Poesía
Javier Alvarado: “Salamanca es un ineludible lugar de referencia poética y llena de emoción ver que algunos de sus certámenes han sido ganados por centroamericanos”
Entrevista al panameño Javier Alvarado, ganador del II Premio Rey David de Poesía Iberoamericana, que será entregado en Salamanca el próximo 13 de octubre, en el marco del XXIV Encuentro de Poetas Iberoamericanos que dirige el poeta A. P. Alencart, colaborador de LA RAZÓN
-Al preparar esta entrevista, uno tiene que acudir, como de costumbre, a la información que Internet puede ofrecernos. Averiguamos que Javier Alvarado nació en 1982 y estudió Lengua y Literatura Española en la Universidad de Panamá. Llama la atención que ya tiene su entrada en la Wikipedia, aunque la información que encontramos allí se queda corta en lo relativo a la lista de premios, accésit y menciones de honor de que ha sido merecedor pese a su juventud. De los muchos premios que has recibido, ¿cuál es el que más te ha llenado de satisfacción?
-Agradezco enormemente esta entrevista y este gran esfuerzo por promover la creación de Poesía Bíblica en Iberoamérica. Alfredo Pérez Alencart, Jacqueline Alencar, que es un ángel custodio ya de este certamen, el pintor Miguel Elías, dotado con un talento maravilloso para llevar a la pintura nuestro sentimiento místico y religioso, el prestigioso jurado, la Sociedad Bíblica de España, hacen de este certamen, una floración de olivos. Es como entrar y estar en un estado de gracia. Para mí todos los certámenes y premios tienen un significado especial; pues han permitido algo que no puedo hacer: sufragar: las ediciones de mis libros. Cada uno de ellos ha hecho posible la aparición de mis versos tanto en Panamá como en otras partes. Un premio que me ayudó a seguir la ruta trazada por otros creadores en mi país; fue el Nacional de Literatura Ricardo Miró y cuando lo gané en la sección poesía, fue como seguir el sueño propio y el de cada uno de ellos.
- Además de tu obra propia, nos consta que realizas un trabajo muy importante como difusor de la poesía de otros…
- Desde muy joven aprendí que hay que ahondar en las raíces. Visité a muchos poetas en Panamá y a escritores de otros géneros, aprendiendo, indagando. Hay una máxima que se la oía a los mayores: Honrar, honra y hay una satisfacción tremenda cuando se rescata u homenajea la poesía de otros (poetas de los cinco continentes); en algunos casos, poetas fallecidos y digitar sus textos te da esa magia de imaginar sus sensaciones al momento en que fueron escritos esos poemas y luego la satisfacción de leer, escuchar agradecimientos por esa labor es algo que te ayuda a seguir haciendo eso, primando la calidad, sobre todo.
-¿Cuál es tu diagnóstico sobre la situación de la poesía en general? ¿Y sobre la situación en Centroamérica (porque en los últimos años hemos visto en Salamanca cómo están destacando los jóvenes poetas de esa región)?
-Hoy en día, las redes sociales han traído una proliferación de publicaciones de todo tipo. Hay que ser cuidadoso y claro, hay material y autores de valía. Salamanca es un ineludible lugar de referencia poética para muchos poetas en la actualidad y llena de emoción ver que algunos de los certámenes que se convocan desde esta antiquísima ciudad han sido ganados por centroamericanos. Centroamérica ha tenido una historia compleja. Roque Dalton, el poeta salvadoreño, manifestó en uno de sus poemas que la violencia es la partera de la historia y terminó asesinado; Roberto Sosa de Honduras nos habló en Los pobres de los campesinos golpeados por la miseria y cargando “el féretro de una estrella”, Luis Cardoza y Aragón de Guatemala dejó una Pequeña Sinfonía del Nuevo Mundo que es toda una marcha con el lenguaje; Ana Ilce Gómez dejó una obra breve pero de una belleza y agudeza extraordinarias, Eunice Odio de Costa Rica un Tránsito de Fuego que es uno de los más complejos y altos poemas en nuestra lengua y en Panamá, Diana Morán que con sus poemas Gaviotas de cruz abierta y Soberana Presencia de la Patria, dejó testimonio sobre la matanza de estudiantes y civiles por enarbolar nuestra bandera en la Zona del Canal y ahora poetas de otras generaciones, siguen indagando en ese pasado, ven el presente convulso y brindan vaticinios. Centroamérica es la cintura del continente americano; cuya gente sigue sufriendo y esperando.
-¿Cómo surge la idea de presentarse al premio Rey David?
