Conspiraciones
La trompeta de 30 metros que dio diarrea instantánea a todo un auditorio
¿Y si el gobierno de Estados Unidos tuviera la tecnología para hacernos perder el control de nuestros esfínteres de forma inmediata?
En los tiempos que corren, donde la información vuela y el auditorio digital es tan amplio, toda locura encuentra su foro, un grupo de personas suficiente como para mantenerla con vida, no importa lo absurda que suene o la falta de evidencia que haya. Así funciona un poco internet, donde las comunidades que se enamoran de una idea ridícula no tienen por qué coincidir en el mismo pueblo, sino que pueden estar deslocalizados, fomentando que estos colectivos conspiranoicos se den de manera natural. Y, aunque las hay de todo tipo y color, la que nos ocupa hoy se lleva la palma. Estamos acostumbrados a escuchar que el 11S fue un trabajo interno, que las vacunas dan autismo y que Estados Unidos tiene una máquina capaz de producir terremotos, todo ello es falso, pero nada comparable a lo que está por llegar, porque esta conspiración se relaciona con un sonido laxante y una trompeta de 30 metros.
Para muchos de sus seguidores, la historia surgió cuando, en diciembre de 1974, la revista New Scientist publicó su número 26. En él había un artículo que capturó la imaginación de muchos. Hablaba de una extraña trompa cuya campana alcanzaba los 33 metros de diámetro. Esta envergadura confería a su sonido un tono tremendamente grave, tanto, que apenas podía ser percibido por nuestro oído. Fue bautizado como colófono y, debutó en Hyde Park durante 1851. Sin embargo, tan pronto como sonaron sus primeras notas, el público comenzó a sentirse mal, sentir dolor, orinarse y defecarse encima. Así lo cuenta la revista y muchos lo han tomado al pie de la letra en una cruzada por dar de nuevo con ese sonido al que han llamado “ruido marrón”. El problema, más allá de que la CIA posea dicha tecnología, es que aquel artículo de New Scientist no era más que una broma, una ficción inocente cuyos autores dudo que sospecharan que pudiera alargarse 50 años. Pero, ¿podría existir algo así como la nota marrón?
¿Es posible tal cosa?
La respuesta corta es que no, pero resulta ser también la respuesta menos pedagógica. Un no rotundo es un punto final y, aunque merecerlo lo merece, estaríamos perdiendo la oportunidad de justificar poco a poco los problemas de esta loca idea. Quienes la defienden se escudan en varios argumentos diferentes, pertenecientes todos a una misma idea básica, pero llevada a grados diferentes dentro de la escala de la fantasía. Todo tendría que ver con las vibraciones. Los más conservadores dicen algo bastante racional y es que, el sonido, no deja de ser una onda física, una compresión y descompresión que se transmite alternamente a través de un medio.
Normalmente, para nosotros el sonido viaja a través del aire, pero también puede aprovechar el agua y, si pegamos la oreja al rail de un tren, podremos escuchar cuándos se acerca por la vibración del metal. Todo ello es sonido y, resulta, que una explosión también implica ondas de este tipo. Es ese aumento repentino de la presión del aire, propagándose lejos de la explosión, lo que produce los daños. Así que, es lógico pensar que pueda haber sonidos que, con la correcta intensidad, puedan afectar a nuestro cuerpo de forma mecánica y no tanto porque podamos oírlos. Sabemos, de hecho, que algunos infrasonidos, incapaces de ser registrados por nuestros oídos, pueden afectarnos sutilmente y generar en nosotros una sensación de malestar, puede que incluso de mareo. No obstante, jamás se ha descrito fidedignamente un caso de diarrea producida por el sonido.
En el otro lado del espectro se encuentra un perfil de conspiranoico muy diferente que, abandonando la ciencia para lo que les conviene, deciden malinterpretar un concepto básico: el de que las partículas vibran en el espacio. Para ellos, eso significa que todos vibramos y tenemos una frecuencia concreta (nada remotamente científico por más que lo pueda parecer). Según ellos, frecuencias diferentes pueden hacernos enfermar y, en este caso, se produciría algo similar, desencadenando una diarrea instantánea. Ahora bien, sabiendo que ni por un lado ni por el otro se ha conseguido demostrar esta idea… ¿Sería posible construir un arma similar?
Estímulos cólicos
Evidentemente, existen formas de condicionar una visita al retrete. Dejando a un lado las sustancias laxantes, ya sean a través de alimentos o fármacos, conocemos bien otros dos estímulos bastante funcionales para ir de vientre. Por un lado, está el reflejo ortocólico, que hace que nuestros intestinos se muevan con más brío cuando estamos de pie. Esto ayuda a evitar que defequemos mientras dormimos y es el motivo por el que algunos sienten ganas al poco de levantarse de la cama. No obstante, hay un segundo fenómeno que une fuerzas con este primero para explicar el apretón mañanero. Se trata del reflejo gastrocólico, desencadenado por la ingestión de alimento. Así pues, el desayuno también es una buena manera de hacer sinergia con el reflejo ortocólico.
Recordando aquello de cui bono, esto es, quién se beneficiaría de poder desencadenar diarrea instantánea como los conspiranoicos sugieren. Los gobiernos podrían utilizar el sonido para desencadenar una inoportuna diarrea entre las tropas enemigas y así dejarles incapacitados en pleno campo de batalla. Recuerda a una versión poco elegante de aquellas trompetas que hicieron entrar en pánico a los elefantes de Aníbal durante la batalla de Zama, en el 202 a.C. Sin embargo, ya hemos visto que hay otras formas más realistas y sencillas de producir el mismo efecto. Cierto es que no parece práctico enviar suministros de cruasán al enemigo para desencadenar en ellos el reflejo gastrocólico, pero depositar laxantes en sus suministros de agua parece mucho más sencillo que construir un colófono, sea del tamaño que sea.
QUE NO TE LA CUELEN:
- Tras haber ensayos en vivo, ya no se trata solo de una cuestión teórica donde podríamos estar equivocados por haber asumido premisas erróneas. Ha sido probado empíricamente, que no existe una frecuencia entre 5 y 9 hercios (el rango que suelen indicar los conspiranoicos) que desencadene tales efectos en el cuerpo humano.
REFERENCIAS (MLA):
- “New Scientist”. Google Books, 1974, https://books.google.co.uk/books?id=khzDRYfj97AC&pg=PA932&lpg=PA932&dq=the+collophone+commemorated&source=bl&ots=vrgUH_MUh4&sig=Z2nnGZJ6W3_Ph_gzXKuhXCbLfW0&hl=en&sa=X&ved=0ahUKEwie2pKZw7_QAhWsJcAKHdIlCYEQ6AEIGzAA#v=onepage&q=meters&f=false.
- Berg, Richard E, and David G Stork. The Physics Of Sound. Pearson Prentice Hall, 2005.
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