Arte
“Feminal”, la revista que dio luz a las mujeres artistas
Una importante exposición en el Museu d’Art de Girona recupera a las protagonistas de la publicación catalana
Las exposiciones de los museos sirven para que podamos contemplar la obra de un gran nombre en todo su esplendor. Pero también deben servir para que conozcamos episodios y nombres de la historia de las artes plásticas que han quedado injustamente olvidados, ya sea por el paso del tiempo o, simplemente, por una incomprensible desidia. Es en ese momento cuando estos centros pasan a ser un auténtico servicio público y eso es lo que está pasando ahora en Girona con una muestra excepcional.
En estos días, el Museu d’Art de Girona abre sus puertas a una historia que merece ser contada: la de las artistas que pusieron en marcha una publicación llamada «Feminal». Pese a que solamente funcionó durante una década, de 1907 a 1917, fue pionera en su tiempo por ser la primera revista publicada en Cataluña que estaba dirigida a las mujeres. De aparición mensual, surgió como un suplemento, editado desde Barcelona, de «La Ilustració Catalana».
La exposición nos abre las páginas de «Feminal» y, además de mostrarnos el trabajo que hacía la redacción, nos devuelve los nombres de quienes formaron parte de ella. Las artes plásticas fueron el eje temático de la revista y en ella encontramos más de setenta artistas, entre catalanas y europeas, desde pintoras –en su mayoría– además de escultoras, cartelistas, ilustradoras e, incluso, exlibristas, esmaltadoras y fotógrafas. Ellas son las protagonistas de numerosos artículos y reportajes que tienen como objetivo darles la visibilidad que se merecían, pese a estar inmersas en un mundo controlado por los hombres.
Entre las que tuvieron la suerte de poder ser reconocidas por su trabajo y no quedar despreciadas por el silencio, destacan e Lluïsa Vidal, Lola Anglada, Pepita Teixidor o Laura Albéniz. Ellas tuvieron la enorme fortuna de no toparse con muchas dificultades en su camino. ¿El motivo? Porque no optaron por casarse o tener hijos y, en alguno de los casos, pudieron viajar a París, la ciudad de referencia para formarse artísticamente. Fue precisamente la capital francesa donde se dieron cuenta de las oportunidades que podían alcanzar en el oficio de pintar o esculpir. Es, como dijo la filósofa María Zambrano, «la busca de algo perdido».
Ellas son una excepción porque buena parte de los nombres que aparecen en «Feminal» no han merecido mucha, por no decir ninguna, atención por parte de la historiografía del arte, ni la de su tiempo ni la actual. La exposición, con su apasionada y contundente labor de hemeroteca a sus espaldas, nos ayuda a saber un poco más de Antònia Ferreras, Visitació Ubach, Maria Azcué, Elvira Malagarriga, Rafaela Sánchez Aroca, Emília Coranty, Maria Lluïsa Güell, Frederica Bonay, Flora Geraldy, Maria Oller, Juliette Wytsman, Suzanne Leloir, Clémentine-Hélène Dufau, Carme Balmas, Lluïsa Denis, Maria Rusiñol, Elisabeth Sonrel, Manolita Piña, Pilar Portella, Mercè Ventosa… Todas son susceptibles de convertirse en protagonistas de alguna exposición futura y de estudios que sigan sus respectivas producciones creativas. Hablamos de mujeres que tuvieron que abandonar sus ilusiones, que no pudieron dedicarse al oficio con el que soñaban alcanzar una gloria que solamente estaba reservada en ese tiempo, principios del siglo XX, a los hombres. El matrimonio y la maternidad hizo que colgaran los pinceles, pero también las dificultades que les provocaba una crítica que no ocultaba sus claras intenciones misóginas, con demasiados prejuicios. De todo eso hay mucho que aprender todavía.
¿Cómo podemos solucionar el hecho de que existan lagunas, que se siga silenciando a estas mujeres? La mejor herramienta es la investigación y de esta manera se ha podido saber que algunas familias de estas artistas han conservado con mimo y con celo el trabajo dejado. En la exposición podemos ver una selección de la producción de tres de estas mujeres que merecen ser rescatadas. Ellas son Francisca Rius Sanuy, Aurora Folquer y Pilar Montaner.
Paralelamente a la exposición se ha editado un catálogo que ahonda en las vidas y las obras de estas creadoras, una puerta abierta al conocimiento de estos nombres. A ello se le suma una mesa redonda que se celebrará en el museo el próximo 28 de enero y que se pregunta cómo romper el silencio. Para ello se contará con la participación de Isabel Segura, Consol Oltra, M. Isabel Gascón y Joan Miquel Llodrà, con Elina Norandi como moderadora.
Una exposición que merece la pena tanto por su contenido como por su objetivo.
Una de las grandes virtudes de «Feminal» es que contó con algunas de las grandes escritoras del momento. En sus páginas se podían encontrar trabajos de Víctor Català, Violette Bouyer-Karr –que actuaba como corresponsal en Francia–, Carmen de Burgos –corresponsal en Madrid–, Maria Domènech i Escoté, Roser Matheu i Sadó o Joana Romeu, seudónimo empleado por la directora de «Feminal», es decir, por Carmen Karr, una de las grandes pioneras del feminismo en Cataluña. Fue Karr quien tuvo la idea de poner en marcha la publicación, un proyecto que acarició mientras trabajaba en «L’Avenç» y «Joventut». A la manera de declaración de intenciones, la escritora apuntó en «Feminal» que «sembla que convé feminisarla [a la mujer], elevant son intelecte». Eso es lo que procuró la revista durante diez años, en un total de 128 números, con un brevísimo retorno en 1925.
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