Tráfico
La “cocaína” del mar está exterminando a la ballena más pequeña del mundo
La caza furtiva de un pez mexicano llamado “totaba” está contribuyendo a la extinción de la vaquita marina
La pesca es un trabajo duro. Significa pasar largas jornadas en mar abierto, zarandeados por las olas desde horas absolutamente intempestivas. Los barcos abandonan la costa para enfrentarse a la incertidumbre, la de un mar que puede embravecerse en cualquier momento, pero también la de no saber si ese día llenarán las redes o si volverán con las manos vacías. Así viven millones de pescadores en todo el mundo, aunque hay países donde faenar es especialmente precario y México es uno de ellos. Ser pescador allí implica, en bastantes casos, vivir en la pobreza y la conciencia ecológica es para los ricos. Hace décadas que los pescadores del golfo de California, en México, han empezado a complementar sus capturas con un extraño pez de 2 metros de largo y 100 kilos.
La totaba o corvina blanca (Totaba macdonaldi) vale su peso en oro y, con 200 gramos de uno de sus órganos, los pescadores pueden sacar tanto dinero como en un mes entero de trabajo. ¿Cómo resistirse a esta oportunidad? Para muchos, la totaba significa poder alimentar a su familia y arriesgar menos la vida en el mar. Es un trato perfecto que solo tiene un inconveniente: tratar con las mafias. Porque desde 1974 se considera ilegal la captura de totaba. Este pez endémico del golfo de california y pariente lejano de nuestra corvina negra está en una situación muy vulnerable. Alrededor de su pesca se han formado verdaderos cárteles con toda la esencia del narcotráfico y la corrupción institucional lleva años permitiéndolo. Esta es la historia de la cocaína del mar y de cómo está a punto de acabar con la ballena más pequeña del mundo.
Medicina tradicional de cuentos chinos
Ese órgano tan codiciado por los pescadores de totabas no es otro que su vejiga natatoria. Un saco lleno de “aire” que el pez comprime o distiende para cambiar la densidad del gas que contiene. Al hacerlo, su flotabilidad cambia, permitiéndole subir y bajar sin un solo aleteo. Este truco no es único de las totabas, de hecho, es común a todos los peces óseos (osteíctios), lo cual incluye a todos salvo a los tiburones, las rayas y unos extraños seres llamados “quimeras”. Gracias a esa bolsa gaseosa, los osteíctios pueden contrarrestar el peso de su esqueleto osificado. Y, aunque es un ingenio evolutivo realmente impresionante, las vejigas natatorias no tienen mucho más misterio. ¿Quién podría estar tan interesado en ellas como para pagar semejantes millonadas?
La respuesta no es un secreto: China. Un kilo de vejiga natatoria, o “buche” como llaman sus pescadores, puede alcanzar los 800.00 dólares. Para hacernos una idea, un kilo de cocaína cuesta, aproximadamente, unos 50.000 euros. La medicina tradicional china es una pseudociencia que no ha demostrado eficacia en sus prácticas, pero que promete curar lo incurable. Para quienes la practican, la vejiga de totaba es una suerte de bálsamo de Fierabrás capaz de todo. Según ellos potencia el vigor sexual, mejora la circulación, reduce el colesterol, rejuvenece la piel e incluso proporciona longevidad a quien la consume. Los pescadores venden estos órganos a unos 8500 dólares el kilo y el cártel, tras secarlos, los exporta por millares a China, donde el precio se dispara. Por supuesto, ninguna de las afirmaciones sanitarias anteriores es cierta, pero los sesgos cognitivos se encargan de mantener vivo el negocio. La tradición, la idea de que “si tanto cuesta será porque funciona” y la necesidad de mantener un estatus son parcialmente responsables de este crimen.
Un peligro inesperado
No es la primera vez que la medicina tradicional china pone contra las cuerdas a una especie. De hecho, es la culpable de que el pangolín sea el mamífero más traficado del mundo. Un animal de tres kilos y medio, de cola larga, garras y morro afilado cuyo cuerpo se encuentra totalmente acorazado. Es más, eso es precisamente lo que buscan en el mercado negro: sus escamas. Junto con el pangolín, el oso tibetano (Ursus thibetanus) es otro de los principales damnificados por estas terapias. En el sudeste asiático se han creado granjas para drenar la bilis de estos osos. Encadenados bajo kilos de herrumbre, los osos pasan meses en un estado de agonía hasta que finalmente mueren.
