Cultura

La espectacular villa medieval que reúne patrimonio, naturaleza y gastronomía

Su primera mención histórica aparece en la Crónica de Alfonso III

Plaza Mayor de Sepúlveda
Plaza Mayor de SepúlvedaLa RazónLa Razón

España es reconocida en el mundo por su basto e impresionante patrimonio. Uno de las cosas más importantes es el legado que ha llegado hasta nuestros días, en forma de pequeños pueblos que hacen las delicidades de los turistas. Son muchos los municipios que hay en nuestro país de estas características, y que llegan desde la Edad Media. Son las consideradas villas medievales, las unidades de explotación rural pasaron a denominarse vicus o locus, y recibieron el nombre de villa las unidades de poblamiento que, a diferencia de una aldea o un lugar, no dependían de la población cabeza del municipio, por lo que también eran conocidas como villas exentas, disponiendo de jurisdicción civil y criminal.

La Villa tenía una serie de privilegios que la diferenciaba de la aldea o lugar; Cuerpo de regidores y justicias que gobiernan la villa. Con aspiraciones urbanas, dotado de un castillo o fortaleza y provista de una muralla o cerca en torno a la población, dotada de signos distintivos como el rollo. La villa y su concejo extendían su jurisdicción sobre un extenso territorio.

Las características propias de cada villa han hecho que se las denominara a veces con adjetivos que complementaban esta categoría: villa cerrada si el núcleo de población se cerraba con una muralla a menudo formada por las mismas casas, con portales de acceso; villa franca si había sido una concesión real en zona de repoblación con una serie de privilegios, sobre todo comerciales. Prácticamente todas son de origen medieval. Típicamente, constituían una agrupación de población que contrastaba con la población rural, donde la población era dispersa o la unidad era el pueblo o la parroquia, notablemente más pequeño o sin núcleo agrupado, por lo cual pronto se produce una contraposición entre la villa y las personas que vivían fuera de la villa, es decir, en hábitat diseminado como los caseríos, o en agrupaciones alrededor de una iglesia parroquial, origen del pueblo (muchos pueblos, por pequeños que sean, conservan todavía el topónimo sagrera, que designaba el territorio sagrado de treinta pasos alrededor de la iglesia, fruto de la Paz y Tregua en que todo el mundo quedaba bajo protección eclesial).

En las villas se agrupaban a menudo los artesanos y los comerciantes estables. Así, las villas fueron cogiendo un carácter urbano, con una clase social que tenía oficios y formas de vida diferentes del habitual en el ámbito del campesinado, de forma que ya en la Baja Edad Media empezaron a suscitarse conflictos sociales entre los de la villa y los del campesinado. Las villas que con el paso del tiempo crecieron mucho en número de habitantes o adquirieron importancia por causas diversas, serían denominadas ciudad, para lo cual hacía falta, preceptivamente, el nombramiento de la máxima autoridad civil: el rey, casi siempre, o el presidente, en algunos casos.

Son muchas las villas que existen en España, pero muy pocas que reúnen un impresionante patrimonio, naturaleza y gastronomía. Y una de ellas, que es ideal para pasar unos días en familia, es la segoviana de Sepúlveda, ya que aúna historia, arte, gastronomía, naturaleza, cultura inmaterial y cultura viva. Por ello, no es atrevido definirla como una de las salas más bellas del llamado “Museo vivo más grande del mundo”, es decir, de Castilla y León.

 

Su primera mención histórica aparece en la Crónica de Alfonso III, que fue Rey de Asturias desde el año 866 hasta 910, como uno de los lugares que fueron despoblados en las correrías de Alfonso I contra los musulmanes. En dicho texto es denominada en la forma latina de Septempublica. Septempublica es una latinización erudita de Sepúlveda y el significado del nombre no es seguro. Estamos, por tanto, ante un singular enigma que convierte a Sepúlveda en un lugar único, cuyo significado está aún por descubrir.

El origen de Sepúlveda se pierde en la noche de los tiempos. Se han encontrado bifaces en la ermita de San Julián, del Paleolítico Inferior, y otros hallazgos en la cueva del Tisuco, en la Ocecilla, como cerámica tosca, cuchillos, hachas pulimentadas y cráneos en el Paleolítico Superior. También en la cueva de los Siete Altares aparecieron cerámicas, hachas, acaso también neolíticas. Y en la cueva del Duratón, huesos, industria del sílex, cerámica… Aparecieron además pinturas, muy rudimentarias y pobres, pero significativas, en las cuevas de Molinilla, La Nogaleda y la Solapa del Águila, sin que se pueda afirmar su carácter mágico, ritual, litúrgico o funerario.

