Sociedad

Una amistad que rompe barreras

La oenegé Futudís cuenta con un programa que fomenta la relación de amigos con personas con discapacidad intelectual, una iniciativa con 123 voluntarios y 543 usuarios apoyados

Angelina Niño y David Breznes comparten amistad en el programa de voluntariado 'Uno a Uno' de Futudis en Valladolid
Angelina Niño y David Breznes comparten amistad en el programa de voluntariado 'Uno a Uno' de Futudis en ValladolidEduardo MargaretoIcal

Con 91 años, el caso de Alejandro Moreno, leonés, pero zamorano de adopción, es paradigmático, emocionante y sorprendente a la vez. “Para Julián, yo soy su familia y él es la mía, porque no tiene ningún referente. Por eso, todos los sábados nos vemos y viene a casa. Yo me siento mejor tras estar con él, más realizado”. Moreno es el más veterano de los voluntarios de Castilla y León que trabajan con la oenegé Futudís, tanto que coincidió con los primeros patronos, allá por 1990. No se entiende su vida sin el vínculo con una organización que pone el foco en las personas con discapacidad intelectual, concretamente en su tutela económica.

Alejandro fue también uno de los primeros que se acogió al programa ‘Uno a uno’, por el que lleva 30 años como amigo de Julián. Se conocieron cuando el nonagenario, que se mantiene muy joven y activo, contaba con alrededor de 60 años y Julián, rondaba los 20. Mucho tiempo y dos vidas paralelas después, Alejandro reconoce a Ical que es “distinto” ser voluntario ahora que hace tres décadas. “Ahora se ve de otra manera. Hay muchos que quieren probar a ser amigos de este colectivo, empiezan y lo dejan. Pero quien abandona no es porque se canse, porque de esto no te puedes cansar. Debe haber un compromiso. Yo siempre he dicho que me llevo más de Julián de lo que aporto”, sentencia.

Mientras degusta un refresco en la terraza de un bar, ensalza el trabajo de esta oenegé. Lo hace en presencia de la responsable de Comunicación y Calidad de Futudís, Lorena Palomar, y de la responsable de Proyectos, María Jerez, quien sonríen al escuchar las palabras de este veterano. Jerez recuerda que la fundación se creó en 1990 empujada por asociaciones de padres que tenían la preocupación de saber qué sucedería con sus hijos con discapacidad intelectual cuando ellos faltaran. “Tenían una necesidad de que una organización tutelara sus recursos económicos sin ser juez y parte”, puntualiza.

Tal es el éxito de esta fundación, que en los últimos 34 años han pasado por Futudís más de 800 personas en Castilla y León. El proceso no es sencillo. Para ello, un juez determina que esta persona “no tiene nadie quien se haga cargo de él, ni que ella misma tiene autonomía para hacerlo, normalmente cuando ya no están sus padres o familiares directos”.

Pero con su nacimiento, la fundación quiso ir más allá. Y creó ‘Uno a uno’, un programa clave de amistad con voluntarios del exterior, que le ha cambiado la vida a los usuarios y a aquellos que se han acercado porque tenían la necesidad de hacerlo. Así lo entendió hace un lustro Alejandro Pérez, de 29 años, que trabaja como supervisor en Iberdrola, y que conoció a Ernesto Peralta, de 37. “Si te has visto en una situación difícil durante tu vida y te han apoyado, el deber moral es entregarlo ahora a quien lo necesita”, predica Pérez, quien presume de su “buena relación” con su amigo.

Normalmente se ven una vez por semana. Ernesto reside en un piso tutelado, en Zamora capital, con otros seis compañeros, con los que reconoce que “siempre la convivencia es complicada”. Es carpintero: arregla y fabrica cajones, monta puertas y mesas y recibe pedidos por encargo en un centro especial de empleo. Durante la conversación, reitera su agradecimiento a Futudís, que “gestiona sus necesidades de apoyo”.

Sin excusas

Ambos se muestran y se reconocen “felices”, son amigos, confidentes y pasan el día juntos “con mucha confianza”. “Me gustaría pasar más tiempo con él”, admite Ernesto, porque es “como un hermano. “Imagino que es así como se sienten las madres, por la confianza, el desahogo”, relata. Además del trabajo, dedica su tiempo a la práctica de fútbol 7, fútbol sala, bici y rugby, deporte con el que ha participado, con la Selección Nacional para personas con discapacidad intelectual, en un torneo internacional disputado en Irlanda. “Cuando voy a estos sitios o de vacaciones, siempre traigo un regalo a Alejandro”, dice. Alejandro reflexiona que “quien dice que no tiene tiempo para hacer el voluntariado, está poniendo una excusa”.

Una caricia para comunicarse

Enamorado de la Coca-Cola, la tortilla de patata, el pan, las batucadas, el fútbol y las ferias de pinchos, David Brezmes sale a la calle, sobre todo, desde que conoció a Angelina Niño, en 2019. Su relación de amistad a través de Futudís les ha cambiado la vida. “Me gusta mucho estar con él. Si tengo un problema, él lo nota y viene y me da un abrazo, una caricia”, se emociona.

