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El éxito del “antiguo” y “perverso” Bachillerato de Excelencia

El éxito del “antiguo” y “perverso” Bachillerato de Excelencia
El éxito del “antiguo” y “perverso” Bachillerato de Excelencialarazon

El punto número 69 del Programa Electoral del Partido Popular para las elecciones autonómicas de 2015 establecía la promoción del bachillerato de excelencia. Esta actuación la inició la Comunidad de Madrid con carácter pionero en un único centro educativo en 2011. Desde entonces, se han ido sumando nuevos centros con el objetivo de que todos los alumnos, que tuvieran la voluntad y la capacidad para seguir este programa, pudieran hacerlo. Así, hoy contamos con aulas de excelencia en Madrid capital, Tres Cantos, Alcorcón, Torrejón de Ardoz, Las Rozas, Pozuelo de Alarcón, Boadilla del Monte, Valdemoro, Majadahonda, Móstoles, Ciempozuelos, Alcalá de Henares, Getafe y Torrelodones.

El acceso a esta modalidad de bachillerato es voluntario para aquellos alumnos que quieren un mayor nivel de exigencia y que acreditan haber obtenido una nota media igual o superior a ocho en Lengua Castellana y Literatura, primera Lengua Extranjera, Ciencias Sociales (Geografía e Historia) y Matemáticas de la Educación Secundaria Obligatoria.

Una vez integrados en el programa, los jóvenes cursan un bachillerato que cuenta con un mayor número de horas lectivas en Inglés, Latín o Matemáticas. También llevan a cabo, en horario de tarde, actividades, cursos, seminarios adicionales y un proyecto de investigación. Finalmente, los alumnos obtienen un certificado acreditativo y, en su caso, premios de excelencia para aquellos que más han destacado.

El éxito del bachillerato de excelencia queda atestiguado por el hecho de que varias comunidades autónomas han imitado la iniciativa de Madrid, pero también, y es lo más importante, porque cada vez un mayor número de familias quieren que sus hijos participen en él. Sólo en el último año y medio el incremento ha sido de un 35%, pero en un escenario temporal más amplio se constata que partiendo de los 100 alumnos iniciales, ahora, sólo cinco años después, su número se ha multiplicado por ocho. También familias de otras regiones envían a sus hijos a cursar estudios en Madrid: alumnos de Cataluña, Andalucía, Navarra, Castilla-La Mancha, Castilla y León, etc.

Prueba definitiva de su éxito son las elevadas notas en los exámenes de acceso a la universidad de aquellos que han superado el bachiller de excelencia y los múltiples premios nacionales e internacionales, primeros puestos en olimpiadas de ciencias y matemáticas que están logrando estos jóvenes.

Todo esto ha dejado en evidencia a aquellas personas que, por motivos estrictamente partidistas, calificaron este proyecto como “antiguo”, “perverso”, “burbuja artificial” y otras descalificaciones variadas. Son las mismas que hicieron el ridículo, en su día, criticando algo tan acertado y valorado por todos como la educación bilingüe.

Frente a estas opiniones interesadas, nacidas del entorno ideológico de la izquierda, la realidad es tozuda y demuestra que el bachillerato de excelencia es una herramienta que garantiza tres principios que son esenciales para nosotros: la educación pública de calidad, la igualdad de oportunidades y que cada alumno explote al máximo su potencialidad. Son evidentes las causas por las que esta modalidad de bachillerato contribuye a reforzar estos principios, pero puede destacarse que permite que alumnos con menos recursos y alta capacidad desarrollen sus estudios al más alto nivel, sin que las barreras económicas se lo impidan.

La defensa de estos principios por los distintos gobiernos del Partido Popular ha hecho posible que, según el Informe PISA, nuestros jóvenes de 15 años estén al nivel en lectura y ciencias de los ocho países más avanzados del mundo o dentro de los tres más punteros de la Unión Europea; o que los alumnos madrileños sobrepasen en lectura, matemáticas y ciencias a la media de países como Reino Unido, USA, Francia, Italia, Noruega, Suecia o Luxemburgo.

Ante esta realidad incuestionable, sería muy deseable que los partidos de izquierdas se modernizaran y olvidaran aquellas tesis que sólo retóricamente defienden la educación pública, puesto que lo único que consiguen son los resultados decepcionantes a los que nos tienen acostumbrados las regiones gobernadas por estas formaciones políticas. Aplicar esas políticas antiguas en Madrid sí que sería perverso y se convertiría en el peor castigo que podríamos infringir a nuestros jóvenes, porque una sociedad avanzada no puede permitirse desperdiciar la voluntad de esfuerzo y la capacidad de estudio que los alumnos del bachillerato de excelencia demuestran.