Entrevista

Garth Greenwell: «Organizamos nuestra vida para protegernos de que moriremos»

El escritor estadounidense presenta su novela «Lluvia pequeña», una obra que ha logrado un gran reconocimiento internacional

Garth Greenwell
Garth GreenwellOriette D'Angelo

Bajo el título de «Lluvia pequeña», publicado por Random House, Garth Greenwell ha publicado uno de los libros de referencia de la temporada, abordando un tema que no suele ser nada

frecuente en la narrativa, como es el del dolor físico. El autor, que ayer estuvo en Barcelona, conversó con este diario sobre una novela galardonada con el PEN/Faulkner Award de Ficción 2025.

Estamos ante un libro que dice ser una ficción y que aparece en un sello dedicado a la ficción, pero me parece intuir en la lectura que hay elementos tomados de la realidad. ¿Es así?

Es cien por cien novela. Yo sabía desde la primera página que escribía una novela. Por eso no es una autobiografía, pero tiene un punto de inicio que tiene que ver con mi vida. Pasé por algo parecido a lo que vive el narrador, pero en todas mis novelas, en cada página, hay invención. Así que sería imposible para mi decir cuál es la línea entre lo vivido y lo imaginado. No me gusta el término autoficción.

Escribir un libro sobre el dolor, ¿puede ser considerado como algo terapéutico?

No diría eso. Es necesario, aunque no me siento mejor por haberlo escrito. La literatura para mi es una respuesta a un estado, a un desconcierto total. La literatura no es una respuesta a este estado de desconcierto, porque no resuelve nada, pero sí es una herramienta de navegación en este estado. Cuando me enfrento a una situación que frustra las otras herramientas para saber que tengo razón, argumento, ensayo... es entonces cuando necesito los recursos del arte, de la narración, no para responder sino para navegar en mi propia incapacidad de entender lo que estoy viviendo, lo que está pasando.

Hay un momento en la novela en el que el narrador admite que es incapaz de describir el dolor que siente. ¿Nos cuesta hablar del dolor?

A mí me gusta escribir sobre cosas de las que supuestamente no se pueden escribir. Por ejemplo, mis dos primeros libros tratan mucho sobre sexo y deseo, y muchas veces se dice que no se puede describir sobre el sexo. Es absurdo intentar traducir lo vivido, lo experimentado, en palabras. Por supuesto, en relación con algo como el sexo, hay mucha más literatura que sobre el dolor, pero hay más del dolor espiritual que del que es físico. Virginia Woolf ya dijo hace tiempo que faltaba una literatura de la enfermedad. Ella tiene una imagen que me encanta que es la de la intimidad del dolor y que ve como un pequeño terreno nevado en el que ni siquiera se ven las huellas de los pájaros. Yo quería escribir sobre ese terreno íntimo, sobre el tipo de pensamiento que se produce desde el dolor. Me parecía interesante. ¿Es imposible escribir sobre el dolor? Sí, y sobre cualquier otra cosa.

Esta obra tiene un decorado limitado como es el de un hospital. Pese a ello establece un diálogo entre esa vida, la de la habitación en la que está el paciente, y la cotidiana, la que lleva con su pareja. ¿Por qué ha querido mantener estos dos decorados en paralelo?

Siempre lo que me interesa en la literatura es prestar atención más intensa a lo particular: a un cuerpo particular, a un lugar particular... Lo que me parece milagroso en la

literatura es como esa atención particular se alcanza lo universal. Una manera de describir la trama de la novela es que un hombre con 40 y pico años, de manera imprevista, se encuentra como enfrentado ante la posibilidad de la muerte. Una de las primeras cosas que escucha en las urgencias es que un médico le dice que puede morir de este problema. Ese reconocimiento de la muerte, que está ahí, que puede pasar en cualquier momento, eso hace que haya un tipo presión en su vida. Tiene que preguntarse como persona sana y todavía joven de qué sentido tiene mi vida. Para responder a esta pregunta tiene que hacer una panorámica de su vida entera. Por tanto, era un desafío hacer una novela de alguien que no quiere salir de su cama de hospital. Me interesa ese cuerpo movilizado, lo que me dio como escritor una libertad increíble. Este libro, aunque el protagonista esté en la cama durante dos semanas, es mi libro más viajero. La inmovilidad cuerpo da consciencia de viajar donde quiera, a todas partes.

No es habitual encontrar una literatura sobre el dolor. ¿Se ha convertido en un tabú?

Es verdad. Me parece raro porque si hay una experiencia universal es el dolor, es la muerte. Hay una resistencia muy fuerte a reconocerlo. Me hace pensar mucho que, cinco años después de la pandemia, la hemos olvidado. ¿Dónde están los libros o películas sobre la pandemia? Hay un esfuerzo social para olvidar lo que fue. Organizamos la vida y el mundo para protegernos de que vamos a morir, algo que ya notó el gran escritor James Baldwin quien creía que todos los males de los Estados Unidos, como el racismo o la homofobia, venían de la imposibilidad

de reconocer que vamos a morir.