Inmunidad

Las vacunas producen “amnesia” y es nuestra culpa

Las vacunas son seguras y uno de los mayores logros de la humanidad, pero esconden un riesgo: que funcionen tan bien que olvidemos lo necesarias que son.

Mapa de Europa siendo vacunado de forma simbólica.
Mapa de Europa siendo vacunado de forma simbólica.PixabayCreative Commons

Podríamos pensar que nunca ha hecho tanta falta una vacuna como ahora. La pandemia no parece estar controlada y las medidas van y vienen como si jugaran al “pilla pilla” con el virus. Mientras tanto, algunos colectivos aprovechan la incertidumbre y reclutan fieles para la causa antivacunas, propagando el miedo y sugiriendo todas las conspiraciones y embustes que existen tras un inocente vial. Lo que ellos no saben es que el verdadero peligro de las vacunas es muy diferente de los que sospechan porque, de hecho, ellos son parte del problema.

No hay la menor duda de que las vacunas funcionan y que han supuesto el mayor avance de toda la historia en temas de salud. No obstante, ese es precisamente su mayor peligro, que funcionan demasiado bien. Este “fallo” puede parecer la típica treta con la que salir del paso cuando, en una entrevista de trabajo, te preguntan por tu mayor defecto, pero nada más lejos de la realidad. Las vacunas funcionan tan bien que hemos olvidado el peligro que hay ahí afuera. Nos hemos acostumbrado a un mundo sin viruela y a un continente sin polio, los niños ya no crecen con una espada de Damocles microbiológica pendiendo constantemente sobre sus cabezas. Y esa es la clave, porque ahora que el peligro parece poco más que una leyenda, a algunos, las vacunas semejan hacer menos falta que nunca.

400.000 muertos al año

La pandemia que nos asola ha dejado a su paso casi un millón y medio de muertes, convirtiéndose en un problema de salud mundial de primer orden, pero la viruela no se quedaba atrás. Hace exactamente 40 años desde que la Organización Mundial de la Salud anunció que la viruela había sido erradicada del mundo. La vacunación consiguió eliminarla de la faz de la tierra. El último caso de viruela salvaje había tenido lugar hacía ya tres años, en Somalia, y desde entonces solo había ocurrido un caso más, posiblemente por una mala gestión de las cepas que se estaban investigando en los laboratorios de un hospital de Birmingham, en el Reino Unido. La afectada fue Janet Parker, y falleció, pero con ella se puso fin a una enfermedad que nos perseguía desde tiempos inmemoriales y que había dejado más secuelas y cadáveres a su paso de los que podíamos contar. Aunque depende de la época, suele decirse que la viruela mataba a unas 400.000 personas al año, pero hemos de tener en cuenta algo para poder poner estas cifras en contexto.

Se estima que dos de cada tres personas superaban la viruela quedándose inmunizadas de por vida, lo cual significa que llevábamos siglos construyendo una inmunidad de grupo. Esos 400.000 muertos eran tales cuando la sociedad ya tenía barreras inmunitarias con las que defenderse y solo podemos imaginar a cuánto ascenderían esas cifras si la viruela hubiera surgido de improviso, como el SARS-CoV-2, ante una sociedad sin memoria inmunitaria con la que plantarle cara. Y esto por no hablar del tipo de secuelas que dejaba a su paso, como la ceguera o las vistosas cicatrices que desencadenaron un estigma social, como ocurrió con el sarcoma de Kaposi en los infectados por VIH durante los años 80.

"Diagnóstico de viruela". Pústulas de viruela en la cara de una mujer fotografiada en 1908.
"Diagnóstico de viruela". Pústulas de viruela en la cara de una mujer fotografiada en 1908.Ricketts, T. F, Casell and CompanyCreative Commons

Todo eso es parte del pasado. Es conflictivo determinar cuántos años han de pasar para hablar de generaciones diferentes, pero algunos estudios sociológicos apuntan a que, al ritmo que vivimos y teniendo en cuenta que padres e hijos rara vez se llevan más de cuarenta años, el relevo generacional ocurre en unos 35 años. Eso es todo lo que hace falta para olvidar el peligro de una enfermedad: que los nacidos inmediatamente después de la erradicación lleguen a la edad de tener a sus propios retoños. Los jóvenes jamás hemos visto un caso de viruela, nunca hemos perdido a un amigo de la infancia por ella y muchos menos hemos temido por nuestra propia vida. ¿Por qué iban a necesitar tus hijos una vacuna en el primer mundo, donde casi nadie muere de infecciones?

