminadas “en nombre de” cualquier cosa. Pero existe otro, bastante más poderoso, que se encuentra alrededor de todos nosotros y controla todos y cada uno de los aspectos de nuestras vidas. Y ese enemigo es el estatismo.
No olvidemos el 11 de septiembre. No olvidemos ningún atentado terrorista. Pero tampoco ignoremos quién nos lanza sin tapujos a guerras que no son nuestras, a batallas que no tenemos por qué luchar, y nos deja desprotegidos frente a las consecuencias de sus propias decisiones. #NeverForget
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