Sociedad

La despedida de un ser de luz

Un buen amigo me dijo una vez: «La vida es lo que te llega, luego tú tienes que irlo encajando»

Iván Velasco Hernández
Iván Velasco HernándezLa RazónLa Razón

Valladolid es una de esas capitales de provincia que tienen su propio ecosistema social, sus familias, sus vidas, sus linajes y su entorno. Es una ciudad que curte a los mejores humoristas, a los mejores guerreros del mundo laboral y, sobre todo, madura la mejor sonrisa en épocas de inviernos extremos donde se te hiela hasta el alma, pero aun así se sale, se vive y se disfruta en una de las poblaciones más bonitas, cercanas, llanas y tranquilas que hay en nuestro país.

Y dentro de ese microsistema, en el interior de ese microcosmos y en mitad de la llanura, aparecen seres de luz: personas especiales que lo dan todo y lo único que les preocupa es verte feliz y hacerte feliz. Nuestro amigo Iván era uno de ellos, alguien insustituible que de pronto se nos ha ido y nos ha dejado huérfanos a todos. Laura, Tino, Javi, Isma, Chema, Pedro, Elena, Vanesa, Edurne, Edu y una lista interminable de nombres que requeriría decenas de páginas son los que eran sus amigos, su familia y, en definitiva, su vida.

Iván Velasco Hernández, apodado como «El cura» o simplemente «Cura» por el personaje que interpretó en una obra de teatro de EGB, era una de esas personas especiales que sazonaba la vida con un enriquecimiento verbal sobre toda acción que realizaba, que dejaba en paños menores a cualquier escritor de novela que se precie.

Su paso por el colegio San José de Valladolid cultivó su fama de buena persona, noble, leal y líder de sus amigos. Entrenador en sus ratos libres mientras se licenciaba en Historia, labró una carrera en el ámbito deportivo que acabó virando en una exponencial implicación en el mundo del rugby y en su equipo del alma, el VRAC Quesos Entrepinares.

Tras cursar un máster, se metió de lleno en el mundo empresarial y, tras una intensa vida laboral recorriéndose España, se labró la fama del mejor comercial de todos los tiempos.

Hemos perdido al mejor «relaciones públicas» que hemos conocido nunca. Estoy convencido de que, si se hubiera dedicado a la televisión o a la comunicación, Iván hubiera presentado un programa de máxima audiencia siendo un increíble showman jamás visto.

Generoso y entregado, la única preocupación que tenía era que nada le faltara a su madre Paqui y a sus amigos. Extremadamente presumido de vestir a la moda y con la elegancia propia de un James Bond de la vida, siempre me enseñaba sus gafas último modelo, su ropa o cualquier complemento del que fardaba con buen humor y, con su altruismo correspondiente, me decía: «Te compro uno ahora mismo».

Aún me acuerdo de hace veinte años, cuando yo salía de fiesta por San Miguel y él trabajaba de camarero y nuestra conversación a la hora de pagar era: -Iván, ¿qué te doy? -Asco y pena.

Él siempre era así, siempre estaba allí donde le necesitaras, fuera la hora que fuese y fuera donde fuese: incondicional, con el ánimo por las nubes y por verte reír a cualquier precio. Iván era el pegamento de todos. Era el que nos iba a enterrar, era el vivo retrato de las series «Al salir de clase» y «Compañeros» juntas y mezcladas. Si alguien puede definir el mejor carácter de la generación X, ese era nuestro amigo.

Al final, su gran corazón decidió pararse justo después de las ferias de Valladolid, después de haber hecho su último gran baile y después de haberse sentido como lo que era: un ser de luz. Ahora tenemos algo más por lo que mirar allá arriba y comprender que lo que queremos y lo que amamos es lo que realmente nos llevamos. Gracias por enseñarnos que siempre se puede con todo. Gracias por cuidar y por querer tanto a mi hermana. Gracias por todo. Se te quiere, amigo.