Cataluña

Coronavirus: Supercontagiadores y asintomáticos, una historia de miedo

Desde María Tofoidea a Steve Walsh, la figura del enfermo invisible ha sido todo un reto para vencer a las pandemias

La primera noticia informativa que descubrió a la opinión pública la posibilidad de supercontagiadores asintomáticos
La primera noticia informativa que descubrió a la opinión pública la posibilidad de supercontagiadores asintomáticosArchivo

La historia de Mary la tifoidea se ha convertido estos días en la historia de la humanidad en pleno. ¿Quién era? Su nombre real era Mary Mallon, y era una cocinera irlandesa, sin familia ni estudios, que emigró a Nueva York cuando era adolescente debido a la hambruna que asoló su tierra en 1850. Empezó a trabajar en las casas de las grandes familias de Manhattan y allí se hizo famosa en los círculos burgueses por sus helados de melocotón. SIn embargo, pronto se descubrió que esos helados iban cargados con un elemento implacable, la bacteria Salmonella typhi, causante de la fiebre tifoidea.

Aquella orgullosa muchacha irlandesa había enfermado, pero no presentaba ningún síntoma, así que seguía realizando su vida normal. En apenas unas semanas contagió a más de 53 personas con la enfermedad, y de ellas tres llegaron a morir. Fue “encerrada” en el hospital-asilo Riverside, en la isla Morth Brother de Nueva York, donde murió el 11 de noviembre de 1938, después de 23 años de aislamiento. Su historia es un triste recordatorio de cómo los enfermos asintomáticos pueden causar estragos en la población y es el primer caso registrado de supercontagiador en la historia médica.

Su ejemplo viene a colación ahora por la responsabilidad que se nos exige a todos ahora de cumplir a rajatabla el régimen de confinamiento. “Soy inocente. No he cometido ningún crimen... Es injusto. Parece increíble que una mujer indefensa pueda ser tratada así en una comunidad cristiana. ¿Por qué me destierran como un leproso?”, gritó desesperada cuando fue detenida por las autoridades sanitarias. La pobre mujer no entendía qué quería decir asintomático, ella se encontraba perfectamente, y estaba convencida que no había hecho nada malo.

La orgullosa María Tifoidea en cama
La orgullosa María Tifoidea en camaArchiv

En 1910 se la dejó marchar de la institución con la condición que no volviese a trabajar nunca como cocinera, pero qué iba a ser de ella sino, de qué podía vivir. Cinco años después, en enero de 1915, se detectó un brote de fiebre tifoidea en el Sloane Maternity Hospital de Manhattan. Una de sus cocineras se llamaba Mary Brown, pero no tardaron en descubrir que su verdadero nombre era Mary Mallon. Su irresponsabilidad hizo que 25 personas enfermaran, con dos víctimas mortales. Fue encerrada de nuevo. En dos décadas no recibió la visita de nadie.

Y ni siquera es el caso más mortal de contagiador de fiebre tifoidea. Un vendedor de leche de Folkstone, Inglaterra, llegó a contagiar a 200 personas por no tratar la leche con los suficientes elementos de higiene. Hay muchos casos registrados en la historia. En 1989, un niño en una escuela de Finlandia llegó a contagiar a 22 compañeros de escuela, algunos de ellos que se habían vacunado de la enfermedad.

Las dos últimas epidemias también han tenido sus supercontagiadores. Antes de que se documentara el brote del SARS (Síndrome respiratorio severo) en 2003, un comerciante de mariscos de la localidad china de Zhongshan había pasado por varios hospitales en busca de que alguien le aclarase lo que le pasaba. Cuando determinaron su enfermedad ya era demasiado tarde, había contagiado a 90 personas, la mayoría personal sanitario. Por ese motivo se le bautizó como “Rey Veneno”. Uno de esos doctores que lo trató acudió pocos días después a una boda de un familiar en Hong Kong. Se alojó en el hotel Metropole, en la planta 9. 16 personas de aquella misma planta se contagiaron, trasladando la enfermedad a Canadá, Vietnam, Singapur y Taiwan. Había rastros del virus en las alfombras y el ascensor de aquel hotel.

Una década después llegaría el MERS, que sobre todo golpeó a Corea del Sur en 2015. Una sola persona, que viajó a varios países del Golfo, contagió a 82 personas cuando llegó a la sala de urgencias de un hospital. Y ahora, los casos de supercontagiadores por el coronavirus no dejan de repetirse. Steve Walsh, un simpático escocés que en todo momento respetó los protocolos anunciados por las autoridades sanitarias, contagió en apenas horas a once personas. Se da la circunstancia que en su caso, se deshizo de la enfermedad en sólo cinco días, una especie de récord.

El brote de Corea del Sur tiene a la conocida como Paciente Nº 31 como la gran supercontagiadora. Sin que haya trascendido su identidad, sí que se sabe que viajó a Daegu. Allí tuvo un accidente de coche y fue ingresada. Una vez en Seul, visitó la Iglesia Shincheonji. Rastreando sus movimientos, se concluyó que era la responsable del presunto contagio de cerca de mil personas, aunque siempre es difícil de determinar con exactitud. “Se llama ‘supercontagiador’ a un individuo que por alguna razón, es capaz de excretar mucha más cantidad de virus o durante un periodo mucho más largo. Lógicamente, estas personas presentan un riesgo más elevado para el resto de la población", apuntaba Joaquim Segalés, investigador del Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias de la Generalitat de Cataluña.

Nada nos indica, si somos asintomáticos, que podamos ser supercontagiadores, así que el uso de las mascarillas debería ser siempre obligatorio y hay que respetar el confinamiento hasta sus últimas consecuencias, porque nadie quiere ser el malo en una historia de miedo.