Ciencia
Cómo evitar que las gafas se empañen con la mascarilla gracias a la química
Algunos deben lidiar con sus gafas empañadas cuando llevan la máscarilla. ¿Cómo podemos evitarlo?
En estos tiempos, las mascarillas se han vuelto un complemento más en nuestra salida a la calle. Es posible ver todo tipo de ellas, desde las profesionales FFP2 y FFP3 hasta mascarillas sanitarias o de tela. Aunque estas últimas no filtren tanto el aire, la Organización Mundial de la salud y el Gobierno de España recomiendan encarecidamente su uso, ya que son mejor que nada y pueden evitar que nos toquemos la nariz y boca con nuestras propias manos. En una enfermedad como la COVID-19, en la que existen pacientes asintomáticos pero contagiosos, el uso de estas barreras puede ser clave para ralentizar e incluso detener esta pandemia. Pero las mascarillas tienen un problema que empezamos a sufrir todos: son incómodas de llevar.
Los usuarios con gafas son los más afectados por las mascarillas. Combinar ambos elementos es especialmente incomodo, ya que el aire que liberamos dentro de la mascarilla acaba escapándose por el puente de la nariz, provocando que las gafas se empañen. Este problema es habitual entre los científicos y médicos con gafas, que normalmente solucionan comprando unas gafas con tratamiento anti vaho. Pero esta solución puede ser excesiva si sólo queremos llevar la mascarilla en estos meses de confinamiento y las ópticas siguen cerradas. Por ese motivo podemos probar soluciones más caseras para evitar que se empañen nuestras gafas, solo necesitamos aprender un poco de la química necesaria para luchar contra el vaho.
Qué es el vaho
Lo que llamamos aire no es ningún compuesto químico, sino una combinación de varios gases. Sus componentes principales son el nitrógeno y el oxígeno, pero también incluye una pequeña proporción de vapor de agua. Es este vapor lo que definimos como humedad, y depende de factores como la presencia de agua líquida cercana o de la propia temperatura del aire. Si la temperatura aumenta, el aire se calienta y el agua líquida se evapora. Si la temperatura baja, el vapor de agua se condensa y vuelve a ser liquida de nuevo, formando pequeñas gotas en forma de nubes y nieblas. Este equilibrio explica algunos fenómenos habituales como la formación del rocío, que surge del agua que ha sido evaporada a lo largo del dia y se condensa en la noche debido a la bajada de temperaturas.
Nosotros calentamos el aire sin darnos cuenta. Cada vez que introducimos aire en nuestros pulmones, tomamos el oxígeno y liberamos dióxido de carbono, pero también subimos su temperatura con nuestro propio calor corporal. En el caso de la mascarilla y las gafas, al expulsar el aire caliente fuera de la mascarilla, este se encuentra con la superficie fría de las lentes y el vapor de agua se condensa generando vaho, que desparece en unos segundos al volverse a evaporar.
Si la temperatura externa se acerca a la de nuestro cuerpo, como puede pasar en verano, el contraste de temperatura entre las gafas y nuestro aliento será menor y casi no generaremos vaho. Pero en invierno, el frío aire del exterior compite contra el calor de nuestra respiración y se genera un vaho mucho más persistente y molesto.
El momento en el que realmente los científicos empezaron a ver el vaho como un problema fue durante la exploración espacial. El vapor de agua del interior de los trajes espaciales se condensaba en la visera del casco, sometido al frío intenso del espacio. Ya se conocía el problema por parte de los buceadores y los primeros coches con calefacción, pero en el caso de los astronautas no había ninguna manera de limpiar ese vaho interno, y cegaba de manera temporal al astronauta cada vez que exhalaba aire. Por este motivo, la NASA empezó a buscar compuestos químicos que redujeran el vaho, y fueron probados con éxito durante el Programa Gemini de los años 60.
Curiosamente, los compuestos antivaho no evitan que se condense el agua en su forma líquida, sino que se centran en evitar que esa agua forme gotas. Aunque el agua es transparente, el vaho no lo es, porque las pequeñas gotas que lo forman reflejan la luz de maneras extrañas. Si no llegaran a formarse, el agua podría extenderse como una película transparente sobre el cristal, que no dejaría ver y aceleraría su evaporación.
