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En donde esté un pueblo como Labro, que se quite lo demás.
Parece muy normal vivir en un pueblo ubicado en las alturas, que para llegar a casa hay que ascender a 600 metros de altura, pero a mi no me parece tan sencillo, como lo cuentan algunas personas. Existen pequeñas poblaciones en Italia que tienen un ascensor para que sus habitantes tengan una vida más fácil, pero no es lo más común.
Recorriendo estos pequeños preciosos pueblos y ya estando en las alturas, suelo hacer la broma de que si viviera yo allí y hubiera olvidado la leche al llegar exhausta a mi casa, seguramente que cambiaria mi dieta al menos por ese día, sólo por no bajar cientos de escaleras para ir a la tienda y volver a subirlas.
Sin embargo, y a pesar de que la vida en las alturas no es para nada fácil, hay quien prefiere vivir en un pueblo medieval, cargar la leña en una carreta y transportarla a base de verdaderos esfuerzos, que seguir en las grandes capitales.
En la provincia de Rieti, a 80 km. de Roma, las pequeñas localidades que cuelgan literalmente de los montes son bellísimas. Labro, es una de ellas. Es impresionante recorrerla por varios motivos, la primera por su inclinación, la siguiente porque es absolutamente perfecta, es como si alguien hubiera decidido crear el pueblo perfecto en donde todo estuviera en su sitio, perfectamente delimitado, limpio y organizado y todo esto a muchos metros de altura.
Hay días que tiene uno tanta suerte que no es de creerlo. Por lo general los habitantes de los borgos italianos (pequeños pueblos) son amables y sonrientes, pero no muy parlanchines que digamos. Pero de vez en cuando, tiene uno la suerte de encontrarse con gente muy amable con deseos de contar su propia historia.
Siempre había tenido deseos de preguntarle a algún vecino de un pueblo ubicado en las alturas, cómo resuelven su día a día en los tema cotidianos, como es ir a comprar la leche, el pan y hacer la compra diaria. No había encontrado a nadie que me lo contara hasta que subiendo a Labro, este pueblo impresionante, me encontré de frente a un hombre con aspecto de habitante de ciudad, que tiraba de una carreta cargando leña. Todo esto por unas escaleras con una pendiente considerable. Empecé por pedirle permiso si podía grabarlo, cosa que aceptó encantado y para mi alegría, no tuvo ningún problema en contarme parte de su vida.
Maurizio me contó que parte de su vida la pasó en Florencia, después en Luxemburgo, Londres y volvió a Italia para vivir en Milán entre otras ciudades en Italia, pero que al final, hace 5 años y cansado del agobio de las grandes capitales de Europa, tomó la mejor decisión de su vida, irse a vivir a este precioso y recóndito pueblo italiano Labro que ya lo conocía de pequeño al ir a veranear a él. Un día pensó seriamente lo que quería hacer en la vida, lo habló con su mujer y sus hijos y se instalaron en su pequeña casa en las alturas. No dejaría esta nueva vida ni por todo el oro del mundo.
No es la primera vez que escucho que la gente que vive en estos pueblos tiene una vida mucho más larga que cualquiera de los que vivimos en las grandes ciudades, con infraestructuras que nos ayudan a eso, a no movernos, a no hacer esfuerzos que para ellos son tan habituales como subir y bajar diariamente 50, 80 ó 100 escaleras para ir a comprar el pan cada día.
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