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Obama, de perdidos al río
Por Carlos Navarro Ahicart
En un par de semanas llegará a su fin el mandato del que es, a mi juicio, uno de los peores presidentes que Estados Unidos ha tenido: Barack Obama. El primer presidente negro de la historia de este país puede presumir de logros tales como haber recibido un Premio Nobel de la Paz siendo uno de los mayores partidarios de las intervenciones militares en el extranjero o de ser venerado por la progresía de todo el mundo tras haber aprobado un plan sanitario que ha encarecido el coste de la sanidad estadounidense para las clases más desfavorecidas.
Pero si con algo se ha coronado Obama es con la crisis diplomática que acaba de causar a los Estados Unidos. Primero, respaldando la insultante resolución de las Naciones Unidas contra Israel por el asunto de los asentamientos en “suelo palestino”; y, segundo, armando la bronca padre con la Rusia de Putin por unos supuestos “ataques informáticos” que favorecieron la victoria de Donald Trump en las elecciones del pasado 8 de noviembre. Sí, parece que, a pesar de la evidencia, algunos aún no asumen que ha ganado el republicano.
Pues, bien: amparándose en ese argumento de dudosa veracidad, el bueno de Barack ha ordenado a nada menos que 35 diplomáticos rusos que abandonen los EEUU en menos de 72 horas (cosa que ya han hecho junto a sus familias), ha cerrado dos centros propiedad del gobierno ruso y ha impuesto las sanciones económicas más duras de sus dos legislaturas como presidente.
Resulta cuanto menos curioso que Obama -y gente como él-, que clamaba a los cuatro vientos que Trump nos sumiría a todos en una 3ª Guerra Mundial, sea el primero en realizar avances sustanciales para cumplir con esta predicción.
Frente a la relación de amistad y cordialidad que Trump ha abogado por mantener con otra de las mayores potencias del planeta, el presidente saliente ha optado por la vía de la hostilidad y la guerra diplomática más brutal jamás vista en los últimos años. Si hubiese actuado con la misma dureza cuando ha tenido que hacerlo, otro gallo cantaría.
Una vez más, el progresismo demócrata antepone el interés electoral y propio al bienestar y la paz de todo un país. Obama, Clinton y su ralea preferirían -y prefieren- ver el mundo arder antes que admitir la victoria de alguien que les provoca tantos sarpullidos como Trump; antes que admitir que la democracia y su sistema electoral se les ha vuelto en contra y ha dado las llaves de la Casa Blanca a quien juraron destruir, costase lo que costase. Sí, aunque costase una guerra con una superpotencia como Rusia por la aversión personal de nuestros queridos progresistas a Putin y su gobierno.
Y no seré yo quien defienda a Putin como líder modélico en el plano internacional, ni mucho menos. Pero en absoluto creo que la forma más adecuada de tratar con Rusia sea amenazando a sus diplomáticos o sancionando su economía por electoralismo. Y, en eso, Trump tiene muchísimo que enseñarle a esta gente que cree actuar con la voz del pueblo.
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