Más tarde, Roma también se asentó en Sepúlveda. No se sabe a ciencia cierta dónde vivieron los romanos, algunos afirman que pudo ser en el actual Duratón, después de que los arévacos vivieran en las profundidades de los peñascos que aún existen, llamados Cuevas Lóbregas, Tisuco, Mingomorro y Giriega. Elementos romanos hay en la muralla de la villa, como también lo son los puentes Talcano y Picazos y los restos de la calzada.

Los visigodos llegaron tras los romanos y se asentaron en Castrogoda, una península inmediata a la desembocadura del Caslilla en el Duratón, así como en el cañón del río, en la Cueva de los Siete Altares. De esta época es la Necrópolis excavada en Duratón (Núcleo agregado de Sepúlveda), con 666 sepulturas con ajuares casi totalmente germánicos.

Lo más probable es que sus primeros pobladores fueran los vacceos y arévacos en la Edad del Hierro. Aquellos primeros pobladores vivían de la caza, tan abundante entonces en los montes, y de la pesca que les proporcionaban los ríos Caslilla y Duratón. Sepúlveda, al igual que Ávila, Segovia o Pedraza de la Sierra, es la clásica citania celta.

Los siglos corren y la invasión hace presa en Sepúlveda. La plaza es tentadora para el invasor. Los árabes se apoderan en poco más de dos años de casi toda la península. La primera mención histórica de la villa de Sepúlveda aparece en la “Crónica de Alfonso III”, como uno de los lugares que fueron despoblados en las correrías de Alfonso I, aunque quedó una población rural en su entorno.

Su repoblación por Fernán González, en el año 940, representó un audaz avance hacia el sur, más allá del Duero. El Abad de Arlanza, Fray Gonzalo de Arredondo, nos cuenta su leyenda heroica, con la lucha cuerpo a cuerpo entre el conde de Castilla y el Alcaide moro Abubad, a quien Fernán González cortó la cabeza, la cual está esculpida en la fachada de una de las casas blasonadas de la villa, llamada precisamente “La Casa del Moro”. Almanzor fracasó en su tentativa de ganar la villa el año 979, pero lo consiguió el 984 o el 986, volviendo a recuperarla definitivamente Sancho García, nieto de Fernán González, en el año 1010, esta vez sin lucha, ante la decadencia del califato de Córdoba.

En el siglo XI Sepúlveda se repuebla definitivamente de manos de Alfonso VI. Es entonces cuando la villa aparece constituida ya como una entidad política territorial.

 

Durante la Guerra de la Independencia, El Empecinado realizó incursiones por la zona, teniendo sus cuarteles en las cuevas del Cañón del Duratón. También merece destacarse entre los últimos hechos más sobresalientes de la villa la resistencia numantina contra Napoleón en el otoño de 1808.

En 1951, Sepúlveda fue declarada Conjunto Histórico-Artístico. En enero de 2016 pasó a formar parte de la asociación Los pueblos más bonitos de España.

El paisaje sepulvedano está condicionado por su geología, ya que es el resultado de su composición litológica, sus estructuras tectónicas y el desarrollo de los ríos Duratón y Caslilla. Así, en la villa, es posible admirar una de las formas de relieve más llamativas de esta región: el pliegue de rodilla de Sepúlveda. Su erosión ha originado formas tan singulares como la conocida “Silla del Caballo”, lugar cercano al Puente Talcano. El Duratón, que nace en Somosierra, avanza en su recorrido hasta que se encaja en las calizas de Sepúlveda. A su paso por éstas, erosiona el pliegue en rodilla y continúa su curso de forma paralela al pliegue durante varios kilómetros, encajado en las calizas. Sabinas, chopos, praderas de arbustos constituidas por tomillos, espliegos, etc., definen la botánica de la zona.

También la fauna es abundante, tanto por el número de especies como por su copiosidad, aunque lo más llamativo es la facilidad de observarla. Las aves son las más características, siendo el protagonista principal el buitre leonado. Y es que las Hoces del Río Duratón albergan una de las mayores reservas existentes en España de este majestuoso rey de los cielos.

