
Opinión
Sert y Barceló. Dos estilos unidos por una causa mayor
Me pregunto si no será que una razón antipática y una empatía irracional son la causa de nuestras polarizaciones

El 19 de agosto de 1939, Paul Claudel publica en Le Figaro, con el título «Una visita al Palacio de la Sociedad de las Naciones», las impresiones que le han causado las pinturas de José María Sert que desde 1936 adornan la Sala Francisco de Vitoria, o Sala de los Consejos, de la Sociedad de Naciones, regalo de España a esta organización.
Claudel estuvo en Ginebra para visitar la exposición de las obras del Museo del Prado que se habían sacado de España durante la guerra. Y estuvo también en el entonces desierto Palacio de las Naciones, y visitó la Sala Francisco de Vitoria, la sala central de la Sociedad de Naciones, denominada así en honor del dominico español que en el siglo XVI pone las bases del derecho internacional moderno. De ahí que la Universidad de Salamanca, sede la «Escuela Española» del ius inter gentes, esté representada en uno de los colosales murales de Sert que adornan la sala. Claudel no tiene más que palabras de alabanza al buen gusto pictórico de Sert, a su sano realismo, carente de mitologías; y a su saber hacer de la paz una construcción producto del esfuerzo de los hombres. Lamentablemente, apenas quince días más tarde, el 1 de septiembre, empezaba la II GM.
Otro regalo pictórico de España adorna ahora la Sede de la Asamblea de los Derechos Humanos en los headquarters de la ONU en Ginebra, una extensión de las dependencias del antiguo Palacio de las Naciones. Se trata de la pintura-escultura que adorna el techo de esa sala, y que es obra de Miquel Barceló. Un «cielo», quizás un «mar», multicolor, repleto de estalactitas, cuelgan sobre las cabezas de los representantes de las naciones que allí se dan cita. A los colores dorados y grises de una paleta casi monocroma de los murales de Sert, le suceden ahora la policromía más indescriptible. A las fuerzas antropológicas de los murales de la Sala de los Consejos, la fuerza de la naturaleza sin fronteras de Barceló. Dos aproximaciones distintas a la paz y a la concordia que representan dos sensibilidades distintas: la razón y la empatía. La primera quebró a finales del siglo XX, la segunda, si tengo que hacer caso de las declaraciones de Elon Musk, es la causa de todos los males de la democracia y empieza a tener mala prensa.
Me pregunto si no será que una razón antipática y una empatía irracional son la causa de nuestras polarizaciones. Propongo una tercera donación española al mundo: el arte del diálogo y la prudencia de Gracián. Saber dialogar implica que el otro siempre tiene algo importante que decirme; y que yo no tengo la verdad absoluta. En el fondo, este es el pathos, el sentimiento originario del verdadero diálogo racional.
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