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Evolución

¿Por qué nacen más elefantes sin colmillos?

La caza furtiva es una poderosísima presión selectiva que ha dado “ventaja” a los elefantes sin colmillos. Sin embargo, esto puede traer grandes problemas ecológicos.

Imagen de dos elefantes africanos (Nel_Botha-NZ)
Imagen de dos elefantes africanos (Nel_Botha-NZ)Nel_Botha-NZCreative Commons

Si le preguntáramos a un geólogo, acostumbrado a estudiar periodos de tiempo tremendamente dilatados y sin rastro de la presencia humana, posiblemente nos diga que el término “Antropoceno” es poco menos que el demonio. Dirá que vivimos en el Holoceno y que somos demasiado insignificantes como para dejar una huella indeleble en la geología de nuestro tiempo, sin importar el poder de nuestras industrias y de la contaminación. Sin embargo, los expertos que trabajan con sistemas algo más rápidos, como pueden ser los seres vivos, saben bien que nuestra presencia tiene un enorme impacto. De hecho, podríamos compararnos con un catalizador o, mediante una metáfora más asequible, con un botón de acelerar, de precipitar los acontecimientos a una velocidad para la que la naturaleza no está acostumbrada. Es más, un ejemplo especialmente reciente de todo esto es cómo, en apenas 30 años hemos dejado una preocupante huella en los elefantes africanos: cada vez hay más que nacen sin colmillos.

El motivo es sencillo. En este caso el demonio no es el cambio climático, ni la contaminación de las aguas, ni el plástico, sino la caza furtiva. El mercado negro quiere la queratina del cuerno de los rinocerontes y el marfil de los colmillos de los elefantes. Algunas iniciativas han apostado por cortar los cuernos y colmillos de estos animales para que los furtivos no tengan ningún incentivo para matarlos, claro que esto es a costa de que los animales mutilados deban cambiar algunos de sus comportamientos. Por otro lado, parece que la naturaleza hubiera decidido sumarse a la causa y ahorrarnos que tengamos que cortar los colmillos, porque ahora, un tercio de los elefantes del Parque Nacional de Gorongora, en Mozambique, están naciendo sin ellos. La razón es sorprendentemente sencilla: la guerra.

Elefantes de guerra

Aunque parezca mentira, la situación política de un país no solo afecta a los votantes, sino que repercute en los ecosistemas de formas extrañas, indirectas y difícilmente previsibles. En el caso de estos elefantes del Ngorongoro, todo empezó durante los años 70. Por aquel entonces, concretamente el 30 de mayo de 1977, Mozambique entró en una guerra civil. Un conflicto que duró 15 años, hasta el 4 de octubre de 1992. Durante ese tiempo, la situación del país se volvió extremadamente caótica. Las preocupaciones de sus habitantes y del resto de países estaban puestas en la situación sociopolítica, no en la naturaleza. Y fue gracias a esa relativa bajada de guardia, que los cazadores furtivos hicieron su agosto. Los elefantes de Mozambique eran presa fácil, mucho más sencillos de abatir que en los países colindantes, había tiempo de matarlos, serrar sus colmillos y alejarse de la zona con bastante tranquilidad.

La caza aumentó tantísimo que la población comenzó a resentirse seriamente y, en esos casos donde un grupo de individuos reduce drásticamente su número, se vuelve propicio que tengan lugar algunos cambios. Por ejemplo, en este caso ocurrió que, por primera vez en la historia de esta especie, tener colmillos bien desarrollados era un hándicap. En condiciones normales, los elefantes africanos usan sus colmillos para arar la tierra en busca de alimento o de minerales que necesiten para completar su dieta, los usan para pelear y para marcar la corteza de los árboles. Sin ellos, todas estas habilidades las pierden y, en teoría, serían menos competitivos a la hora de reproducirse, ya sea por no haber conseguido llegar a la edad reproductiva con vida o porque se les resiste atraer al sexo opuesto. Sin embargo, en este caso entró un factor nuevo con un peso muy superior que todos estos: los furtivos. Aquel elefante que tuviera colmillos menos desarrollados (o directamente que no los tuviera) tendría más posibilidades de sobrevivir porque los furtivos no irían a por él. Así es como, la reducción de la población de elefantes fue, en cierto modo selectiva y, el 18,5% de elefantes hembra sin colmillos que poblaban Ngorongoro en 1977, pasaron a ser un 50,9% en la década de los 2000, recién terminada la guerra. Dicho con otras palabras. Antes del conflicto, la posibilidad de encontrar a una hembra sin colmillos era de 1 entre 5, poco más de una década después, la probabilidad había aumentado a 1 de cada 2.

La cara B

Todo esto podría parecer una anécdota sin importancia, curiosa, pero intrascendente, si no fuera que tiene unas implicaciones muy relevantes para el ecosistema. Como decíamos, los colmillos no son un capricho y si los elefantes no pueden airear la tierra con ellos, si no pueden desbrozar la maleza y derribar árboles, si se ven obligados a cambiar sus costumbres y su distribución geográfica (llevándose con ellos sus fértiles excrementos) Todo esto cambiará las condiciones del hábitat en el que vive, desplazando especies, alterando sus equilibrios y poniendo en riesgo tanto a la flora como a la fauna más sensible.

Por otro lado, parece ser que esta mutación por la cual las hembras nacen sin colmillos podría ser sumamente peligrosa para los machos. De hecho, sabemos que los genes implicados, cuando mutan en humanos, suelen asociarse a enfermedades de cierta gravedad. Esto podría explicar la aparente ausencia de elefantes macho sin colmillos, tal vez por hacer a estos inviables. Sea como fuere, la buena noticia es que la situación parece estar volviéndose a normalizar y, por lo visto, la primera generación de nacidos tras la guerra ya retornaba ligeramente a proporciones normales. En 2010, por ejemplo, solo 1 de cada 3 hembras carecía de colmillos y, aunque todavía queda mucho por deshacer (y mucho por saber sobre esta mutación), parece que estamos en el buen camino para recuperar la normalidad en el Ngorongoro.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Que la población se redujera alterando la proporción de elefantas sin colmillos no es exactamente evolución, pero es un primer paso, un cuello de botella que, por una presión selectiva muy fuerte, reduce la población alterando la proporción de un rasgo que se vuelve relevante en el acervo genético de una población. Estos son algunos de los mecanismos por los que funciona la evolución, pero no la evolución en sí misma. Una diferencia sutil, pero relevante para entender sus rudimentos.

REFERENCIAS (MLA):