La Villa de Sepúlveda cuenta con un gran tesoro histórico y artístico gracias a la situación estratégica de la villa. Fruto de la gran actividad que tuvo es el Castillo, hoy ayuntamiento. En su origen fue una fortaleza romana, más tarde alcazaba árabe y finalmente edificado por el conde Fernán González tras la reconquista de la ciudad en el 940, dotádola de fueros propios para favorecer la repoblación de la zona, limitrófe en ese tiempo con tierras musulmanas. De la antigua construcción sólo quedan tres cubos redondos de piedra y sobre el cubo central una pequeña espadaña neoclásica.

- Murallas: Son del siglo XII junto con alguna de las puertas que todavía se conservan, de las siete que llegaron a existir, como: Arco de la Villa, Puerta de la Fuerza, El Azogue, Ecce-Homo y del Río.

- Iglesia de El Salvador: Declarada Bien de Interés Cultural, es considerada el edificio románico más antiguo (siglo XI - año 1093), de la provincia de Segovia y al sur del Duero y constituye uno de los paradigmas del románico castellano.

Tiene una sola nave con ábside semicircular cuya torre está separada y se accede a ella por un estrecho pasadizo abovedado. La nave, cubierta con bóveda de cañón, está dividida en tres tramos por arcos fajones apeados en pilastras.

 

Adosadas a los muros tiene arcadas ciegas sobre columnas. Su altura sobrepasa lo común en el estilo. La torre tiene una doble hilera de vanos y su planta superior está cubierta por una bóveda esquifada de tipo musulmán. Los arcos del pórtico están agrupados por parejas, apoyándose cada uno separadamente en anchas pilastras, y, al juntarse, en columnas comunes. Un sillar del ábside tiene la fecha de 1093. El pórtico es algo posterior.

La maestría arquitectónica de este templo es imponente. Estamos ante una obra de arte, ante el primitivo románico de Segovia y, quizás, de Castilla, en esta parte del sur del Duero. Todo indica que el constructor de esta parroquia fue un artista foráneo, quizás un benedictino de Silos que estaba trabajando en el camino de Santiago y que conocía muy bien el románico.

Los rasgos más característicos de esta iglesia son la armonía de proporciones, junto a la altura y la perfección de bóveda. El arco toral es de medio punto doblado con molduras de hojas trifoliadas. Una imposta de taqueado lo recorre desde el arranque de la bóveda que se une con las molduras de la bóveda a través del arco toral.

Los temas geométricos y vegetales (con motivos de hojas de acanto y de piña o de vid, palmetas, tallos ondulados, flores en forma de círculo…) siguen modelos asturianos (estrellas de seis puntas), mozárabes y, sobre todo, visigodos. Un elemento destacado son los lazos irlandeses, que abundan en los capitales de las arcadas ciegas de la nave. En un capitel de la torre hay esculpido un arco de herradura copia de uno de los de la Cueva de los Siete Altares. Las cabezas y figuras humanas y de animales (los comunes en la región o imaginarios y feroces) abundan en los canecillos.

El pórtico está orientado al mediodía y contiene ocho arcos sobre columnas rectangulares lisas. En los capiteles se encuentran diversos motivos: cuadrúpedos con cabezas de monstruos, grandes hojas con bulbos… Una curiosidad aún perceptible son las marcas o firmas de los canteros que pone de manifiesto la importancia de este gremio entre la población desde la Edad Media.

Una de las tradiciones que tiene lugar en este singular edificio se celebra cada tercer domingo de mes y su nombre es la “Misa de Minerva”, instituida para dar culto al Santísimo Sacramento con todo su esplendor, según explica la web: www.turismosepulveda.es. 

- Iglesia de San Bartolomé:Templo Románico, de los siglos XI-XII, es la única iglesia de las tres que se construyeron en zona de extramuros que aún se conserva. Posee una sola nave con dos capillas que forman crucero y cubierta de madera.

La torre, de sillería, está adosada a la iglesia. Merece la pena destacar la escalinata de piedra, presidida por un bello crucero renacentista, que da acceso al pórtico del templo. En el interior, se pueden observar numerosos retablos, destacando uno en el que encontramos a San Bartolomé. Es la actual parroquia de Sepúlveda.

