
Patrimonio
La majestuosa basílica considerada el canto del cisne del románico español
Erigida en el siglo XII y dedicada a dos hermanos martirizados en el siglo IV durante la persecución a los cristianos dictada por Daciano, destaca también por la imagen de la virgen que veneraba Santa Teresa de Jesús que se encuentra en su cripta

Castilla y León es un museo al aire libre en todos los sentidos. Una comunidad con una riqueza patromonial inigualable, forjada a lo largo de los siglos de historia de estos dos antiguos Reinos que en lo religioso han dejado un legado espectacular en forma de catedrales, basílicas, iglesias, conventos, monasterios o pequeñas ermitas. Se suele decir, y con acierto, que no hay pueblo en esta región, y eso que hay 2.248 municipios, que no tenga al menos un pequeño templo con una gran historia por detrás o un tesoro en su interior digno de mención.
Pero en estas líneas de hoy en LA RAZÓN, queremos hablar de Ávila, una ciudad multicultural por la que han pasado los vetones, los romanos o los árabes aunque su su auge llegó de la mano de los Reyes Católicos, Isabel y Fernando. Ya en el siglo XVI pasó a ser la cuna de Santa Teresa de Jesús y considerada como la tierra de los místicos de la mano también de otro abulense de pro: San Juan de la Cruz, natural de Fontiveros.
Una ciudad que no solo sobresale por su espectacular muralla fortificada desde la Edad Media que se ha conservado íntegramente, ya que en esta capital coexisten numerosos monumentos civiles y religiosos. Desde la catedral a los cuatro postes pasando por sus cuatro iglesias románicas incluidas en la declaración de la ciudad como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1985, o lo que es lo mismo, hace 40 años: San Segundo, San Andrés y San Pedro y San Vicente.
Pues precisamente esta última, la Basílica de San Vicente, es la que ocupa esta informacióna . Construida en torno al año 1120 en granito “caleño”, se levanta, muy condicionada por la orografía y en el lugar donde la tradición señala fueron martirizados y enterrados lo shermanos Vicente Sabina y Cristeta. Es, sin lugar a dudas, el gran modelo del románico en Ávila y, con permiso de otras zonas como Zamora o Palencia, donde el románico es espectacular, debido a sus cuidadas proporciones esta Basílica está considerada como un ejemplo único del románico hispano y difusor del estilo en la ciudad.
Todos los expertos coinciden en que este templo constituye uno de las mayores exponentes de la arquitectura y escultura de los períodos románico y gótico, y que en él se encuentra toda la transición desde el románico francés del S. XI hasta el gótico isabelino del XIV. Y es, con toda seguridad, una de las iglesias más importantes de Castilla, tanto religiosa como artisticamente hablando.
Su planta es de cruz latina con tres naves de seis tramos y un brazo de crucero, presentando la singularidad de contar con un triforio gótico sobre las naves laterales. La esbelta cabecera triabsidiada se levanta sobre una cripta funeraria de carácter litúrgico, en la que se encuentra una imagen de la Virgen de la Soterraña que es la que veneraba La Santa.
Los capiteles historiados de la capilla mayor; el cenotafio de los santos donde se relata la detención, condena y martirio de los santos Vicente, Cristeta y Sabina, martirizados en el S. IV, en tiempos del emperador Diocleciano, y siendo Daciano gobernador de Hispania; la portada occidental y la cornisa meridional, constituyen lo mejor de la escultura románica del templo y de la ciudad.
Su condición de iglesia juradera y las peregrinaciones al sepulcro de los tres hermanos mártires hicieron de ella lugar obligado de paso para los fieles durante siglos.
Como curiosidad, la Basílica de San Vicente ha sido el primer gran edificio español que fue restaurado de acuerdo a criterios de los historiadores, ya que Hernández Callejo, Vicente Miranda y, sobre todo, Repullés y Vargas intervinieron desde mediados del S.XIX hasta el primer cuarto del S. XX.
El templo se alza sobre el solar de uno anterior, de carácter martirial que guardaba los restos de tres santos allí martirizados. Y, como curiosidad, las crónicas que en ella se inspiran cuentan que, después de su martirio, los cuerpos de los santos fueron depositados en una cueva.
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