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No cortes mis alas
Que nuestra capacidad creativa está anulada es obvio, ya no es ninguna novedad, y cuanto más avanzamos en el colegio menos libertad tenemos para pensar por nosotros mismos, y por lo tanto, de crear. La imaginación y las ganas de aprender cosas que no están en los libros de texto las tenemos que dejar en casa, los profesores no vienen a trabajar para ser sorprendidos sino a que nuestras respuestas y preguntas se ajusten a lo que pone exactamente en la lección del día. Tenemos grabado a fuego que el que saca las mejores notas es el alumno más inteligente y exitoso, y eso es MENTIRA.
El alumno exitoso -salvando excepciones-, esa que el que se ha adaptado al sistema educativo, a la inflexibilidad, al pensamiento convergente, a los patrones establecidos repitiendo lo que su profesor le ha contado sin pararse a razonar si es verdadero o falso o si se podría decir de otra manera. El alumno acostumbrado a que lo que el profesor dice va a misa y no hay nada más que hablar, el alumno que no se sale del tiesto, el alumno que tiene el cuaderno muy limpio y que repite la lección como un papagayo aunque no sepa ni lo que ha dicho, el alumno que entrega los trabajos tal y como el profesor espera. Pero señores la vida real no es así. El bicho raro no es el que piensa. Las empresas buscan personas productivas, innovadoras, resolutivas, que piensan por sí mismas, con pensamiento divergente, creativas, emprendedoras, originales, valientes...
Sin embargo, en el colegio nos cortan las alas, coartan la creatividad y nuestra capacidad para innovar y ser únicos se va mermando hasta que nos rendimos y sucumbimos al sistema, y a aquel que no se doblega lo machacan hasta que se aburre y cede por miedo a que le suspendan docentes que no están formados para sobrellevar la nuevas formas de pensar y aprender. El talento que se escapa de sus cánones lo ignoran, maltratan, infravaloran, aniquilan, arrinconan, abandonan, aburren... hasta que se terminan por creer que son una mierda con todas las letras. Los alumnos que razonan asisten a los exámenes con un escepticismo total, vendidos al veredicto, poder de autoridad y subjetividad del examinador. Porque para poder estar a la altura del alumno "exitoso"han debido dejarse en casa el hemisferio derecho y eso como comprenderéis es imposible.
No es de recibo en la era de la información y las tecnologías, tratar al alumno como una tabula rasa, como un objeto pasivo que espera a que le digan lo que tiene que hacer sin rechistar, y le planifiquen hasta donde debe llegar su esfuerzo, permitiéndose el lujo de prescindir de las diferentes capacidades de cada uno.
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