Para lograrlo, los compuestos antivaho son hidrófilos, tienen la capacidad de atraer las moléculas de agua. Esta atracción es tan fuerte que es capaz de evitar que las moléculas de agua se atraigan entre ellas formando las gotas, y las obligan a distribuirse por toda la lente.
Algunos de estos compuestos químicos se comercializan de manera industrial y es posible comprarlos en forma de sprays o toallitas. Otros son tratamientos industriales, que se fijan de manera permanente en el material. Por ejemplo, el tratamiento anti vaho de gafas y viseras incluye una capa de dióxido de titanio, un compuesto transparente que cuando se somete al ultravioleta se vuelve un fuerte imán para todas las moléculas de agua que encuentre. Otros tratamientos industriales no usan compuestos químicos, sino otros materiales como microhilos capaces de absorber el agua por capilaridad y evitar que la gota pueda llegar a formarse.
Luchando contra el vaho desde casa
Pero no son los únicos compuestos hidrófilos que evitan el vaho. También existen algunos que podemos encontrar en casa con facilidad y que podemos aplicar a nuestras gafas y parabrisas. Muchos seres vivos, especialmente las plantas, incluyen moléculas capaces de atraer el agua precisamente como almacenamiento de la misma en caso de necesidad.
Un ejemplo es el almidón, presente en algunos vegetales como la patata o el aguacate. Si cortamos una patata por la mitad y frotamos su parte interna contra el cristal, el almidón que incluye cubrirá la lente y evitará que se formen gotas fácilmente. Es necesario retirar el exceso con un papel de periódico o con un paño seco, pero no hay que usar agua ya que lo eliminaría. El problema de este método es que si no retiramos bien el exceso de almidón, sus moléculas acaban agregándose entre ellas formando un precipitado de color blanco que distorsiona nuestra visión.
Otro tipo de compuestos hidrófilos que podemos usar son los detergentes tensioactivos. Este tipo de compuestos son capaces de limpiar restos orgánicos cuando se combinan con el agua gracias a su forma alargada, que es capaz de introducirse y mezclarse con los restos de suciedad. Cuando se enjuaga, las moléculas de agua se ven atraídas por el detergente y actúan de cuña limpiando la suciedad incrustada. Este mismo proceso sirve en el cristal de nuestras gafas, atrayendo el agua líquida que se condensa en la lente.
Al hablar de detergentes tensioactivos, no estamos hablando solo del que se usa en la lavadora, también vale el jabón de manos e incluso algunos espumantes como los presentes en la espuma de afeitar. El procedimiento es el mismo que en la patata: depositar unas pocas gotas de jabón sobre el cristal y retirar el exceso con un papel sin humedecer. No es recomendable usar detergentes con olor ni color, ya que pueden tener compuestos que distorsionen nuestra visión o afecten a nuestros propios ojos. Si siente algún picor en los ojos, debe retirar el compuesto inmediatamente.
Es probable que tenga tiempo y oportunidad para probar estas diferentes soluciones, y ver cuál es la que más te convence. También es importante ajustar correctamente la máscara para que no pueda escapar el aire por el puente de la nariz, aunque esto depende del tipo de máscara. Es mejor dedicar diez segundos a frotar el cristal con un poco de jabón y ajustarse bien la mascarilla que negarse a llevarla por culpa de las gafas. Recuerde que al llevarla ayuda a evitar la propagación de una enfermedad que no sabe si tiene.
QUE NO TE LA CUELEN:
- La función de las máscaras no es tanto protegernos de un contagio, sino la evitación de que nosotros podamos ser los contagiosos. Conviene llevar siempre la máscara cuando salimos a las zonas comunes y especialmente cerca de población de riesgo.
- Como normas mínimas, la mascarilla debe ajustarse correctamente a la cara, tapando siempre tanto la nariz como la boca. Además, la mayoría de mascarillas que se pueden comprar tienen una orientación determinada, e incluyen un alambre duro en la parte superior para poder ajustarlas al puente de la nariz. Respecto a la manera de ponerla, es importante lavarse las manos antes y después de colocarse y de quitársela la mascarilla, evitando tocarla mientras la llevamos puesta.
REFERENCIAS:
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