-Puedo decir que ocurrió como un llamado. Desde niño recuerdo la religiosidad de mi abuela Lucila, que, si bien no iba mucho a misa, tenía un altar y una lámpara de querosene con su llama eterna, y mi abuela Reyes, a pesar de sólo llegar a IV grado, leía la Biblia, evangelizaba y cantaba salmos por los campos. Me tocó una vez acompañarla a La Guindavela y llevaba instrumentos musicales y luego de predicar, les pidió a los campesinos que hicieran peticiones en voz alta; una mujer pidió que Dios les diera dinero para ir al hospital, eso me marcó y siempre lo sigo recordando. Con la pandemia, uno se ha preguntado muchas cosas y escudriñando en ese interior, se dio esa sensación con lo místico y lo religioso. También influyó mucho la lectura de un libro obsequiado por María Antonieta Flores: Poemas de Quebrada de la Virgen de Armando Rojas Guardia, gran poeta venezolano. Eso condicionó la escritura de varios libros, entre esos El Pastor Resplandeciente que tiene como tema central los milagros de Jesús y tiempo después surgió Acuérdate de mí cuando estés en el paraíso. En mi escuela Panama School tenía un profesor de religión, Ricardo Zurita, quien nos contó el pasaje del Buen Ladrón, de Dimas, y nos dijo; “se robó el cielo”, “hay que aprender a robárselo” y no puedo dejar de mencionar las procesiones de Semana Santa en Ocú, mi pueblo y la figura de los penitentes, los cuales cargan armaduras hechas de cañas delgadas y con los ojos vendados al compás de serenatas y cantos religiosos de varios siglos atrás. Vi la convocatoria y luego de revisar bien los sonetos y la estructura del libro, decidí enviarlo al Premio Rey David de Poesía Bíblica Iberoamericana.
-El poemario con que has ganado este premio, Acuérdate de mí cuando estés en tu Paraíso, es un libro de sonetos. Dada su dificultad y el desdén de la métrica clásica por parte de algunos jurados de premios literarios, me parece una opción muy valiente… Además, cuesta ver en ellos una influencia directa, por ejemplo, de los grandes sonetistas castellanos del Siglo de Oro, de modo que tus sonetos beben de otra fuente de clasicismo, o no tienen una fuente específica…
-Creo que hay una herencia cultural insoslayable. El modelo métrico vino de Italia y en otras partes ha seguido cultivándose todos estos siglos. Mientras mis compañeros de colegio estaban con lecciones de taquigrafía, archivo de oficinas, contabilidad, correspondencia en inglés, yo leía a Garcilaso, a Lope, a Góngora, a Quevedo, a Sor Juana Inés de la Cruz. Llegaron a mí en unas ediciones muy baratas en la desaparecida Librería Menéndez en Panamá. Tuve la suerte de que mis maestros cultivaron el soneto. Moravia Ochoa, por ejemplo, ganó el premio nacional con un libro de sonetos siendo estudiante de colegio (Raíces Primordiales que es un libro sobre el amor que impacta por su belleza y precocidad) y César Young Núñez lo cultivaba con humor, como el caso de Poesía mía que estás en los cielos, con sonetos dedicados a figuras del santoral católico; por ejemplo, a Santa Tecla y entre paréntesis, él agregaba (patrona de las mecanógrafas). Ellos me decían que el soneto debe decir, comunicar, no versificar por versificar. Ahora bien, recuerdo también las clases de métrica de Ricardo J. Bermúdez y mencionaré a poetas que he leído de mi país que han dado sonetos espléndidos: Ricardo Miró, León A. Soto, Stella Sierra, Esther María Osses, Rosa Elvira Álvarez, Elsie Alvarado de Ricord, Tristán Solarte, Demetrio Fábrega, José de Jesús Martínez, José Franco, Roberto Luzcando, Porfirio Salazar. En 2017, pude ir a El Salvador y conocer a Carmen Gonzalez Huguet y ella es una de las grandes sonetistas de nuestra región y aprecio mucho su obra en esta vertiente. El soneto ha sido un medio de comunicación con Dios y de cantarle. Como bien dices, puede haber varias fuentes y en algunos pasajes del libro, hay una intención narrativa de colocar al lector en cada momento de la Pasión de Cristo, incluso con las siete palabras.
-La anterior ganadora de este mismo premio, Laura García de Lucas, le dio mucha importancia al número de versos de su libro, Vasija, que fue 490, setenta veces siete. ¿Tiene también algún sentido especial el número de sonetos de tu libro, cincuenta? En todo caso, ¿qué nos puedes decir del poemario ganador del certamen anterior?
-Ahora que lo mencionas, pueda que sí; pero no en el sentido del libro Vasija de Laura García de Lucas. Se repite el 7, por las siete palabras pronunciadas por Jesús en la crucifixión. He podido escuchar la entrevista que le realizaron a ella y leer su libro Vasija. Como toda una artesana, Laura, ha sabido moldear en sus versos una Vasija para el lector, cada verso, por decirte así es un círculo de arcilla y el libro va girando como un torno; las imágenes, los significados, las referencias van en un transitar y rumbo a ese encuentro con Dios, donde e vuelve metáfora de agua, diafanidad, sed infinita. Felicito a Laura por su libro y me alegra compartir con una poeta de mi generación este hermoso Premio Rey David de Poesía Bíblica Iberoamericana.
-Vemos en tu libro tres partes: Lamentaciones del desterrado, Vía dolorosa y Alabanzas amatorias del buen ladrón. Sus temas o marcos, respectivamente, son la situación del ladrón crucificado junto a Jesús; el vía crucis y las siete palabras, o sea la pasión de Cristo; y la respuesta del ladrón, su vida después de este encuentro… ¿Esta división es una mera decisión compositiva o tiene algún otro significado, quizás relacionado con tu experiencia o con tu visión de lo sagrado?
-La historia de Dimas tiene un antes, un presente (el vivido por él en el momento de la crucifixión robándose el cielo) y después de su encuentro y entrega a Dios, imagino sus alabanzas; esta historia de él se puede reflejar en un pecador que se arrepiente y se entrega al Altísimo; viene un cambio, un convertir y hay ese encuentro que mencionas con lo místico, con lo sagrado.
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