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Escritores espiados por el FBI (I): Truman Capote

El autor pidió ayuda a los federales para poder escribir "A sangre fría" y fue investigado por simpatizar con Fidel Castro

Truman Capote, a punto de drogarse, unos meses antes de morir
Truman Capote, a punto de drogarse, unos meses antes de morirLa Razón

Truman Capote representa una de las cotas más altas en la literatura estadounidense del siglo XX. “A sangre fría” sigue siendo un título de referencia del periodismo leído en todo el mundo. Capote es hoy un mito, pero también fue un personaje incómodo para su tiempo: su homosexualidad, su simpatía hacia la Cuba de Castro... Todo ello llamó la atención del FBI que le dedicó un expediente calificado como “Confidencial” y que se fue actualizando con el paso de los años, hasta la muerte del autor de “Plegarias atendidas”. Veamos algunas de las entradas del dossier formado por 132 páginas.

Uno de los aspectos más interesantes del documento es que no permite visualizar los primeros momentos de la investigación previa a la escritura de “A sangre fría”. El 6 de enero de 1960, el inspector Bernie Suttler de Nueva York recibía una llamada de uno de los editores de Random House, tal y como se recoge en un memorándum fechado ese día. “Bernie, quiero que el FBI me haga un favor”, solicitó el editor. Se trataba de ayudar a “un íntimo amigo suyo de nombre Truman Capote, que ha escrito algunos buenos libros y es un conocido escritor, que en ese momento estaba en Garden City, Kansas, para hacer una historia sobre el misterio del asesinato de los Clutter para la revista “The New Yorker”. Afirmó que esta es la historia de un hombre rico, su mujer y sus dos hijo quienes aparentemente fueron asesinados sin razón alguna. El señor Capote aseguró que el [censurado] en Barden City, Kansas, se llama [censurado] y [censurado] es Agente Especial del FBI. Capote llamó [censurado] desde Garden City, Kansas, y aseguró que [censurado] no le daría ninguna información del caso Clutter”. Así que Capote necesitaba ayuda. El editor aseguró al FBI que su autor estaba extrañado de que en ese rincón de Kansas nadie hubiera oído hablar de él”.

La petición obligó a mirar en los archivos del FBI si existía alguna investigación previa sobre el escritor. Lo único que apareció fue una referencia a un texto de Capote, “Se oyen las musas”, que había llamado la atención de los agentes de Edgar Hoover por narrar el viaje real a la Unión Soviética de la compañía Porgy and Bess. La agencia también señalaba que el autor no aparecía referenciado en “Who’s Who in America”, aunque la revista “Time” sí había reseñado su novela “Desayuno en Tiffany’s”. Después de todo esto, el agente que redactó el documento aconsejaba que no se ayudara a Capote porque “no estamos familiarizados con el señor Truman Capote, no estamos familiarizados con su conexión con la revista “The New Yorker” y el caso Clutter no es un caso federal bajo nuestra jurisdicción”.

En 1961 el nombre del escritor volvió a llamar la atención del FBI. Todo ello porque un grupo de intelectuales habían comenzado a apoyar a una organización llamada “Fair Play for Cuba Committee” y que simpatizaba con las políticas de Fidel Castro en la isla caribeña. En la nota preparada por la agencia se afirmaba que la entidad había logrado contar con el respaldo de James Baldwin, Simone de Beauvoir, Jean Paul Sartre, Norman Mailer y Capote, entre otros. El FBI advertía que todos ellos planeaban viajar a Cuba, por lo que era conveniente estar atento. Poco más tarde, la misma organización encendería no pocas alarmas cuando se descubrió que uno de sus miembros había sido Lee Harvey Oswald, el principal sospechoso de ser el autor material del asesinato de John F. Kennedy.

Precisamente el magnicidio de Dallas volvió a provocar que el informe sobre Capote se ampliara. El 27 de marzo de 1969 el abogado de Capote, Alan U. Schwartz, escribió una carta a Cartha deLoach, subdirector asociado del FBI. En ella trataba de defender a su cliente después de que en dos estaciones radiofónicas de Chicago se divulgara un supuesto texto de Capote “indicando que el fallecido presidente John F. Kennedy está todavía vivo, en estado vegetal y que el matrimonio entre la señora Kennedy y el señor Onassis era un engaño. Obviamente esta declaración no fue escrita por el señor Capote y no sabía nada de ella”. Schwartz acompañaba la carta con tres grabaciones de la declaración que no lo era.

No fue DeLoach sino el mismísimo Hoover quien se encargó de responder la misiva. En su contestación le pedía que tranquilizara a su cliente porque “no ha violado ninguna ley federal”. Igualmente devolvía las tres cintas al abogado.