Leyendas y brujería

Las brujas de Anaga: misterio, niebla y magia en el bosque más encantado de España

No pocos lugareños juran escuchar risas, cánticos o lamentos en medio del bosque

Parque Natural de Anaga
Las brujas de Anaga: misterio, niebla y magia en el bosque más encantado de EspañaTenerife On

Entre montañas, barrancos y mucha niebla, se esconde uno de los rincones más intrigantes de Tenerife: el macizo de Anaga. Este lugar, declarado Reserva de la Biosfera por la UNESCO en 2015, destaca por su biodiversidad y belleza, pero también por ser el escenario de leyendas que han alimentado la imaginación de generaciones, como son las brujas de Anaga.

Sí, has leído bien. Brujas. Con escoba, hechizos y, según dicen, una agenda bastante ocupada en noches de luna llena.

Un bosque que respira historia, y algo más

El macizo de Anaga, ubicado al noreste de la isla, es uno de los territorios más antiguos de Tenerife, con unos 7 a 9 millones de años de antigüedad. No es de extrañar que en tanto tiempo haya acumulado historias. Pero lo primero que atrapa es el paisaje. Un paraíso verde y húmedo donde la laurisilva se despliega en todo su esplendor.

En este ecosistema único crecen especies que parecen salidas de un libro de botánica fantástico: laureles centenarios, tilos gigantes, acebiños y helechos que abrazan la tierra como si guardaran un secreto. Todo esto bajo una niebla persistente.

Y no hablamos solo de plantas. En Anaga cantan los pinzones azules, revolotean los herrerillos canarios y se deslizan, con sigilo reptiliano, los lagartos tizones. Hasta los insectos aquí parecen llevar siglos viviendo una vida de cuento.

Las brujas (o como convertir un paseo en una aventura paranormal)

Entre tantas curvas de sendero y árboles retorcidos, es fácil dejar volar la imaginación. Pero en Anaga, no hace falta exagerar. Las leyendas populares aseguran que, desde la época de la colonización española, los vecinos ya hablaban de mujeres misteriosas que se internaban en el bosque para hacer... cosas. Algunas como controlar el clima (¿acaso no son ellas las culpables de tanta niebla?) o lanzar conjuros para curar o maldecir.

Los famosos aquelarres -reuniones secretas de brujas- supuestamente se celebraban en claros ocultos, donde se dice que se encendían hogueras, se invocaban espíritus y se bailaba hasta que el gallo cantara, o al menos hasta que la cabra de algún pastor se escapara del susto.

No pocos lugareños juraban escuchar risas, cánticos o lamentos en medio del bosque. ¿Efectos de la humedad o ecos de lo oculto? Nadie lo sabe, pero lo cierto es que el miedo y la fascinación convivieron durante siglos.

Un mito con raíces reales

Aunque hoy las brujas de Anaga se narran más en tours y cuentos que en los juzgados, hubo un tiempo en que estas historias tenían consecuencias reales. Durante los siglos XVI y XVII, varias mujeres fueron perseguidas en Tenerife acusadas de practicar la brujería. Muchas de ellas eran simples curanderas, parteras o sabias que conocían las plantas medicinales.

Ese saber natural, en una época dominada por el miedo y la superstición, se convirtió en su condena. Así, leyenda y realidad se entrelazaron como las ramas de la laurisilva, creando un imaginario popular que aún hoy late en el corazón del bosque.

Anaga hoy

Hoy, Anaga es uno de los destinos más visitados por senderistas, amantes de la naturaleza y, por qué no, buscadores de misterios. Tanto, que el Cabildo de Tenerife a tenido que poner coto a tanto visitante.

Los caminos están bien señalizados, pero eso no impide que uno sienta, de vez en cuando, que algo -o alguien- lo observa desde el follaje.