Sant Jordi

¿Quiénes fueron los autores más vendidos en el primer Sant Jordi?

El 7 de octubre de 1926 se celebró por primera vez la fiesta del libro

Sant Jordi sigue siendo el gran foco de atención de la industria catalana del libro
Sant Jordi sigue siendo el gran foco de atención de la industria catalana del librolarazon

De Miguel de Cervantes nunca se ha sabido, ni se sabrá todo aquello que fue una vida dedicada a las armas y las letras. Hay datos que son motivo de controversia, algunos tan esenciales como la fecha en la que nació el padre de don Quijote de la Mancha. A principios del siglo pasado se creía que fue un 15 de octubre cuando vio por primera vez la luz en Alcalá de Henares. Para conmemorar tan feliz efeméride, pero en 1926, se celebró por primera vez el día del libro, todo ello gracias a una feliz propuesta del editor, escritor y periodista valenciano, aunque afincado en Barcelona, Vicente Clavel Andrés. Es él responsable de que conmemoremos Sant Jordi, algo que así atestigua el real decreto que en 1926 firma Alfonso XIII gracias a su ministro de Trabajo, el catalán Eduardo Aunós. De esta manera se impulsa por escrito el Día del Libro, una propuesta que había nacido tres años antes de la mano de la Cámara Oficial del Libro de Barcelona.

Cabe decir que Clavel era un encendido devoto del autor de "La Galatea", hasta el punto de ser el fundador de un importante sello: la Editorial Cervantes, creada en 1916, donde aparecieron obras especialmente divulgativas.

Todos vieron con buenos ojos la iniciativa. Los diarios del momento, como el muy influyente "El Sol", aplaudieron una propuesta que podía significar un apoyo a la lectura en un país en el que no era esas una de las principales ocupaciones de la población. En este sentido, Luis Álvarez Santullano, uno de los compañeros de Giner de los Ríos en la Institución Libre de Enseñanza, argumentaba sobre el día del libro que "no es dado exigir a una nación de veinte millones de habitantes, entre los cuales sólo una mitad aproximada sabe leer y únicamente un cuarto o un tercio lee efectiva y cotidianamente, una producción editorial extraordinaria. Seguramente la Fiesta del libro puede contribuir a estimularla". En el mismo texto, Álvarez Santullano añadía que "se lee hoy poco porque no son todavía mayoría los españoles, así civiles como militares, laicos y clérigos, altos y bajos, que han adquirido desde la infancia la sana costumbre de la lectura; se lee poco también porque no abundan los libros al alcance de la mano, ni tampoco el dinero para adquirirlos en el modesto bolsillo del lector habitual".

El 8 de octubre de 1926, "El Sol" dedicaba una página a recorrer la celebración del día del libro en toda España que, pese a la buena predisposición de muchos de los agentes de este terreno, tuvo una acogida irregular. La festividad, según el periódico," ha sido celebrada en la mayor parte de las escuelas y centros docentes en la forma más acertada que podía hacerse: con la lectura de algunas páginas de la literatura clásica y contemporánea y con la adquisición de libros, bien para ser repartidos entre los alumnos, bien para ser incorporados a las bibliotecas escolares". Sin embargo, había un matiz que "El Sol" no podía omitir: "Por desgracia, no todas las escuelas españolas poseen bibliotecas propias para la lectura de los niños. Los medios de que disponen aquéllas son reducidísimos, y la asistencia social a la escuela no permite tampoco hacer grandes adquisiciones".

En la misma información se hacía recuento de los actos celebrados a mayor gloria de Cervantes, en su mayoría conferencias destinadas a académicos y donde brillaba más la pompa que el fomento de la lectura, como fue la intervención del entonces muy popular dramaturgo Serafín Álvarez Quintero en la sede de la Real Academia de la Lengua.

Donde sí que parecía que el día del libro había arrancado con fuerza era en Barcelona. Sí, también hubo conferencias y debates en la universidad, pero la gente salió a la calle a comprar ejemplares para felicidad de los libreros. Sigamos, de nuevo, con la crónica de "El Sol": "Después de visitar a los principales libreros de Barcelona, podemos concretar las opiniones recogidas diciendo que las barcelonesas leen más que los barceloneses, y que continúan en alza las noveles blancas, las de viajes y las de aventuras. Entro los autores que no se venden nada figura Mariano José de Larra ("Fígaro"). La preferencia por las novelas blancas lo demuestra el hecho de que, a pesar del gran número que se edita, la tirada de cada una excede de los 10.000 ejemplares". En ese 1926 ya apareció una primera lista con los autores más vendidos. ¿Quiénes fueron, según fuentes de los libreros barceloneses? Entre los catalanes estaban Víctor Català, Prudenci Bertrana, Josep Maria de Sagarra, Josep Pla, Santiago Rusiñol, Pere Coromines, Carles Soldevila y Gabriel Alomar. En narrativa en castellano los más leídos eran Wenceslao Fernández Flórez, Pío Baroja, Vicente Blasco Ibáñez, Ramón Pérez de Ayala y Concha Espina. En cuanto a extranjeros, la cosa estuvo en manos de nombres como Eça de Queiroz, Tolstoi, Bordeeaux, Tagore, Kipling, Benoit, Wells y Dostoyevski.