Por supuesto, ni la bilis de los osos tibetanos ni las escamas del pangolín tienen el menor valor medicinal. La lista de especies afectadas por la medicina tradicional china es mucho más larga; el antílope saiga, con su atípica trompa corta ya está al borde de la extinción, y uno de los principales “remedios” de esta pseudociencia siguen siendo los huesos de tigre y el cuerno de rinoceronte. Con el negocio de la cocaína del mar, la totoaba se ha unido a esta ilustre familia de animales maltratados por las pseudociencias, pero no lo ha hecho sola, porque en las extensas redes con las que pescan a este pez también se enreda el mamífero marino más pequeño del mundo.
Una ballena de 50 kilos
La vaquita marina (Phocoena sinus) no es ninguna vaca. Su nombre hace referencia a las manchas negras de su cara, ojeras negruzcas sobre su piel lisa. Es una ballena, la más pequeña del mundo, con apenas 50 kilos y 1 metro y medio de longitud. De hecho, no solo es la ballena más pequeña, sino que también es el mamífero marino más pequeño del mundo. Y es que el segundo gran problema que hay tras la pesca descontrolada de totabas es que la vaquita marina tiene más o menos el mismo tamaño que estos peces, por lo que acaban cayendo en sus mismas redes. Esto, junto con otros muchos peligros, ha situado a la vaquita marina como uno de los animales más amenazados.
Los expertos calculan que no hay más de dos docenas de ejemplares en libertad. Son tan pocos que la mayoría de los pescadores jamás han visto una y entre ellos se ha empezado a fraguar una conspiranoia. Sostienen que la vaquita marina no existe y jamás ha existido, que son montajes del gobierno que pretende cerrarles el negocio. No es que sea una conspiranoia especialmente coherente, pero proporciona lo que necesitan: una justificación para seguir traficando sin sentir la culpa de estar exterminando una especie. Podríamos pensar, no obstante, que, si estos pescadores no han visto una vaquita marina, es porque no están cayendo en sus redes y que por lo tanto no hay peligro, pero la situación es un poco más complicada que todo esto.
Por un lado, con animales que se reproducen a ritmos bajos, como este, puede ocurrir un fenómeno conocido como “exterminación imperceptible” por el cual, aunque se cacen muy pocos, es suficiente como para que acabe empujando la especie a la extinción. Sobre todo, cuando la población es tan baja. Por otro lado, que la mayoría no haya visto nunca una vaquita no quiere decir que no la haya visto ninguno. Tal vez no la han reconocido o, por intereses personales, no hayan querido compartir la experiencia con otros pescadores.
Mientras tanto, el gobierno juega a dos bandas. Junto con policías y jueces aceptan mordidas para asegurar la supervivencia de este lucrativo negocio. Por otro, promueve proyectos de conservación de la vaquita marina y coordina operaciones contra el tráfico de totaba. Es cuestión de tiempo ver cómo se desarrolla este pulso y, si tras tanto tiempo, la razón acaba imponiéndose al mercado negro.
QUE NO TE LA CUELEN:
- La pesca de totabas no es el peligro más determinante al que se enfrenta la vaquita marina y mucho menos los cetáceos en general. Hay una gran cantidad de factores que, por desgracia, juegan en su contra. Para comprender el estado de estos animales hemos de huir de las narrativas sencillas donde hay un único enemigo al que podemos sobreponernos con soluciones sencillas. Parar la pesca de totabas es solo el primer paso de un proyecto mucho más complejo.
REFERENCIAS (MLA):
- Crespo Pita, I. (no date) REPORTE OF LA QUINTA REUNIÓN DEL ‘COMITÉ INTERNACIONAL PARA LA RECUPERACIÓN DE LA VAQUITA’ (CIRVA-5), CIRVA. Available at: https://web.archive.org/web/20140826113641/http://www.conanp.gob.mx/vaquita_marina/pdf/vaquita_2014/Report_5ta_Reunion_del_CIRVA.pdf.
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