Sociedad

Navidad

Ahora los renos nos traen regalos, pero antes nos traían droga

Los efectos alucinógenos de la orina de reno son bien conocidos por los pobladores del norte de Eurasia y América.

Reno psicodélico
Reno psicodélicoAnónimoCreative Commons

Internet nos tiene acostumbrados a titulares exagerados o directamente falsos y, cuanto más espectaculares suenen, más posible es que nos defrauden, pero esta historia es diferente. Imagina que fueras un antiguo habitante de la taiga siberiana. Te has despertado antes del amanecer para comprobar tus trampas y, tal vez, cazar algún pequeño mamífero demasiado cansado y aterido como para esquivar las flechas. Los primeros rayos del Sol se reflejan en la blanquísima nieve y, a lo lejos, iluminan una manada de renos. Puede que no tengas las herramientas para abatir a una de esas bestias, pero no te importa, porque tu objetivo acaba de cambiar, ya no buscas comida. Te acercas con cuidado, centrando tu vista en el suelo, barriendo cada palmo como si hubieras perdido algo y, de repente, allí está: una masa amarillenta. Es orina de un reno, medio congelada, filtrándose entre la nieve. Sin pensártelo demasiado, te agachas, coges un puñado y te lo metes en la boca. Estás a punto de empezar un viaje psicodélico, así que será mejor que te retires a un lugar seguro antes de que la orina surta su efecto.

¿Qué está sucediendo? Los objetos parecen moverse y deformarse, como si todo cobrara vida, los renos vuelven a estar lejos, pero ahora semejan flotar contra las nubes y el tiempo ha empezado a fluir de manera extraña. De vuelta en el presente, sabemos que esa orina contiene una serie de sustancias llamadas enteógenas, con propiedades psicotrópicas capaces de modificar tu estado de conciencia. Conocemos la composición de esas sustancias y cómo interactúan con nuestro cuerpo, multitud de detalles que no entendíamos hace siglos, pero había algo que sí sabíamos por aquel entonces: que la orina no era la verdadera culpable, sino lo que aquellos renos comían, una extraña seta roja con pintas blancas que los volvía locos y terminaba escapando por la orina. Y aquí viene el giro, porque tras esas setas alucinógenas se esconde lo que algunos consideran el origen de nuestra Navidad. Pero empecemos separando hecho de especulación.

Droga en el mundo animal

No es ninguna novedad que poblaciones humanas de todo el mundo usen drogas con propósitos recreativos, rituales y/o terapéuticos. Lo sabemos y la antropología ha investigado esto bien a fondo durante décadas. De hecho, ni siquiera somos el único animal que disfruta de los efectos de estas extrañas sustancias. Es frecuente encontrar fauna ebria por el consumo de fruta fermentada, un alcohol que llegan a buscar activamente. Desde elefantes que van trompa hasta pájaros que acaban cayendo fulminados por una insuficiencia hepática aguda. Muchos rumiantes consumen deliberadamente plantas alucinógenas, frecuentemente del género Astragalus o del Oxytropis. Incluso los delfines buscan pincharse con las ponzoñosas espinas del pez fugu para sentir los efectos su tetrodotoxina.

Conociendo este contexto no debería sorprendernos que los renos y algunas poblaciones humanas consuman Amanita muscaria, que así es como se conoce a esa seta rojiblanca que se ha vuelto icónica de todas las setas. Tenemos buenos registros acerca de esto y del uso humano de la amanita, tanto muscaria como pantherina, es algo que podemos encontrar en los extremos más recónditos del planeta. Sabemos incluso que, como ya hemos dicho, hay individuos que consumen la orina de los renos con la esperanza de encontrar las sustancias psicoactivas de la dichosa seta, pero en torno a todos estos robustos hechos se ha ido construyendo un castillo de naipes, una hipótesis absolutamente especulativa y que la comunidad científica se resiste a aceptar. Eso sí, no importa su falta de validez, porque, como relaciona el origen de Papá Noel con la droga, los medios no han podido resistirse a difundirla.

Una hipótesis fantástica

Don Pfister, investigador de Harvard y experto en hongos, es uno de los principales defensores de la hipótesis. Según cuenta Pfister, todo empezó con un libro publicado en 1967 donde su autor, Gordon Wasson, comentaba lo que ya hemos indicado, aunque de una manera ligeramente diferente. Él añadía que eran concretamente los chamanes de la taiga quienes empleaban la Amanita muscaria y que lo hacían con propósitos ceremoniales. Este punto ya trae cierta discordia entre los estudiosos, que, aunque han registrado el consumo de esta seta entre algunos pueblos del norte, no parecen estar seguros acerca de su relación con los chamanes.

