Evolución

Evolutivamente estamos configurados para ser socialistas

Es la conclusión de Jonathan R. Goodman, científico social de Cambridge en su último libro.

Evolución
Es lo que nos diferencia de nuestros primos evolutivos.eak_kkkeak_kkk

Somos, como sostuvo Aristóteles, animales políticos y eso nos convierte en una especie social, pero de ahí a ser socialistas… Pues eso es precisamente lo que sostiene Jonathan R. Goodman, científico social de Cambridge en su último libro Rivales invisibles: cómo evolucionamos para competir en un mundo cooperativo.

Para Goodman la clave comienza con nuestros primos evolutivos. Entre los gorilas, por ejemplo, los grupos de machos no apareados suelen estar liderados por machos alfa agresivos. Aquellos que sí se aparean a veces viven en grupos de machos y hembras, pero con mayor frecuencia se trata del estereotipo del espalda plateada con un harén de hembras, un grupo con su propia jerarquía. Los chimpancés y los bonobos también muestran jerarquías dominantes, con gran énfasis en el rango social femenino, especialmente entre los bonobos.

Pero, a pesar de la amplia variación en la sociabilidad entre estas especies, hay algo que es constante: donde hay rango social, el dominio agresivo es el atributo ganador. Si un macho alfa puede defender con éxito los recursos, ya sea territorio, alimento o pareja, puede dominar una sociedad de primates. El acceso a más recursos se traduce en tener más crías supervivientes que otros, que es la única medida del éxito de la evolución por selección natural.

Sin embargo, sostiene Goodman, entre nuestros ancestros, los miembros del género Homo, la historia es diferente. Las investigaciones en antropología y primatología sugieren que, a medida que los primeros seres humanos desarrollaron estructuras sociales más complejas, hicieron algo nunca visto en otros primates: se domesticaron.

Una vez que adquirieron la sofisticación cognitiva necesaria para crear armas, junto con la inteligencia necesaria para formar alianzas, pudieron luchar contra los dominantes que gobernaban sus grupos sociales. El primatólogo Richard Wrangham, de la Universidad de Harvard, señala que esto moldeó profundamente la sociedad humana porque, además de eliminar a los alfas, nuestros antepasados ​​también seleccionaron contra el rasgo humano de la agresión. Como resultado, los humanos se volvieron más cooperativos y sus sociedades, más igualitarias.

Pero si ese es el caso, ¿cómo explicamos la innegable y creciente desigualdad en las sociedades actuales, donde enormes cantidades de poder y dinero se concentran en un pequeño número de personas?

La respuesta está en el maquiavelismo. Algunos científicos argumentan que los humanos no son igualitarios por naturaleza, sino que vivir en grupos pequeños y unidos de cazadores-recolectores, como lo hacían antes de los albores de la agricultura, suprimió nuestra tendencia a formar jerarquías basadas en la dominación. Algunos estudios han observado una curva en forma de U del igualitarismo humano. El punto de partida, que se parecía mucho a las estructuras sociales que vemos en otros grandes simios, es donde hemos terminado de nuevo, con el centro de la U mostrando un breve flirteo con la igualdad social.

Si la naturaleza humana fuera completamente cooperativa, no se requeriría el control estatal para evitar el aprovechamiento.

Una vez que la humanidad se liberó del férreo control de las estrictas jerarquías de dominio lideradas por machos alfa, el éxito en los grupos sociales se habría basado más en la destreza en las maniobras dentro de las comunidades. Esto condujo al surgimiento de un tipo particular de inteligencia social llamada inteligencia maquiavélica, que implica la astuta manipulación de los demás.

Así, en el lenguaje de la biología evolutiva, nos enfrentamos con un dilema de cooperación: hay situaciones en las que nos conviene colaborar con otros y otras en las que no. Como resultado, la rivalidad abierta fue sustituida por lo que Goodman llama “rivalidad invisible”: la capacidad de ocultar intenciones egoístas, competitivas o explotadoras, manteniendo al mismo tiempo la apariencia de una naturaleza cooperativa. En otras palabras, evolucionamos para competir en un mundo cooperativo.