Coronavirus

El botellón vuelve a Barcelona

Los jóvenes aprovechan las horas de paseo para juntarse, cerveza en mano, en las plazas de la ciudad

Botellones en Gracia, Barcelona
Botellones en Gracia, BarcelonaDavid Fernández

Si algo han intentado los diferentes ayuntamientos de Barcelona, desde tiempos de Joan Clos como alcalde de la ciudad, es controlar, en apriencia al menos, la calle. La controvertida ordenanza de civismo, que cumple quince años, regulaba aspectos como la mendicidad, la venta ambulante, la prostitución, los comportamientos incívicos o el consumo de alcohol en la calle. Es decir, los botellones, tal y como se les conoce popularmente, que fueron reduciéndose progresivamente hasta hacerse casi invisibles.

En aquella época, las multas por beber una cerveza, por ejemplo, por las Ramblas se sucedían. Aunque siempre existió la sensación entre los barceloneses de que había un doble rasero en función de si el infractor era local o turista. En cualquier caso, con el tiempo se fueron creando algunas zonas de tolerancia especial, zonas en las que, precisamente, el botellón estaba mucho más arraigado, como Gracia o el Born. Nada que ver, sin embargo, con el comienzo de los años 2000, en los que los jóvenes podían pasar tranquilamente la noche en la plaza de cualquiera de estos barrios bebiendo hasta el amanecer. En su lugar, se establecieron una especie de horarios oficiosos. Se podía beber en las plazas hasta el cierre de los bares. La administración entendió que difícilmente podía controlar manadas de jóvenes deambulando por las calles y prefería tenerlos concentrados en algunos puntos menos lesivos para el bienestar de los vecinos. Pero como oficiosos que eran nadie estaba a salvo de una patrulla policial que apareciera haciendo la ronda o de un dispositivo muy sutil de disuasión y poco conflictivo: las brigadas de limpieza. Poco reproche cabe cuando alguien está haciendo su trabajo a las dos de la mañana.

El confinamiento, por razones obvias, acabó con esta práctica. Pero, a medida que la desescalada se consolida, Barcelona entra en fase 1 el próximo lunes, también baja la intensidad de las costumbres adquiridas en los dos últimos meses. Las imágenes de 2.000 personas tomando las playas de Barcelona dan buena muestra de ello. Y las plazas no podrían ser menos. Desde hace algo mas de dos semanas, decenas de jóvenes han hecho de las plazas de Gracia su lugar de reunión habitual. Cerveza en mano, y con poco respeto por la distancia social, charlan animadamente hasta, eso sí, el toque de queda. Es decir, poco antes de las ocho, coincidiendo con los aplausos, comienza el hormigueo de jóvenes tomando posiciciones. Y a las once de la noche ya no queda ni un alma.

La policía, mientras tanto, se traslada de plaza en plaza para pedir a los jóvenes por el megáfonos que, por favor, no utilicen los bancos, “no sabéis quién se ha sentado antes”, y respeten la distancia social. Pero la particular geografía de Gracia no lo pone fácil. Su trazado de calles estrechas y multitud de placitas diseminadas por el barrio propician que, como ya ocurría antes del confinamiento, los jóvenes y la Guardia Urbana se entreguen a una suerte de juego del gato y el ratón hasta que tocan las once. Entonces, cada uno para su casa y Dios en la de todos.