Otra victoria en ciernes

Ni siquiera ha hecho falta llegar al punto de la erradicación, aunque sigan pululando por ahí algunos microorganismos bastante peligrosos, la gran capacidad de inmunización de las vacunas los mantiene a raya lo suficiente como para que podamos permitirnos subestimarlos. Este año se ha erradicado la polio de África, una enfermedad que también se cobraba la vida de cientos de miles de niños al año cuando todavía no la habíamos eliminado del continente americano (1994), del Pacífico Occidental (2000), de Europa (2002) y finalmente de la India y del Sudeste Asiático (2014). Muchos de los que sobrevivían lo hacían con serios problemas de movilidad, algunos habiendo quedado incluso paralíticos. Se calcula que a mitad del siglo XX la polio paralizaba o mataba a más de medio millón de personas al año y si hemos dejado ese infierno atrás es solo gracias a las vacunas.

Víctima de la polio de la XVIII dinastía (1403 - 1365 aC)
Víctima de la polio de la XVIII dinastía (1403 - 1365 aC)Deutsches Grünes KreuzCreative Commons

Por desgracia, todavía quedan reductos donde la polio sobrevive. Concretamente dos países: Afganistán y Pakistán. El hecho de que se contagie principalmente por vía feco-oral hace que, estos países donde el suministro de agua no siempre ha sido potabilizado, sean especialmente susceptibles al contagio. Por otro lado, la situación sociopolítica y geográfica de este territorio complica la realización de campañas de vacunación, en especial tras la pérdida de confianza provocada por la artimaña orquestada por la CIA durante 2011.

Por aquel entonces, desplegaron una falsa campaña de vacunación contra la hepatitis B con el propósito de tomar muestras de ADN de posibles parientes sanguíneos de Osama bin Laden. No tardó en destaparse el engaño y el escándalo volvió a los lugareños mucho más desconfiados hacia las campañas sanitarias ofrecidas por otros países. Los expertos estiman que aquel operativo nos ha costado un retraso de 20 años en la erradicación mundial de la polio. Las vidas que no han podido ser salvadas por culpa de la pérdida de confianza son más difíciles de cuantificar.

Cinco motivos

Si estas dos campañas de erradicación han sido tan exitosas es, principalmente, por cinco motivos. En primer lugar, porque se trataba de enfermedades que solo afectan a humanos, por lo que vacunando a nuestra especie dejamos al virus sin un solo lugar seguro donde cobijarse. Por otro lado, la enfermedad no está latente demasiado tiempo antes de mostrar sus efectos, por lo que es más fácil controlar los brotes y complementar así la vacunación con otra serie de medidas. Otro punto clave ha sido la vistosidad de las secuelas y los síntomas, porque al hacerse tan patentes es fácil evitar el contagio y concienciar a la población sobre la importancia de las medidas. En cuarto lugar, está el hecho de que estas dos infecciones producían una inmunidad de por vida, haciendo que la mayor parte de supervivientes se inmunizaran y que no hiciera falta una vacunación continuada, como es el caso de la gripe.

Puede resultar desalentador pensar que todas estas características son opuestas a las del coronavirus. ¿Significa eso que no podremos erradicarlo con vacunas? Hasta donde sabemos parece poder acantonarse en otros animales, tarda en mostrar síntomas, las secuelas no parecen estigmatizantes y la inmunidad aparenta ser caduca. Por suerte, podríamos decir que, a excepción del primer punto, el resto pueden ser suplidos con medidas más restrictivas, lo cual sería completamente cierto, pero hay un mensaje aun más claro. Como decíamos antes, hay un quinto punto del que depende el éxito. Es más, ese aspecto es absolutamente necesario para alcanzar nuestra meta, sin él no importa que el resto de los factores sean favorables, no es opcional, como los que hemos nombrado antes, es obligatorio y es la confianza.

No se trata de fe ciega, sino confiar en lo que las vacunas llevan demostrando durante años y en las muchas restricciones gubernamentales que han hecho del desarrollo de fármacos un proceso que, si bien no es perfecto, es seguro y tremendamente garantista para el consumidor. Como hemos visto, la efectividad de las vacunas tiende a dejarnos algo olvidadizos como sociedad y solo recordamos lo que la historia quiere contarnos, luchando contra esa amnesia que trata de apoderarse de nosotros lograremos frenar esta pandemia.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • A pesar de lo publicado en algunos medios, todavía no hemos erradicado la polio del mundo. Este 2020 hemos dado un paso histórico constatando la erradicación de la poliomielitis en África, pero sigue habiendo casos en otros lugares del mundo y, hasta no acabar con ellos, seguimos siendo susceptibles de sufrir un rebrote en nuestro propio país. Es más, dado que ningún europeo ha pasado la polio en los últimos 18 años, eso deja a la generación más joven especialmente vulnerable ante un posible rebrote.

REFERENCIAS (MLA):