Sociedad

Genética

La miserable vida de los últimos mamuts

Un estudio genético muestra los estragos de la endogamia en la última colonia de mamuts conocida en La Tierra

Paleoarte de un mamut colombino (Charles R. Knight , 1909)
Paleoarte de un mamut colombino (Charles R. Knight , 1909)Charles R. KnightCreative Commons

Sale el sol en la isla de Wrangel. La mañana es gélida, con temperaturas que apenas van a superar los 0⁰C a mediodía, pero tras una noche -30⁰C hasta se agradece ese “calor”. Los animales que habitan esta isla están adaptados a las bajas temperaturas: las morsas agrupan en la playa sus cuerpos masivos armados con enormes colmillos, una colonia de renos pace las pequeñas hierbas propias de la tundra y los lemmings, pequeños roedores, se ocultan comiendo raíces bajo tierra de los búhos nivales que los buscan incansablemente para cazarlos. Pero de entre estos animales hay uno que destaca especialmente; un mamífero proboscídeo levanta su pesado cuerpo cubierto de un pelo espeso y largo. Este mamut lanudo, viejo y cansado, carga sobre sus hombros el peso de ser el último de su especie.

Un catálogo de mamuts

La situación descrita en el párrafo anterior pudo producirse hace aproximadamente unos 3700 años. Por situarlas en un contexto global; más o menos al mismo tiempo, en tierras muy lejanas, el ser humano se dedicaba a erigir unas colosales estructuras en honor a sus faraones: Las Pirámides de Egipto. Resulta sorprendente pensar que hace tan relativamente poco, los humanos compartían planeta con estos seres, aunque no fuese una de las especies de mamútidos gigantes, si no una especie de versión reducida de los mismos.

En la antigüedad existieron diferentes especies de mamut y, como sucede en la actualidad con los elefantes, eran significativamente diferentes unas de otras. Las mayores especies conocidas son el Mammuthus sungari, que se cree que es una subespecie del Mammuthus trogontherii y cuyo mayor esqueleto encontrado alcanza los 5,3 metros de altura y 9,1 de largo, es decir, un metro más alto que un autobús de dos pisos londinense y solo medio metro más corto. También existían especies más pequeñas, que apenas alcanzaban los 3 metros de alto y pesaban 4 toneladas de peso, como es el caso de los mamuts lanudos de Wrangel. Es común confundir los mamuts con los mammuts o mastodones, pero estas especies divergieron hace aproximadamente 27 millones de años y aunque eran similares, sus patas eran más cortas y no disponían de la característica joroba del mamut.

El último mamut

La isla de Wrangel fue el último refugio seguro para los mamuts, que antaño habitaban extensas zonas de Eurasia, Norteamérica y África. Esta masa de tierra de 150 km de largo por 125 km de ancho ofrecía un clima favorable, al contrario que en las tierras continentales, que habían experimentado profundos cambios al final de la última glaciación. Ahora bien, al tratarse de una isla con recursos finitos y limitados, únicamente puede mantener cierto número de mamuts antes de que estos comiencen a escasear y, cuando ese número no llega a unos mínimos, la consanguinidad puede alterar el ADN lo suficiente como para debilitar la especie.

Los secretos que desvela el ADN

Una mandíbula hallada en esta isla permitió a un grupo de científicos extraer ADN de una zona donde se preserva extremadamente bien: el nervio dental. El análisis genético posterior ayudó a entender que este espécimen sufría de los estragos causados por la endogamia, entre ellos, una baja calidad espermática, como muestra un defecto en el gen NKD1, diabetes, que se observó al analizar el gen NEUROG3 y la imposibilidad de oler las flores, como reveló el gen OR5A1.

Es decir, se trata de un desastre a nivel genético que harían la vida de este mamut bastante complicada. Si bien es cierto que no se pueden extraer conclusiones de toda una especie a partir de los restos de un único ejemplar, al observar lo que ha ocurrido en situaciones similares con animales modernos, es bastante probable que el resto de los mamuts sufriesen de problemas similares, lo que los llevaría, inexorablemente, a la extinción. Gracias a estos estudios queda patente la importancia de traer especímenes lo menos emparentados posible cuando se quiere llevar a cabo una labor de conservación de especies con pocos ejemplares, como los urogallos o el guepardo.

QUE NO TE LA CUELEN

  • No se sabe con exactitud cuándo murió el último mamut de la especie, los últimos huesos de los que se tiene constancia son los de hace 3700 años, pero puede que existan restos posteriores a la espera de ser descubiertos o que los últimos se hayan degradado completamente, por lo que sería imposible estudiarlos. Por esto mismo, al no disponer de una prueba irrefutable que nos diga que los restos actuales son los del último mamut conocido, no se puede saber qué pirámide estaba construyendo en ese momento la civilización egipcia, aunque ya se encontraban en pie la de de Dyeser, del 2660 a.C., las grandes pirámides de Guiza, como la de Jufu (Keops), Jafra (Kefren) o Menkaura (Micerinos), del 2500 a.C. o el piriamidión del rey Mefenferra, del siglo XVII a.C.

REFERENCIAS (MLA)