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Neurociencias

Descubren el interruptor del párkinson en el cerebro

Los responsables del avance, científicos de la Universidad de Cambridge, señalan que es “como poder ver las estrellas a plena luz del día”.

Un avance hacia la detección temprana del párkinson larazon

Por primera vez, un equipo de científicos ha visualizado y cuantificado directamente los grupos de proteínas que se cree que desencadenan la enfermedad de Párkinson, lo que supone un gran avance en el estudio de la enfermedad neurológica de mayor crecimiento en el mundo.

Alrededor del 2% de mayores de 65 años y un 4% por encima de los 85 años en España viven con la enfermedad de Parkinson, y la cifra va en aumento. Para 2050, se prevé que el número de personas con Parkinson en todo el mundo se duplique hasta alcanzar los 25 millones. Si bien existen medicamentos que pueden ayudar a aliviar algunos de los síntomas del Parkinson, como el temblor y la rigidez, no existen fármacos que puedan ralentizar o detener la enfermedad en sí.

Durante más de un siglo, los médicos han reconocido el Parkinson por la presencia de grandes depósitos de proteínas llamados cuerpos de Lewy. Sin embargo, los científicos han sospechado que oligómeros más pequeños, de formación precoz, podrían causar el daño a las células cerebrales. Hasta ahora, estos oligómeros eran simplemente demasiado pequeños para ser vistos: apenas unos pocos nanómetros de longitud.

Estos diminutos grupos, llamados oligómeros de alfa-sinucleína, se han considerado durante mucho tiempo los posibles responsables del desarrollo de la enfermedad de Párkinson en el cerebro, pero hasta ahora no se habían detectado directamente en el tejido cerebral humano.

Los responsables del avance, de la Universidad de Cambridge, la UCL, el Instituto Francis Crick y la Politécnica de Montreal, han desarrollado una técnica de imagen que les permite ver, contar y comparar oligómeros en el tejido cerebral humano. Un avance que, según el equipo, es “como poder ver las estrellas a plena luz del día”.

Los resultados, publicados en Nature Biomedical Engineering, podrían ayudar a desentrañar los mecanismos de propagación del párkinson en el cerebro y apoyar el desarrollo de diagnósticos y posibles tratamientos.

“Los cuerpos de Lewy son el sello distintivo del Parkinson, pero básicamente indican dónde ha estado la enfermedad, no dónde se encuentra ahora – explica Steven Lee, líder del estudio -. Si pudiéramos observar el párkinson en sus etapas iniciales, nos revelaría mucho más sobre cómo se desarrolla la enfermedad en el cerebro y cómo podríamos tratarla”.

Para conseguir este avance, el equipo de Lee desarrolló una técnica llamada ASA-PD (siglas de Detección Avanzada de Agregados para la Enfermedad de Parkinson), que utiliza microscopía de fluorescencia ultrasensible para detectar y analizar millones de oligómeros en tejido cerebral post mortem.Dado que los oligómeros son tan pequeños, su señal es extremadamente débil. ASA-PD maximiza la señal a la vez que reduce el fondo, aumentando drásticamente la sensibilidad hasta el punto de que se pueden observar y estudiar oligómeros individuales de alfa-sinucleína.

“Esta es la primera vez que hemos podido observar oligómeros directamente en tejido cerebral humano a esta escala: es como poder ver las estrellas a plena luz del día – añade Rebecca Andrews, coautora del estudio -. Abre nuevas puertas en la investigación del párkinson”.

Los autores examinaron muestras de tejido cerebral post mortem de personas con párkinson y las comparó con individuos sanos de edad similar. Descubrieron la presencia de oligómeros tanto en cerebros sanos como en aquellos con párkinson. La principal diferencia entre los cerebros con y sin párkinson residía en el tamaño de los oligómeros, que eran más grandes, brillantes y numerosos en las muestras con esta enfermedad, lo que sugiere una relación directa con su progresión.

El equipo también descubrió una subclase de oligómeros que aparecían únicamente en pacientes con párkinson y que podrían ser los primeros marcadores visibles de la enfermedad, posiblemente años antes de que aparezcan los síntomas.

“Los oligómeros han sido como la aguja en el pajar, pero ahora que sabemos dónde están esas agujas, podrían ayudarnos a identificar tipos de células específicos en ciertas regiones del cerebro – concluye Sonia Gandhi, coautora del estudio -. La única manera real de comprender qué sucede en las enfermedades humanas es estudiar el cerebro humano directamente, pero debido a su enorme complejidad, esto supone un gran reto. Esperamos que superar esta barrera tecnológica nos permita comprender por qué, dónde y cómo se forman los grupos de proteínas y cómo esto altera el entorno cerebral y conduce a la enfermedad”.