En cualquier caso, pronto empezó a hablarse sobre el consumo de esta misma seta por parte de los renos. Descubrimos que las dos principales moléculas psicotrópicas (el ácido iboténico y el muscimol) llegan casi inalteradas a la orina del animal que las consuma, sugiriendo formas atípicas de aprovechamiento, como las que comentábamos antes. Para Pfister todo estaba claro: Papá Noel era un chamán que repartía amanita y que tenía una extraña relación con la orina de estos animales. Como hemos dicho, la amanita es una seta roja y blanca, los colores del traje de Santa (colores previos al anuncio de Coca Cola que los popularizó). De hecho, otros estudios igualmente discutidos apuntan a que algunos chamanes se vestían de rojo y blanco como alusión a las setas.

Pero Pfisterlo lleva más lejos. Indica que, estas setas suelen encontrarse bajo los abetos, justificando así la tradición de dejar los regalos bajo el árbol de Navidad. Pero la relación con la droga no termina aquí, porque por fin llegamos a los renos. Según Don, cuando aquellos individuos encontraban e ingerían setas y orina cerca de los rebaños, lo que verían serían renos distorsionados, tal vez flotando. Es fácil comprender por qué esta hipótesis se ha vuelto tan popular. Todas las piezas parecen encajar a la perfección, con tanta precisión que nos hace sospechar un poco. Y es que hace falta algo más que construir un relato coherente, necesitamos pruebas, tal vez testimonios, pero definitivamente algo más que especulación. De hecho, sabemos que el origen de Santa Claus es mucho más complejo. Por ejemplo, otras hipótesis famosas (y mucho más robustas) apuntan hacia la figura de un antiguo obispo llamado Nicolás de Bari que vivió en Anatolia durante el siglo IV. Y no podemos obviar que algunos detalles de lo que consideramos ahora Navidad vienen de un poema de 1823 escrito por Clarke Moore, un académico neoyorquino.

Una intervención para Rudolf

De hecho, a pesar de lo bien que suena toda la parte de los renos, resulta traer consigo algunas de las principales complicaciones. Los defensores de la hipótesis psicodélica quieren mantenerla viva a toda costa y algunos afirman que la nariz de Rudolf, el reno que lidera el trineo, también es una referencia a la seta. Podríamos pensarlo así, suena igual de conveniente que todo lo que hemos contado hasta ahora. El problema es que, en este caso, sí que podemos rastrear el origen del mito y no tiene nada que ver. ¿Pasaría lo mismo si pudiéramos hacer lo propio con el resto de los argumentos? Tal vez, pero volviendo al problema de Rudolf y su nariz, parece que su historia se remonta tan solo a una historia publicada por Robert L. May en 1939. Fue Robert quien decidió que uno de los renos de Papá Noel se llamara Rudolph y que tuviera una nariz roja. Era su forma de generar conflicto en la historia y tener una excusa para que otros renos se burlaran del protagonista.

Nos gustan las historias redondas, rebuscadas e inesperadas. Porque la de la navidad psicodélica no es la única que hemos usado para explicar la nariz de Rudolph. Una de las explicaciones innecesarias más famosas habla sobre parásitos. Dice que era roja porque los renos tienen muchos vasos sanguíneos y repliegues en la nariz para así calentar el aire que respiran (cosa que es cierta), repliegues donde suelen hospedarse hasta 30 especies diferentes de parásitos (otra verdad). Es entonces cuando lanzan la especulación innecesaria y falsa, planteando que la nariz de Rudolph, por lo tanto, habría sido infectada por algún parásito, produciendo una reacción inflamatoria que se la dejaría colorada. Se han dicho infinidad de tonterías, llevando la ciencia más allá de donde debemos, hacia los territorios del mito, de la irracionalidad y la ficción. Y es que si no hiciéramos concesiones tendríamos atenernos a la ciencia y afirmar que los renos de Santa Claus son, en realidad, todos hembras o machos castrados, los únicos que conservan su cornamenta en invierno.

En definitiva, que hubo un tiempo en que, posiblemente, los renos eran mensajeros de la droga, independientemente de qué tenga esto que ver con la Navidad tal y como la conocemos ahora. Y, hablando de navidad y sus relatos inocentes que siempre esconden alguna moraleja (o más bien moralina): valga este ejemplo para aprender que no podemos fiarnos de las buenas historias, esas que parecen encajar a la perfección, pero de las que no tenemos pruebas. Porque hoy se presenta como una fábula rojiblancas sobre el origen de la Navidad, pero el resto del año son conspiraciones de todos los colores.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • El mito que rodea a Papá Noel es realmente complejo, mucho más de lo que puede parecernos. Es una amalgama de tradiciones y creencias diferentes, producto del mundo globalizado en el que vivimos. Precisamente por eso, cualquier hipótesis que pretenda explicar todos sus aspectos de forma sencilla sea, posiblemente, una ficción.

REFERENCIAS (MLA):