Turismo
¿La foto más cara de tu vida? Pisar esta Reserva Natural Especial te puede costar 150 euros
El Cabildo y la Guardia Civil han activado un plan de choque con más vigilancia, control y educación para controlar la alta presión humana sobre el lugar
La Reserva Natural Especial de Las Dunas de Maspalomas, joya frágil del paisaje canario, vuelve a estar en el centro del radar ambiental. El Cabildo de Gran Canaria y la Guardia Civil -a través de SEPRONA- han activado un plan de choque con más vigilancia, control y educación in situ después de constatar una presión humana al alza, que se sitúa entre 150 y 300 personas se cuelan cada día en zonas vedadas y, al atardecer, la cifra puede dispararse hasta medio millar. El objetivo es simple pero urgente: parar la degradación del ecosistema antes de que sea irreversible.
Un icono turístico, no un parque temático
Las dunas son mucho más que un fondo de pantalla para fotos. Constituyen un ecosistema singular en Canarias, protegido con la máxima figura autonómica -Reserva Natural Especial- bajo el paraguas de la Ley 4/2017, de 13 de julio, de Suelo y Espacios Naturales Protegidos. Sobre esa arena se sostiene una biodiversidad que no entiende de modas ni de filtros, con matorrales adaptados a la sal y al viento (tarajales, balancones, siemprevivas) conviven con una avifauna que utiliza tanto las formaciones dunares como la Charca para descansar, alimentarse y criar. Por allí pasan y anidan especies como el charrán común, el chorlitejo patinegro o el cernícalo vulgar, entre otras muchas.
El problema, explican desde la administración insular, no es el turismo en sí -las dunas se pueden contemplar desde zonas habilitadas-, sino salirse del guion, es decir,saltarse cuerdas, ignorar carteles y pisar vegetación que tarda años en recuperarse. Cada huella fuera de los senderos es, para la flora, una zancadilla; y para la fauna, un megáfono que anuncia “me voy de aquí”.
La hora dorada y el pico de presión
A pesar de la señalización, la delimitación con cuerdas y los balcones paisajísticos, entre 150 y 300 personas acceden a diario a áreas prohibidas. El fenómeno se agrava al caer la tarde, cuando el sol baja y las stories suben, con casi 500 visitantes que pueden concentrarse en puntos sensibles para cazar la foto del ocaso. Es el lado B de la “hora dorada”: bonita para el feed, letal para un ecosistema que depende de la tranquilidad para que aves y plantas hagan su trabajo sin flashes ni pisotones.
Tecnología y botas sobre la arena
Para abordar la situación, el Cabildo de Gran Canaria ha puesto en marcha una estrategia más ambiciosa que combina tecnología y presencia sobre el terreno, en colaboración estrecha con SEPRONA. El paquete incluye:
Sensores de afluencia para conocer en tiempo real cuánta gente se mueve y por dónde.
Señalización digital con códigos QR, que ofrece información clara, educativa y actualizada del espacio.
Pantallas informativas en puntos clave, recordando normas de uso y por qué existen.
Refuerzo de los controles en la Charca, el área más vulnerable del conjunto, donde cualquier alteración se multiplica.
Nada de esto sustituye a las personas. Agentes de Medio Ambiente y patrullas de SEPRONA intensificarán la vigilancia, con un enfoque doble: disuasorio y pedagógico. Porque sí, hay normas; pero también hay razones. Y cuando se explican bien, la mayoría entiende que el mejor “modo retrato” es el que deja la naturaleza en paz.
El equilibrio de las dunas es delicado por definición. Alterar el relieve con pisadas repetidas, compactar la arena, quebrar tallos o ahuyentar aves tiene un efecto acumulativo: hoy no se nota, mañana tampoco… hasta que un día la dinámica dunal cambia y lo que era móvil se estanca, lo que era refugio queda expuesto y lo que era Charca pierde su papel de oasis. En resumen: la factura ecológica llega, con recargo.
Proteger las dunas no es ir contra el disfrute, sino garantizar que siga habiendo algo que disfrutar. Ver el atardecer desde los miradores habilitados no quita magia; la multiplica si sabemos que, al día siguiente, charranes y chorlitejos seguirán encontrando casa.
Ver, respetar, compartir y listo
El mensaje de las autoridades es tan directo como una flecha en Google Maps. Disfrutar sí; invadir, no. Hay recorridos señalizados, miradores y puntos panorámicos pensados precisamente para llevarse la foto sin llevarse por delante el ecosistema. Si a alguien le asaltan dudas, los QR están para eso; y si la tentación de la duna “virgen” aparece, habrá sensores y agentes recordando que lo virgen se cuida, no se pisa.