Saliendo del tempo, no solo se puede contemplar una sensacional vista de la plaza, sino también imaginar una de las noches más bellas en esta localidad, durante la que se celebra la Fiesta de “El Diablillo”. Cada 23 de agosto, a las 10 de la noche, las luces de la plaza y del barrio de San Bartolomé se apagan para dar paso a un momento mágico, es entonces cuando, de una hoguera encendida momentos antes, salen los diablillos y bajan la escalinata dando escobazos a los asistentes.

- Iglesia de Santiago: Es otra de las cinco iglesias románicas que aún se mantienen en pie en Sepúlveda. De una sola nave rectangular, tiene un ábside de cuarto de esfera de estilo mozárabe, de ladrillo con doble arquería y figuras geométricas que es único en Sepúlveda.

Cuenta con una cripta subterránea, posiblemente resto de una primitiva iglesia, en donde se encuentran una serie de tumbas antropomorfas excavadas en la roca que podrían datar del siglo X.

En el interior de este edificio se encuentra hoy la Casa del Parque o Centro de Interpretación de las Hoces del Río Duratón, de obligada visita antes de adentrarse en otro de los tesoros que nacen en Sepúlveda, el Parque Natural de las Hoces del Río Duratón. Consta de una sala de audiovisuales y una exposición que permite obtener una idea íntegra del espacio natural protegido. Es, a su vez, la oficina de información del Parque Natural (921 54 03 22).

También cabe destacar otros monumentos como San Justo y Pastor, con el Museo de los Fueros, el Santuario de Nuestra Señora de la Peña, el Centro de Interpretación de la Cárcel Antigua o el Museo de Lope Tablada de Diego.

Hoces del Río Duratón

Del entorno de Sepúlveda también hay que destacar el Parque Natural de las Hoces del Río Duratón. Este paraje, constituido por el curso medio del Duratón, fue declarado Parque Natural el 27 de junio de 1989 por las Cortes de Castilla y León, integrándose con los espacios protegidos de esa comunidad, declaración hecha en atención a la importancia de sus ecosistemas naturales y valores paisajísticos. La colonia de buitres leonados establecida en el área protegida está considerada como la mayor de Europa, tanto por su número, 710 parejas censadas, como por su nivel reproductivo. Esta colonia se ha convertido en uno de los principales atractivos del parque.

Las Hoces del río Duratón fueron clasificadas como Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) quedando integradas en la Red Natura 2000 en abril de 1991 y se declararon como Lugar de Importancia Comunitaria (LIC) en enero de 1998. Desde el año 2004 la gestión del Parque se realiza mediante el Proyecto LIFE, un programa de actuación específico de la Unión Europea, en cuyo marco se llevan a cabo diferentes actuaciones de mantenimiento y recuperación, así como la búsqueda de un desarrollo sostenible de los recursos del mismo.

El parque ocupa una superficie de 5.037 hectáreas que se extiende en terrenos de los municipios de Sepúlveda, Sebúlcor y Carrascal del Río, todos de la provincia de Segovia. Junto a la riqueza natural que guarda hay un importante patrimonio cultural que hacen del mismo un destino turístico y de ocio importante. Destacan la ermita de San Frutos y el monasterio de Nuestra Señora de la Hoz.

Se encuentra aguas abajo de la villa de Sepúlveda. En esta zona el río se ha encajado en un profundo cañón, que en algunos lugares alcanza más de 100 metros de desnivel. Al interés y belleza del paisaje hay que añadir la gran riqueza arqueológica e histórica que encierra en su interior esta garganta.

 

El río Duratón discurre durante 27 kilómetros encajonado en el cañón que ha excavado en el sustrato calizo. En el último tercio de este recorrido traza cerrados meandros que reafirman la excavación propiamente dicha. Las paredes, que alcanzan los 100 metros de altura en algunos puntos, sirven de lugar de nidificación a muchas especies de aves, pero la relevancia fundamental se la llevan los buitres leonados que se han convertido en uno de los principales atractivos del parque.

Las características orográficas que se dan en este espacio protegido hacen que se distingan tres ambientes o biotopos diferentes. La parte alta está ocupada por el páramo, en donde abundan los bosques de sabinas y enebros que han sido muy afectados por la intervención del hombre.

