Coronavirus

Hablan las enfermeras: “No sabemos si estamos contagiadas, no nos hacen test”

Una enfermera de un CUAP relata que a los pacientes oncológicos o inmunodeprimidos mayores de 70 años no los trasladan al hospital

Decimoséptimo día de estado de alerta por el coronavirus
Varios sanitarios mantienen una reunión en el Hospital Sant Pau de Barcelona durante la pandemia. EFE/Marta Pérez.Marta PerezEFE

“A los pacientes oncológicos o inmunodeprimidos mayores de 70 años ya no los trasladamos al hospital, les damos tratamiento con oxígeno y sedación”. Esto pasa desde la semana pasada en Cataluña. Lo cuenta Clara, enfermera de un Centro de Urgencias de Atención Primaria (CUAP) de Barcelona y testigo en primera línea de la crisis del coronavirus. Los hospitales están al límite de su capacidad asistencial. Aunque las UCIS se han triplicado, ayer Cataluña contaba con 1.816 camas con un equipo de ventilación, el número de intensivistas sigue siendo el mismo.

“Te puedes imaginar el sobreesfuerzo psicológico y físico que supone para nosotros”, contaba la doctora Ana Zapatero, médico adjunta del Servicio de Medicina Intensiva del Hospital de Mar. El último parte que la Generalitat de Cataluña ofrece cada noche sobre la evolución de la epidemia hablaba de 1.769 personas graves que requieren los cuidados de una UCI, es decir, el soporte de un ventilador para que los pulmones hagan su trabajo mientras el sistema inmunológico trabaja y la enfermedad se cura. Este tiempo puede ir de 3 semanas a 3 meses. La consellera de Salud, Alba Vergés, decía ayer que prevalecen los criterios clínicos a la hora de elegir tratamiento, es decir, si la persona puede resistir este tiempo a estar intubado y mantener una calidad de vida.

Falta de previsión

Para Clara el drama arrancó hace cuatro semanas. “Nos llegó una chica que no toleraba la ingesta de alimento. Cuando fuimos a tomarle las constantes, arrancó con un cuadro de tos que nos llamó la atención. Por eso vomitaba todo lo que ingería”, explica. Entonces, según el protocolo de actuación frente al coronavirus, un paciente pasaba a ser sospechoso si había viajado a China o Italia, si había estado en contacto con un positivo o si tenía dificultad para respirar. La chica no cumplía ninguno de los tres criterios, pero dos días después nos llamó para informarnos de que había dado positivo de Covid-19. El protocolo había quedado obsoleto. Fallaron las predicciones y fallaron las medidas de control.

“El problema es que el primer protocolo se alargó mucho, en una semana, desde la detección de la primera paciente el 25 de febrero, el Covid-19 estaba en el autobús y el protocolo era el mismo”, lamenta esta enfermera.

Escasez de tests y de material

La dirección del centro envió a los sanitarios que habían estado en contacto con la chica contagiada a casa 14 días. Entre ellos, Clara. Pero a los 7 días, los llamaron. “Los que no tengáis síntomas, os incorporaréis, necesitamos personal”, vinieron a decir. La sorpresa fue que cuando llegaron, no les hicieron ningún test, como a los compañeros de centros de referencia como el Hospital de Sant Pau o el Vall d’Hebron. “Podíamos estar infectados, podíamos ser asintomáticos o tener síntomas leves que pueden confundirse con un resfriado, ¿no?”, cuestiona. A una compañera que al poco de incorporarse perdió el olfato, sí la enviaron a casa a hacer cuarentena.

La falta de test ha sido otro fallo en la gestión de esta crisis. «Me reincorporé el 20 de marzo y este lunes todavía no habían llegado», lamenta. ¿Dónde están los test? «25.000 se están repartiendo desde el lunes y otros 25.000 están en la aduana», admitió ayer la consellera de Salud, Alba Vergés.

Pero ese no fue el único fallo. “Tampoco habían EPIS (equipos de protección individual)”, denuncia. “Me recibieron el director del centro, el encargado de Recursos Humanos y la responsable de enfermería, todos con mascarilla, pero yo no tenía. Por gracia divina, encontré la mascarilla que había estado utilizando en mi bata y me la puse. Antes utilizábamos una mascarilla a diario. Ahora, hace diez días que voy con la misma. Cuando llego a casa la cuelgo y la ventilo”, explica. Aunque toma medidas extremas, se ducha en el centro y al llegar a casa deja todas sus pertenencias en una caja, no esconde que tiene miedo a contagiarse. “Porque tengo dos niños pequeños de 3 y 2 años. Y porque estamos expuestos a una mayor carga viral. Lees noticias y da respeto", relata.

