Valladolid
Luis Argüello
“Necesita poco para remangarse y ponerse manos a la obra, ante la necesidad ajena, como se está viendo estos días”
Luis Argüello es uno de los nombres grandes del Episcopado mundial. Pero esto es lo de menos; lo de más es que, el actual secretario general y portavoz de la Conferencia Episcopal Española y obispo auxiliar de Valladolid, es un prelado orante y pastor, metido en la sociedad. Abnegado y sagaz, este palentino de Meneses de Campos, huye de lo aparatoso y artificial para situarse siempre en la piel del otro.
Monseñor Argüello necesita poco para remangarse y ponerse manos a la obra, ante la necesidad ajena, como se está viendo estos días de rigor y de desdicha, en los que ha movilizado a Cáritas y Manos Unidas, e ilusionado a miles de voluntarios, para socorrer a muchos y sanar heridas a manos llenas. Me gusta esa habilidad que tiene Luis Argüello para ser cauce de luz, cuando se trata de escuchar y compartir con un corazón agradecido, llorar con el que llora o alegrase con el que se alegra.
La verdad es que Monseñor Argüello, como gusta matizar el director de COPE en Castilla y León, practica como pocos el mandato evangélico de ser «sencillo como paloma y prudente como serpiente». Le va mucho en ello, ciertamente. Pero lo que de verdad le interesa a este hombre de Tierra de Campos —y para lo vive— es para llevar la permanente novedad del Evangelio y su esperanza a cuantos se cruzan en su camino; para compartir la fe y la caridad, día tras día. Le preocupa y le ocupa, más que cualquier otra cosa, cómo ser Iglesia viva en la sociedad actual.
Pero, ¿por qué le dedicó mi gacetilla de hoy a este obispo? Pues porque, desde la sensatez y el equilibrio, Luis Argüello está avanzando, pasito a pasito, para embridar las relaciones de la Iglesia con el gobierno actual de España, a base de practicar esa soberana paciencia «que todo lo alcanza» y ser muy veraz. El ministro de Justicia, Juan Carlos Campo, que no acostumbra a dar puntada sin hilo, comentaba en un corrillo de periodistas entre los que se encontraba este gacetillero, en la Casa de América, en Madrid, antes de que se decretara el estado de alarma: «Es que Argüello es muy templado». ¡Qué buena definición!
Es una suerte que, en medio de una situación como la actual, tan inquietante por muchas razones, tengamos a este castellano leonés en un lugar determinante para la gobernanza eclesial. Porque si alguien representa a esa Iglesia empeñada en el don de la vida y de la fe y en ser semilla de eternidad, es Luis Argüello.
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