Ella trabaja en un centro de la Fundación Personas, y en sus ratos libres, además, es amiga de David, que tiene 25 años. “Vamos al cine, paseamos por la calle o nos tomamos un café”, asegura ella, principalmente los fines de semana, dado que a diario se ven en el centro, en el que ambos coinciden. Se entienden sin hablar, pero David necesita utilizar un cuaderno de pictogramas para hacerlo con otras personas diferentes a Angelina, aunque también maneja de forma muy ágil la tablet.

Más allá de la relación que se ha creado, ambos realizan actividades con otras parejas de amigos: van a la bolera, a conciertos y recientemente navegaron en el barco ‘Antonio de Ulloa’, del Canal de Castilla, en Medina de Rioseco. “Se crea un vínculo con otros participantes y los voluntarios hablamos entre nosotros y ponemos las situaciones en común”, sostiene Angelina, que recuerda que el verano pasado llevó a David a la playa. “A mucha gente de mi entorno le sorprende que después del trabajo yo siga con este voluntariado”, prosigue.

La familia más directa de David es ahora mismo Angelina, aunque el chico habla con su madre por teléfono en algunas ocasiones y con visitas supervisadas. Llegó al centro ubicado en el Paseo del Obregón de Valladolid en 2018, donde tiene sus obligaciones en la habitación y luego talleres.

Cuando llega el momento de la despedida, David se gira, la mira. Él acaricia su cara, desliza suavemente su mano por su rostro. Pero antes, toma de nuevo su tablet, que la había dejado sobre la mesa, y le pide al fotógrafo que ahora sea él su modelo: “Pues te ha quedado muy bien David; me has sacado muy bien”.

La decisión de un juez

Futudís cuenta en la actualidad con 33 trabajadores. En 2023 hubo 123 personas voluntarias, principalmente con 43 en Valladolid; 22 en León; 17 en Burgos; diez en Soria y Palencia; ocho en Segovia; seis en Zamora; cuatro en Ávila y tres en Salamanca. Y se apoyó a 543 personas con discapacidad, de las que 131 están en la provincia vallisoletana, 85 en la leonesa, 83 en la palentina, 73 en la burgalesa, 48 en la zamorana, 41 en la salmantina, 32 en la abulense, 29 en la soriana y 21 en la segoviana.

“Tenemos muchas personas que si no te lo dicen, ni te enteras de que pudiera tener una discapacidad intelectual: viven solos, son totalmente autónomos, trabajan, tienen independencia… Solo el juez dice que esa persona necesita ayuda para la gestión de sus recursos económicos, que es donde se centra Futudís”, apunta María Jerez.

La necesidad de estar acompañado

En base a las 543 personas apoyadas, la Fundación conoce que el 15 por ciento sufre o ha sufrido abandono y el 56 por ciento, problemas familiares. Es más, el 16 por ciento no tiene familia. Y tan solo uno de cada cinco cuenta con una persona voluntaria a su lado. Por esta razón, Futudís creó en 1995, un lustro después de nacer como oenegé, el programa ‘Uno a uno’.

Pero esta organización, en su calidad de tutela, acompaña a los usuarios al médico para ayudarles a tomar decisiones y que “se enteren de lo que le están explicando”; o al banco o a realizar gestiones con la administración o a la autoescuela o a Tráfico. “Se trata de darles poco a poco herramientas para que ganen autonomía”, comenta Jerez, quien matiza que Futudís no cuenta con un centro, sino que solo gestiona los recursos económicos de las personas del colectivo, que o bien viven en pisos o en centros.

Jerez recuerda que fue a partir de 2001 cuando España registró un cambio muy importante por una sentencia que reconoció que estas personas “necesitan ayuda”. Ahora se dictan sentencias a medida y no genéricas, que “se planteaban muchas veces en negativo”.

En Futudís trabajan equipos multidisciplinares formados por un referente social, otro económico y un auxiliar de apoyo, que tiene más control sobre las personas. También hay un equipo jurídico y se desarrolla la figura de ‘curatela’, el apoyo a la toma de decisiones para el ejercicio de la capacidad jurídica; o ‘precuratela’, para cuando sus apoyos naturales falten.

“Este trabajo te enseña lo mejor y lo peor de la Humanidad. Los trabajadores de Futudís trabajan muy bien, pero no pueden ir al cine o a tomar un café con los usuarios, de ahí que surgió la iniciativa del voluntariado”, celebra Jerez, quien subraya que durante la pandemia este programa “salvó a muchas personas”, pues “estuvieron casi dos años sin pisar la calle cuando nosotros estábamos en las terrazas”.

Lorena Palomar da un paso más y señala que la discapacidad intelectual “pasa muy desapercibida en la sociedad y todo en un plano muy intangible”. Y añade que “cuesta mucho hacer nuevos voluntarios, sobre todo jóvenes”. De hecho, lo habitual es que superen los 50 años. “Cuando una persona muestra su interés por ser voluntario, nuestros equipos analizan a las dos partes y ven con qué persona puede encajar, con cuál puede haber más ‘feeling’”, reflexiona, porque cree que es “necesario visibilizar” que jóvenes como Alejandro y Angelina “se vuelcan con esta iniciativa”, para la que hay más mujeres que hombres y en el que la edad es un hándicap. “Nadie valora lo que es ayudar al prójimo y que tiene un problema”, concluye.