Sociedad

Ya huele a buñuelos

"Todo se vuelve misterioso y enigmático, reflejado durante siglos en la literatura y el teatro, quizás como una máxima de nuestra alma para expresar lo incomprendido ante lo trascendente de la vida"

Buñuelos
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No hay época que más me guste que la que precede a las grandes celebraciones, y es que ya huele a invierno. El otoño ha entrado de pleno en su edad adulta, y las hojas de los árboles tiñen los paseos y campos con una magistral paleta de colores que ofrece material de sobra para cualquier buen poeta de la vida.

Basta con echar un vistazo a los pinares de nuestra tierra para descubrir un auténtico cementerio vegetal: los restos de las hierbas silvestres, que tan solo unos meses antes albergaban bullicio y vida, ahora yacen complementando el mes de octubre con sus secos y retorcidos tallos, en espera de formar, una vez más, parte del todo.

Todo se vuelve misterioso y enigmático, reflejado durante siglos en la literatura y el teatro, quizás como una máxima de nuestra alma para expresar lo incomprendido ante lo trascendente de la vida. El cambio horario cubre más temprano la faz del día, y las visitas y el tiempo de reflexión en los camposantos hacen parar, aunque solo sea un instante, la vorágine del ritmo de nuestro día a día.

Es temporada de setas (¡ojo con las venenosas!), de escuchar y observar cada rincón de la naturaleza, que sabiamente nos muestra la capacidad que hemos perdido: la de descansar entre jolgorio y jolgorio, la de desconectar de la rueda. Hemos dejado de invernar como nuestros ancestros, a cambio de seguir eternamente con la luz de nuestra mente encendida detrás de cada pantalla, detrás de cada impulso.

Dentro de toda esta penumbra estacional, los antiguos siempre fueron muy sabios y supieron sazonar la época con dos de las delicias más exquisitas: los buñuelos y los huesos de santo.

Los buñuelos de Todos los Santos, dulces fritos de origen romano y morisco, se popularizaron en España en el siglo XVII. Francisco Martínez Montiño, cocinero de Felipe II y Felipe III, tuvo gran parte de la culpa. Vinculados al 1 de noviembre, la creencia popular dice que cada buñuelo que se come libera un alma del purgatorio. Se suelen rellenar con crema, nata, chocolate o frutas. ¡Y también los hay sin gluten, golosos!

Los huesos de santo simbolizan a los difuntos. Nacidos en la España del siglo XVII, los conventos elaboraron dulces de mazapán rellenos de yema, en teoría, por iniciativa de un monje benedictino de Valencia que quiso honrar a aquellas almas en el Día de Todos los Santos. Los hay de yema, coco, trufa, fresa, melocotón y una infinidad de sabores.

Así que, de momento, ya tenemos el postre para convidar a parientes y amigos en torno al fuego de una buena chimenea. ¿Nos tomamos un delicioso risotto de setas? Un buen libro nos indicará que ha llegado el momento de reposo tras la amable sobremesa. Bien podemos terminar la jornada visionando películas que corresponden a estas fechas y, ya que estamos, aunar y salpicarnos un poco del Halloween más antiguo.

Porque, señoras y señores, de lo que se trata es de honrar a aquellos a quienes recordamos y que marcaron nuestras vidas para siempre. Ellos son nuestra estrella y nuestra guía, y a ellos les debemos disfrutar de la vida.

Por ellos, por los que ya no están.