Cataluña
¿Por qué el Liceo no aplaudió a Caruso?
El coliseo lírico presenta la digitalización de sus anales, que empiezan con los últimos 20 años, pero que abarcarán toda su historia
Enrique Caruso es el tenor más grande de todos los tiempos, uno de esos nombres que trascienden géneros y se convierten en auténticas leyendas. Este napolitano de sonrisa fácil y voz ingente capitalizó las primeras grabaciones operísticas a finales del siglo XIX y principios del XX hasta el punto de decir que había al menos un Caruso en todas las casas. Su fama era extraordinaria, su Canio de «Pagliacci», era incluso más que eso, y era tan querido que sólo oír su nombre era como el oir el aria más hermosa jamás creada. Y entonces llegó al Gran Teatro del Liceo y no gustó a casi nadie. Así es la vida, todos tenemos nuestras vergüenzas y lo mejor es no esconderlas.
El Gran Teatro del Liceo ha iniciado la digitalización de los anales de su impresionante historia y lo hace con fotografías, programas de mano, documentación diversa y un extenso anecdotario. La página web del teatro ya se pueden consultar los 20 últimos años, desde su reapertura en 1999 tras el incendio que lo redujo a cenizas, pero la intención es que los 150 años de historia estén al alcance de la mano de todo aquel que quiera investigar qué se esconde detrás del emblemático escenario.
Caruso llegó al Liceo en 1904 para ofrecer dos representaciones de «Rigoletto». El público no se dejó impresionar por la voz del mito italiano y mostró tanta indiferencia hacia el tenor que éste no volvió nunca más al coliseo barcelonés. El tenor napolitano fallecería en 1921 a los 48 años y nunca llegó a resarcirse de aquellas dos tristes noches. Cuando un hombre proyecta su amor a través de su voz, pero lo que recibe es frío y decepción, o calla para siempre o va a cantar a cualquier otra parte para recuperar su amor.
El trabajo de digitalización de los anales ha sido obra del historiador Jaume Tribó, que ayer presentó el ambicioso proyecto y pudo descubrir alguna de las joyas de su anecdotario. Al principio, su intención sólo era recopilar la información artísitca, pero esa frialdad expositiva no se adecuaba a la esencia de un teatro siempre vivo y expansivo. El anecdotario «era demasiado divertido», dijo Tribó, para dejar que se olvidase para siempre.
La lista es espectacular, como cuando se prohibió entrar al teatro lírico con perros, ¿por que eso es lo que se hacía antes? O cuando estaba prohibdo tararear las melodías o llevar el compás con el abanico, lo que tiene su lógica, porque uno empieza siguiendo el compás y acaba con el abanico en el ojo del vecino en las grandes oberturas de Wagner. Incluso había quien llevaba a sus bebés a disfrutar de la ópera así que se tuvo que prohibir dar el pecho en la platea.
Entre las anécdotas menos «divertidas» está que en la primera ópera del Liceu, el 17 de abril de 1847 «ya hubo un incendio», y en otra ocasión a una soprano se le quemaron las mangas del vestido mientras cantaba al prender con unas candelas. ¿Cómo canta una soprano cuando se le quema la ropa? Raaaapidoo. O que en agosto los espectadores pasaban tanto calor dentro del Liceu que sólo el milagro de la música podía hacer que disfrutaran del espectáculo. En aquel entonces había función todos los días, excepto Semana Santa.
La actividad se redujo sólo en momentos críticos. Durante la Setmana Tràgica había previsto un concierto del violinista Joan Manent, que al parecer se fue posponiendo por los altercados. Lo mismo ocurrió el pasado mes de octubre. El mundo es cíclico. Eso sí, en junio de 1936, antes de la Guerra Civil española, hubo temporada de ballet. Cuando empezó la contienda, la Generalitat cerró el teatro. Dentro de las tragedia, Tribó señaló cuando el telón iba con cuerdas y una vez se encalló matando a tres personas y dejando a una cuarta incapacitada. También recordó la rotura de tobillo en plena representación de la soprano Daniela Desi.
Una gran iniciativa
De esta forma, el Liceu abre al público su verdadera alma, todas las obras y cantantes que han pasado por su escenario, y toda la vida y emociones que esto ha representado. La sala cumplirá 175 años en 2022 y para celebrarlo no había mejor opción que «poner en valor» los anales del Liceu con todo lo que envuelve las últimas 20 temporadas. «La herramienta está hecha en casa», sentenció ayer el director general del Liceu, Valentí Oviedo, quien aseguró que la búsqueda es extremadamente sencilla. Lo único que hay que acer es entrar en la web www.annals.liceubarcelona.cat y dejarse seducir por la historia. Y todo gracias a Tribó, apuntador de la casa, que inició este arduo trabajo por su cuenta y riesgo. Muchas gracias.
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