Sociedad

Cuando las manos alzan la voz

El Centro de Formación ‘López Vicuña’ imparte formación en comunicación con personas sordociegas. Un lenguaje que debería ser universal para evitar su aislamiento

Curso de técnico superior en Mediación Comunicativa en el centro de FP López Vicuña de Palencia para la comunicación oral de las personas sordas, con discapacidad auditiva y sordociegas, en la imagen la profesora de signos, Helena Aparicio
Curso de técnico superior en Mediación Comunicativa en el centro de FP López Vicuña de Palencia para la comunicación oral de las personas sordas, con discapacidad auditiva y sordociegas, en la imagen la profesora de signos, Helena AparicioBrágimo/Ical

Luis Javier Lázaro es una persona sordociega que, a lo largo de su vida, se ha encontrado con infinidad de barreras para comunicarse. Tiene problemas de campo visual. A plena luz del día es autosuficiente pero, cuando oscurece, necesita la ayuda de la lengua de signos apoyada. Se trata de un sistema no alfabético por el cual la persona percibe el mensaje a través del tacto y siguiendo el movimiento de las manos de su intérprete. En Palencia, en el ‘Centro de Formación Profesional López Vicuña’ de la capital se imparte un ciclo formativo de técnicas de comunicación para ayudar a estas personas. En él, se instruyen los futuros mediadores comunicativos que son figuras fundamentales para que las personas sordociegas puedan hacerse entender.

Reciben una educación personalizada y enfocada a las necesidades de este colectivo. Lo hacen a través de prácticas y utilizando un tipo de gafas que simulan reducción o falta de agudeza visual. “Sin embargo, y por mucho que lo intentes, es casi imposible ponerse en la piel de lo que sienten ellos”, reconoce Celia de la Rosa, una de las profesoras del centro.

La profesión del intérprete se vuelve imprescindible, por ejemplo, cuando en un aula hay un niño con sordera. “Es muy importante porque ellos aprenden a leer los labios pero se pierden muchas de las cosas que ocurren a su alrededor como risas o cuchicheos. Un intérprete permitiría igualar su situación a la de resto de alumnos y ayudaría a que estuviera menos aislado”, explica Celia.

Las personas sordociegas tienen dos barreras: la de la comunicación y la del movimiento. Eso no impide que puedan llevar un vida “autónoma”. Lo sabe bien Luis Javier que, pese a ser sordociego, quiere seguir aprendiendo para que la comunicación nunca sea una barrera. “Nosotros también podemos tener una vida plena, aunque para conseguirlo necesitamos de recursos, intérpretes o guías”, aseguró. “Una persona sorda necesita saber lengua de signos pero, si a mayores tiene ceguera, necesitará de una mayor ayuda para solventar las dificultades”.

Helena Aparicio es otra de las docentes de este ciclo formativo y considera que su labor es “motivante y gratificante” ya que, en estas aulas, se forman personas que no solo se convertirán en intérpretes sino que serán los ojos, los oídos y la voz de personas que, de otra forma, no podrían relacionarse con los demás. “Es mucho más que un trabajo. Es una forma de vida”, señaló.

Una de las alumnas es Alba Merino. Ella ya es auxiliar de enfermería y decidió dar el paso de convertirse en intérprete con el único objetivo de “ayudar” a quienes más lo necesitan. “Era un mundo que desconocía e incluso me daba miedo porque no sabía si conseguiría aprender esta lengua. A día de hoy, puedo decirte que es una experiencia increíble. Lo volvería a elegir una y otra vez”, reconoció. Una idea que comparte con su compañero de clase, Iván Martín.

Él tuvo un primer contacto con la lengua de signos “complicado y abrumador”. “Al principio no entiendes nada pero, como en todo, con constancia vas aprendiendo. Es incomparable la sensación que sientes al poder comunicarte por primera vez con una persona sorda”. Sin embargo, el proceso no es nada fácil porque lo primordial es tener empatía y ponerse en el lugar del otro. “Cuando te pones las gafas o los cascos y pierdes alguno de los sentidos, llegas a sentir agobio. Y eso que ni quiera nos acercamos a lo que ellos sienten en realidad”, explicó.

Cabe recordar que la lengua de signos es un idioma no universal y se habla de forma diferente en función del lugar. De hecho, en el mundo hay más de 300 lenguas de signos, según datos de la Federación Mundial de Personas Sordas. “Igual que hay distintos idiomas, en España se habla diferente a como se habla en Francia. Tiene mucho que ver con la cultura y eso complica mucho la comunicación”.

“Pese a todo, las personas sordociegas tienen más recursos que los demás para poder comunicarse cuando viajan ya que, lamentablemente, están acostumbrados a sobrevivir en un mundo que no les entiende”. Ese es uno de los motivos por los que creen que, aunque ya se hayan dado muchos pasos en pro de la integración, todavía queda mucho camino por recorrer para que haya una plena inclusión y puedan formar parte activa de la sociedad. “Igual que una persona oyente, tienen ideas, opiniones y quieren participar”.

Para lograrlo, es fundamental derribar barreras e incidir en la necesidad de generalizar el uso de la lengua de signos desde edades tempranas como única forma de cerrar la brecha que les separa, muy a su pesar, del resto de la sociedad.