Pero la falta de protección para este equipo de sanitarios no acaba aquí. La semana pasada se quedaron sin batas y tuvieron que improvisar equipos con bolsas de basura y esparadrapo. Tiene sólo dos gafas de protección y del mismo modo que ingenian batas, para intentar evitar contagios, ponen esparadrapos a las mascarillas que oxigenan a los pacientes para que el aire circule en un circuito cerrado.

Colapso y cribado

En este CUAP, de media atendían a 200 personas. «Ahora, han bajado mucho las visitas por temas leves, pero de los 120 pacientes que llegan cada día, 110 son enfermos de coronavirus», explica Clara. Allí, se les hace un primer diagnóstico, placas y se ofrece oxígeno como soporte. Si a las seis horas mejoran, se van a casa con control médico. Y si no se estabilizan, los enfermos se trasladan a un centro hospitalario. La semana pasada vivieron dos días negros, lunes 23 y miércoles 25. Y ya entonces, «a un paciente de 84 años con patología previa no nos dejaron trasladarlo a una UCI. Cuando enviamos su historial, el SEM (Servei d’Emergències Mèdiques), que se encarga de los traslados al hospital, descartó su ingreso. Lo tratamos con oxígeno y morfina. Falleció».

Según avanzo Betevé, el Sistema de Emergencias Médicas (SEM) recomienda en un documento “evitar ingresos de pacientes con escaso beneficio”. Estos pueden ser pacientes con coronavirus mayores de 80 años o mayores de 70 con patologías -oncológicos o inmunodeprimidos-, que puedan tener dificultades para soportar un soporte con ventilación mecánica. Este mandato coincide con el tratamiento que dieron a la abuela de Carlos. Tenía 101 años, buena salud y la cabeza clara, pero se infectó de coronavirus y le dieron morfina para paliar la sensación de ahogo. Falleció el pasado martes 22 de marzo a las 10.00 horas y los servicios funerarios no la fueron a buscar hasta las 20.00 horas del día siguiente. A toro pasado, la familia agradece haberla podido acompañar y despedirla en casa.

La misma historia se repite en casa de Núria. Su madre, que tiene 89 años, se estaba recuperando en casa de una operación de fémur y tiene síntomas compatibles con coronavirus, tampoco la trasladarán a un centro sanitario.

De todos modos, en el documento se dice que por encima de la edad prevalece el criterio clínico del médico y el estado de salud previo del paciente. El texto que ha sido supervisado por la Comisión Deontológica del Colegio de Médicos de Cataluña parte de la premisa de valorar de manera individualizada a los pacientes con más probabilidades de recuperación. Especifica que todos los pacientes con insuficiencia respiratoria aguda tienen derecho a recibir asistencia y que el tratamiento se decidirá según “criterios objetivos de idoneidad y expectativas de resolución del proceso”. “El objetivo es salvar el número máximo de años de vida en aquellos paciente con posibilidades máximas de supervivencia a la alta y mantener una calidad de vida”.

Sanidad es una de las competencias que tienen las Comunidades Autónomas de manera exclusiva. Competencias que han tenido hasta el 15 de marzo, cuando se declaró el estado de alarma. Coordinarse en esta crisis, no está siendo fácil para los gobiernos.

Cuando se canceló el Mobile World Congress o se detectó el primer positivo en la Península, una mujer de 36 años residente en Barcelona que había viajado a Italia, no había fisuras.

La politización de la crisis

El 4 y el 25 de febrero y el 1 de marzo, en las reuniones de los responsables de Sanidad de cada autonomía hay consenso. Se traslada un mensaje de calma. Pero cuando en Igualada se detecta un fuerte brote, las políticas de actuación cambian. Madrid no se aísla, pero Cataluña confina Igualada y cinco municipios con 70.000 personas. Con la declaración del estado de alarma, llegan los problemas.

Ahí estalla la pugna entre Quim Torra y Pedro Sánchez. El Govern aduce permanentemente que todas sus acciones cuentan con el consejo de los científicos y expertos que lo asesoran, y en base a ello, no ha ahorrado en críticas y reproches contra la reacción “tarde y mala” del Gobierno. La centralización de las competencias tras la declaración del estado de alarma, el grado de confinamiento, el despliegue del Ejército o el material sanitario se han convertido en permanentes fuentes de ataque a Pedro Sánchez.

Torra y los consellers han dado un barniz político a la crisis, volcando toda la responsabilidad de la deficitaria gestión de la crisis sanitaria en el Gobierno. Ni un ápice de autocrítica en las intervenciones del president o la consellera de Salud, Alba Vergés, que también está teniendo problemas para abastecer de material de protección a los sanitarios catalanes.

A la batalla por el material sanitario y las medidas de confinamiento, ahora se suma la idea de trasladar enfermos graves entre autonomías para descongestionar hospitales con mucha demanda. En Francia se está haciendo. Pero Cataluña, pese a ser la segunda Comunidad Autónoma con más casos de coronavirus, es recelosa. Incluso en tiempos en los que debería primar la solidaridad, el juego político continua.