Existen también poblaciones de pinos resineros asentadas sobre sustrato arenoso. El fondo del cañón, a excepción de la zona inundada por el embalse, está ocupado por un bosque de ribera compuesto por sauces, chopos y alisos entre otras especies.

Las paredes de los cortados rocosos dan sustento a una vegetación rupícola, propia de la roca, adaptada a la escasez de suelo y agua. Estos tres ambientes diferentes dan cobijo a una rica fauna en la que tienen especial relevancia las aves.

En los altos farallones rocosos que culminan las hoces anidan casi 700 parejas de buitres leonados, acompañados de un buen número de alimoches, águilas reales y halcones peregrinos.

Los valores naturales de la zona se ven sazonados, además, mediante el valor añadido, tanto en el plano histórico como artístico, de la ermita románica de San Frutos, el monasterio de Nuestra Señora de los Ángeles en el fondo del cañón y la cueva de los Siete Altares. Esta última es una cueva natural en cuyo interior se encuentra un monumento religioso visigodo del s. VII. Se estima que es el templo cristiano más antiguo de la provincia de Segovia. Está situada en la margen derecha, cerca del puente de Villaseca, a unos 100 metros río arriba elevada unos 10 metros del fondo del cañón (actualmente se sube por unas escaleras). Una verja resguarda la entrada (la llave se guarda en el cercano pueblo de Villaseca).

 

Es la iglesia rupestre más importante de las que se han hallado en el entorno del Parque. Se trata de una cueva natural modificada por el hombre para dedicarla al culto. El santuario consta de dos partes, una exterior y otra interior. La exterior fue excavada en la roca y completada por una pared de piedra y una cubierta de madera; en ella se ha encontrado un altar rectangular coronado por un arco de medio punto tallado en la pared. La interior, dentro de la cavidad, tiene en su pared derecha tres hornacinas talladas en la misma que conforman un altar.

Estas hornacinas están cubiertas con arcos de herradura, la central carece de decoración mientras que las laterales tienen molduras policromadas en rojo y negro. El altar derecho conserva una abundante ornamentación basada en figuras geométricas donde abundan los motivos romboidales. Frente a la hornacina central se ubicó una mesa. En el suelo de la cueva hay una fosa que debió de servir como sepultura a los monjes que cuidaban el lugar. En unas excavaciones realizadas a principios del siglo XX se hallaron unas hachas pulimentadas y restos de cerámica que fueron datadas en el neolítico.

El origen de este lugar de culto, así como los otros localizados en todo el Parque, se remonta a la conversión al catolicismo del rey Recaredo en el año 586 y a la extensión de la vida eremítica. Pero no todo es patrimonio y naturaleza. Sepúlveda también destaca la gastronomía, que se caracteriza por la tradición y la sencillez de las tierras castellanas.

Sepúlveda es sinónimo de una exquisita gastronomía en la que su plato estrella es el Lechazo Asado en horno de leña. Es por ello, y por su gran popularidad y tradición, por lo que se define a Sepúlveda como “la catedral del Lechazo Asado”. El secreto de su exquisito sabor está en la alta calidad de la materia prima, el cordero churro, más blanco y de patas más largas que el merino, y en la sencillez de su elaboración. El lechazo debe hacerse dividido en cuartos y colocado en tarteras de barro. Como añadidos, solo necesita un poco de manteca y sal y, por supuesto, la pericia en el manejo de los hornos que han demostrado los maestros asadores de la villa.

 

Los complementos ideales son una ensalada de lechuga y tomate de las huertas del Caslilla, el pan de hogaza de Sepúlveda y un buen vino de la Ribera del Duero.

Sin embargo, la oferta gastronómica de los numerosos restaurantes de la localidad va mucho más allá y destaca por su variedad y calidad. En los últimos años ha evolucionado enormemente y se pueden degustar platos tradicionales con productos propios de Castilla de altísima calidad, como los derivados del cerdo (chorizo, morcilla, lomo…), maravillosos y contundentes platos de cuchara, como los judiones de La Granja, el cocido o la sopa castellana, deliciosas cremas y ensaladas en verano, pescados de la más alta calidad con especial protagonismo de la lubina y el bacalao o todo tipo de carnes.

Otro de los alicientes para visitar Sepúlveda viene dado por la calidad de su repostería, deliciosa e irresistible, en la que destacan, entre otros manjares, los soplillos, las rosquillas de Castrillo, las pastas, las capuchinas o las sobadas.