Zoología
Caracoles que trabajan con el ordenador más pequeño del mundo para resolver el misterio de su desaparición
Estos caracoles llevan en su concha el ordenador más pequeño del mundo y gracias a ello se ha determinado que la clave está en la capacidad para tolerar el calor
La naturaleza es profundamente compleja. Eso significa que la mayor parte de lo que sabemos sobre ella son simplificaciones, en especial cuando hablamos de las relaciones entre las distintas especies que la pueblan. Nos han acostumbrado a conceptos como la “cadena trófica” o la “pirámide alimenticia”, donde las relaciones entre predadores y presas son claras y están sorprendentemente bien ordenadas. La realidad es muy diferente, y si queremos establecer las relaciones más básicas entre presas y depredadores necesitaremos darle una forma menos ordenada, la estructura de una red. En estas redes las interrelaciones son tantas que se vuelve difícil predecir qué sucedería si desapareciera una especie concreta. Probablemente su falta desestabilizaría el equilibrio que hubieran podido encontrar, desencadenando un efecto.
Del mismo modo ocurriría si, en lugar de desaparecer, introdujéramos una especie extraña. Esta buscaría su nicho ecológico y, si este coincide con el de alguna especie autóctona, podría llegar a desplazarla, introduciendo una serie de factores nuevos en el entorno, alejándose por lo tanto del equilibrio ecológico que tenían hasta entonces. Esta es, más o menos, la historia de la enorme variedad de caracoles que había en las Islas Sociedad que, en apenas unas décadas han pasado de tener 61 especies propias de caracoles a tan solo 5. Todo comenzó con un intento de criar caracoles gigantes como alimento y ha terminado con moluscos ciborg.
Una mala idea
Originalmente la intención era llenar las Islas de Sociedad con caracoles africanos gigantes de tierra. Su tamaño de hasta 20 centímetros y su fácil mantenimiento los convertían en una fuente interesante de alimento. Claro que, el problema de introducir una especie fácil de criar en un territorio nuevo es que, la falta de predadores descontrola su población, haciendo que se multipliquen rapidísimamente hasta convertirse casi en una plaga.
Para evitarlo, los expertos tomaron una segunda mala decisión: llevar a las Islas otra especie capaz de dar caza a la primera, el caracol lobo rosa. En poco tiempo, este rosado caracol decidió seguir los pasos de su compañero y crecer sin control hasta plagar la isla. Hay que decir que, sin duda, ayudó a controlar al corazón africano gigante de tierra, pero por el camino, el caracol lobo rosado no hizo prisioneros, atacando indiscriminadamente a casi todas las demás especies hasta llevarlas a la extinción.
No obstante, no todas las especies sucumbieron. Los expertos, estudiando los cambios en el ecosistema, pudieron encontrar que el Partula hyalina había mantenido cierta cantidad de individuos y que, a pesar de no estar en su mejor momento, tampoco estaba condenada a la extinción (por ahora). Su supervivencia, de hecho, tiene una especial importancia para la cultura de estas islas, donde son utilizados como una de las piezas de ornamentación más populares.
El ordenador más pequeño del mundo
¿Por qué había sobrevivido Partula hyalina donde el resto de las especies habían perecido? Tras esa pregunta no solo había curiosidad, porque si entendíamos en qué se basaba su éxito, podríamos comprender, tal vez, cómo evitar que los estragos del caracol lobo rosado se siguieran extendiendo por las islas.
Los expertos empezaron a sospechar que, dado el blanquecino color de las conchas de Partula hyalina, era probable que la luz tuviera algo que ver en este equilibrio. Para comprobarlo a ciencia cierta, decidieron diseñar un dispositivo suficientemente pequeño como para adherir a los caracoles y, de este modo, tomar datos con los que comprobar la validez de su hipótesis.
Para crear un dispositivo tan diminuto los investigadores tuvieron que recurrir a M3s, el que es considerado el ordenador más pequeño del mundo. Este fue modificado para integrarle un sistema capaz de detectar la luz en función de la velocidad a la que se recargaba una batería solar y fue adherido a las conchas de los caracoles lobo rosados. En el caso de los Partula hyanina, los investigadores tuvieron que conformarse con fijar los M3s a las hojas donde suelen encontrarse, tanto en su superficie como en su envés.
Tras un tiempo, los expertos reunieron todos los datos y pudieron concluir que, la pálida concha de los Partula hyalina les permite exponerse a la luz 10 veces más que sus preadadores sin por ello recalentarse demasiado, lo cual significa que pueden sobrevivir en lugares a donde el temible caracol lobo rosado no puede llegar.
Y es que, como decíamos al principio, tras las simplificaciones de cadenas y pirámides hay, en realidad, redes complejísimas para cuyo equilibrio hemos de tener en cuenta mucho más que al conjunto de seres vivos. Necesitamos entender su relación con el clima, la geología y las catástrofes.
QUE NO TE LA CUELEN:
- Más allá de la información obtenida directamente con este estudio, la investigación ha permitido validar la relevancia de este tipo de dispositivos miniaturizados para hacer un seguimiento de determinadas poblaciones de invertebrados. Ahora mismo se está planteando aplicar los M3s al estudio de las migraciones de mariposas monarca y a las fluctuaciones en el número de determinadas especies de avispas.
REFERENCIAS (MLA):
- Millimeter-sized smart sensors reveal that a solar refuge protects tree snail Partula hyalina from extirpation Communications Biology
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