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El hombre que quiso desnudar a Barcelona

El nuevo libro de Juan Miñana recupera una de las figuras más interesantes de la historia bohemia de la ciudad

Una imagen de Xavier Viura
Una imagen de Xavier ViuraLa Razón

Juan Miñana no suele publicar mucho, pero cuando lo hace sabemos que tenemos una historia distinta, una aproximación diferente a una parte de la historia de Barcelona, aquella que queda perdida –si es que llega a aparecer– en una nota a pie de página. Si en su anterior obra convertía en personaje de novela al excéntrico Pompeu Gener, en esta ocasión sigue con los años de la bohemia barcelonesa de principios del siglo pasado. En «La novela ideal», que acaba de publicar Catedral, su protagonista es Xavier Viura, poeta y, como dijo Gaziel cuando murió. «la prueba del desastre que supone ser un intelectual puro en esta tierra».

Poco se sabe con detalle de un personaje tan misterioso como fascinante, lo que lo hace atractivo como material literario, algo que sabe manejar Miñana en «La novela ideal». Viura fue un adelantado a su tiempo, algo que se tradujo en aspectos tan insólitos como el que dio pie a una denuncia del 23 de diciembre de 1941. Así lo recoge Miñana en su libro: «La denunciante hace referencia en varias ocasiones a una denuncia previa en la que daba cuenta de las actividades sospechosas llevadas a cabo en la casa colindante con la suya, a saber, la de la calle Rosaleda, 19 de esta ciudad, donde al parecer se reunían durante los últimos meses de la guerra un número indeterminado de conspiradores rojo-separatistas». Pero el documento se refería a otra actividad que se llevaba a cabo en ese domicilio ante los avergonzados ojos de la denunciante: «La presente denuncia, de fecha 23 de diciembre de 1941, se refiere a un personaje enajenado que supuestamente se ha quedado a cargo de dicha casa, y que ha dado muestras de inmoralidad al pasearse desnudo por el patio de la vivienda, a la vista de las casas vecinas, y de hablar solo y en voz alta abrazando a un árbol. Se pone de manifiesto que en la casa que ocupa el denunciante –Rosaleda, 21– viven dos hijas menores de edad educadas en la rectitud cristiana y las buenas costumbres». Sí, Xavier Viura, pese a los problemas de la posguerra, pese a ser uno de los derrotados tras la entrada de las tropas de Franco, en 1941 seguía practicando una de sus aficiones predilectas: el naturismo.

Viura fue un hombre hecho a sí mismo que quiso darlo todo por el arte, ya fuera escribiendo versos o reivindicando como nadie a Richard Wagner. Supo ver antes que nadie que el futuro estaba en la comunicación mediante los medios de comunicación más modernos de la época, concretamente la radio. Fue ante los micrófonos en la calle Casp de RJ1, Radio Barcelona, donde el poeta también se dio a conocer con sus colaboraciones culturales.

Por la novela de Juan Miñana aparecen secundarios de lujo que se cruzaron en la realidad por la vida del protagonista de «La novela ideal», como son los casos de Pau Casals, Eugenio d’Ors o Federica Montseny. Eso demuestra que Viura fue uno de esos personajes secundarios en la gran crónica de su tiempo, una época con demasiados problemas y conflictos, con cambios de gobierno, guerras y dictaduras que se apuntalaron el mundo en el que le tocó vivir.

Pese a los problemas plantó cara a las adversidades, ya fuera escribiendo o desde la Sociedad Naturista Pentalfa a la que pertenecía e integrada por nudistas vegetarianos, con nada más y nada menos que Eugenio d’Ors, por ejemplo, como otro de sus desconocidos socios. En este sentido, durante los primeros meses de la Guerra Civil, nuestro hombre promovió la creación de una escuela para niños refugiados, aunque siguiendo las directrices de la pedagogía naturista que se había promovido desde Pentalfa.

Viura sigue siendo un misterio que nos fascina, como le pasó en su tiempo al mismísimo Josep Pla quien no dudó en hablar del poeta en sus «Retrats de Passaport»: «Qui era aquell home? Sempre em semblà un home del “subsòl” en el sentit que dóna a aquesta paraula Dostoievski».

El hombre que tradujo la ópera de Wagner al catalán, el mismo que pensó en la comunión entre el hombre y la naturaleza, murió en 1947 en Barcelona, casi sin hacer ruido. Ahora, por fortuna, Juan Miñana ha escrito el libro que hace justicia a una vida propia de una novela.